jueves 23  de  enero 2025
OPINIÓN

¿A quién le gusta regresar a la cárcel?

¿Entenderá el mundo de una vez que en Cuba no hay un gobierno legítimo, y que cada jugada de los Castro está encaminada a controlar más a su pueblo y a enriquecerse gracias a la desinformación, la represión y el silencio o el contubernio de los sistemas liberarles?
Diario las Américas | LUIS LEONEL LEÓN
Por LUIS LEONEL LEÓN

En casi seis décadas de castrismo los cubanos y el mundo ya deberían tenerlo claro: al rancio régimen de La Habana, más que importarle los efectos de su política interior, la cual impone al pie de la letra gracias al control absoluto de todos los poderes y medios de comunicación, lo que más le preocupa y en lo que más ha invertido recursos, conspiraciones y todo tipo de influencias, ha sido en su tenaz maquinaria de propaganda internacional.

Y hay que reconocer que, a pesar de los incontables desmanes que ha sufrido el pueblo cubano y parte de Latinoamérica, ha sido un discurso que -para sus objetivos- no le ha funcionado mal. Pues en casi 60 años ha conseguido poner de su lado a buena parte a los partidos de la izquierda mundial, a los llamados “progre”, y sobre todo a esa especie en peligro de crecimiento que es “el perfecto idiota latinoamericano”, como lo bautizaran en su famoso libro Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa. Y no sólo son pocos, sino que se han esparcido por Europa, y hasta por Estados Unidos, que sigue siendo el centro de la diana de los intereses de los Castro y el principal obstáculo de las alianzas izquierdistas y terroristas que hoy amenazan las sociedades occidentales. Los Castro -todavía hay tanta gente que no lo sabe o no quiere saberlo- han estado detrás de cuanto proyecto se ha gestado en contra de lo significa Estados Unidos.

Hace menos de un mes el expresidente Barack Obama eliminó, junto con la política “pies secos/pies mojados”, el programa especial Cuban Medical Professional Parole (CMPP), destinado a propiciar la entrada a Estados Unidos a los médicos y otros trabajadores de la salud que desertaban en terceros países. Este programa, implementado por George W. Bush, además de ser un camino hacia la libertad, desde 2006 significó una herida en las entrañas económicas del castrismo.

Por ello la respuesta no se hizo esperar. Intentando aprovecharse de esta coyuntura, el Ministerio de Salud Pública de Cuba, a través del diario oficialista Granma, ha lanzado ya nuevas señales de humo para tratar de convencer -ardua y demagógica tarea- a desertores de las misiones médicas en el exterior para que retornen a la isla. No es la primera vez que mandan estos psiquiátricos y obscenos SOS, pero no podían desaprovechar el contexto. No olvidemos que han sido históricamente los profesionales de la salud los que más han reportado ganancias a la cúpula gobernante. Y ahora, con la eliminación de esta ruta de fuga, el objetivo es volver a apoderarse de esta grandísima fuente de ingresos y sensibles piezas de trueque.

No olvido una frase que días atrás me dijo el excongresista cubanoamericano Lincoln Díaz-Balart: “A los dueños de la plantación les insulta que sus esclavos se les vayan sin permiso”. Hace poco más de un año, Raúl Castro eliminó la posibilidad de que los médicos cubanos pudieran viajar al extranjero de visita sin un permiso especial del régimen, más allá del visado. El alquiler de los médicos, junto con las remesas y todo lo que genera ese manso Hombre Nuevo del exilio, constituyen dos de las mayores industrias del castrismo, mucho más pujantes que el turismo. ¿Por qué no rescatar a sus antiguos esclavos?

Ni la maquinaria propagandística ni las fuerzas represivas del castrismo dejan por un minuto de hacer su maquiavélico trabajo. Mientras ahora le piden a sus médicos desertores que regresen, que van a poder ejercer su profesión sin problemas en “su país”, contradictoriamente, desde el 30 de noviembre de 2016, el Dr. Eduardo Cardet Concepción, Médico de Familia del pueblo de Velasco, en la provincia de Holguín, permanece encarcelado por defender ideas políticas contrarias al régimen. Cardet, coordinador nacional de Movimiento Cristiano Liberación (MCL), fundado por el fallecido Oswaldo Payá, está acusado de un delito fabricado por la policía política para evitar que continúe defendiendo los derechos de todos los cubanos. Su delito es intentar democratizar su nación, pero ese es justamente el deseo contrario de quienes lo acusan.

Miembros del MCL han denunciado a la comunidad internacional que Cardet fue salvajemente golpeado durante su detención, y luego, mientras estaba esposado, fue nuevamente golpeado en los calabozos, e incluso en la prisión fue agredido por un criminal instigado por agentes policiales. Según su esposa, la Dra. Yaimaris Vecino Leyva, Cardet sufre secuelas de todas estas golpizas: calambres en manos, lesiones cervicales y un hematoma en un ojo que se ha calcificado y que ya es irreversible.

¿Saben esto los médicos cubanos desertores a los que la dictadura les dice que les va a abrir las puertas para que trabajen con libertad? ¿Después de haber conocido los sabores de la democracia, amén de la prosperidad económica que es posible alcanzar en el capitalismo, querrán arriesgarse a situaciones tan enajenantes como las que vive ahora mismo su colega Cardet? ¿A quién le gusta regresar a la cárcel?

No creo que sea esto lo que anhelen los médicos cubanos. Ni los que viven dentro ni los que han podido escapar de la isla. De ahí que varios profesionales de la salud, que conocen la terrible situación de Cardet, han creado una petición de libertad inmediata para su colega, que puede firmarse, vía internet, en este enlace: www.oswaldopaya.org/es/2017/01/28/medicos-y-otros-profesionales-de-la-salud-piden-libertad-para-el-dr-eduardo-cardet/

¿Entenderá el mundo de una vez que en Cuba no hay un gobierno legítimo, y que cada jugada de los Castro está encaminada a controlar más a su pueblo y a enriquecerse gracias a la desinformación, la represión y el silencio o el contubernio de los sistemas liberarles?

No han timado solamente a los cubanos. Siguen mintiéndole al mundo. O tal vez al mundo no le importa seguir dejándose engañar. El castrismo ha trabajado, de manera persistente y a largo plazo, para jugar con los gobiernos democráticos, pero sobre todo con la política estadounidense. Esa ha sido su prioridad, lo seguirá siendo, y hasta ahora han logrado salir ganando. Pero no siempre tiene que salirle bien la jugarreta. Con Donald Trump en la Casa Blanca, para muchos un vertiginoso jugador impredecible, son tiempos donde el castrismo, a pesar de su larguísima experiencia en el arte del malabarismo y las oscuridades políticas, quizás esté sintiendo inseguridad, e incluso, por primera vez, un intenso miedo. Sin dudas lo mejor que pudiera sucederle a los cubanos.

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