La reciente detención del jefe de Despacho del presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, no fue sino el primer desafío lanzado por Nicolás Maduro, en reacción a la continua presión diplomática internacional que busca la realización de elecciones democráticas y transparentes en el país lo más pronto posible.
El arresto de Robert Marrero y la decisión del régimen de Maduro de acusarlo de delitos de terrorismo, provocaron las críticas instantáneas, no solo de Washington, sino también de aquellos países que buscan una solución pacífica a la crisis política, social y humanitaria, que aqueja desde hace mucho tiempo a la nación sudamericana.
El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, expresó que “el secuestro de Marrero representa una grave violación del estado de derecho y el último ejemplo de la brutalidad y despotismo de Maduro”.
Pero Maduro debe haber calculado que arrestar a Marrero, y no al propio Guiadó, no provocaría que Estados Unidos emprendiese inmediatamente una acción más beligerante; aunque no hay duda de que es un juego muy peligroso.
Es claro que su intención es que lo vean totalmente a cargo de la situación, actuando en contra de los líderes de una oposición que cuentan con el apoyo político popular, tanto nacional como internacionalmente, pero sin enfrentarse al hombre que representa ante Estados Unidos y más de 50 países la esperanza de un cambio en Venezuela.
Sin embargo, el arresto de Marrero ha colocado también a Estados Unidos ante una disyuntiva.
Tanto, el secretario de Estado, Mike Pompeo, como el asesor de seguridad Nacional, John Bolton, han hecho responsable a Maduro del quiebre de la otrora Venezuela petrolera e incluso advirtiendo que habrá consecuencias por sus más recientes acciones.
Sin embargo, aparte de incrementar las sanciones y denunciar al régimen de Caracas, las opciones disponibles no están muy claras, como no sea a través de dos vías a las antípodas: el uso de la fuerza o la negociación.
La opción militar es a menudo citada pero no hay unanimidad y por ahora los esfuerzos están centrados en la presión diplomática, política y económica, a menos que Caracas haga algo muy “estúpido”.
Aunque técnicamente la opción militar no ha sido eliminada, Maduro debe haberse dado cuenta de que si no hay consenso, nacional e internacional sobre una intervención para Venezuela, la detención del jefe de personal de Guaidó no provocaría un envío inmediato de tropas para derrocarlo.
Los últimos esfuerzos del presidente Donald Trump han estado dirigidos a desbloquear la casi monolítica posición política de los países del Caribe, en la Organización de Estados Americanos, para lograr su incorporación a la causa de la coalición por una Venezuela democrática.
“Vamos a discutir vías que sean tanto beneficiosas para ustedes como para nosotros” dijo Trump durante el encuentro con los mandatarios de Jamaica, Bahamas, Haití, República Dominicana y Santa Lucía.
La llegada de dos aviones militares rusos a Venezuela con equipo y soldados para "cumplir contratos técnicos militares" despertaron las alarmas porque se interpreta como un mensaje de apoyo del Gobierno del presidente ruso, Vladimir Putin, a Maduro aunque la cooperación entre ambos países no es nueva, pero sí las circunstancias.
Durante la era de Hugo Chávez, las relaciones de Venezuela con Rusia se fortalecieron en parte gracias a la compra de armas y equipo militar. Incluso en 2008 Rusia envió bombarderos Tupolev Tu-160 al país sudamericano para realizar vuelos de entrenamiento.
El arresto de Marrero ha demostrado una vez más que Maduro se siente confiado de que todavía tiene la lealtad del Ejército y el apoyo de Rusia.
Mientras tanto, los intentos de la oposición para apelar a los militares venezolanos a saltar la talanquera, no han sido del todo exitosos y la comunidad internacional todavía espera ver ríos de gente tomando las calles de Venezuela demostrando su frustración y descontento ante las muchas caras de la crisis, en clara señal de que están listos para el cambio político.
Es improbable que la acusación de Marrero por delitos terroristas tenga un gran impacto, si es que alguno, en el apoyo militar a Maduro, pero tal vez cualquier movimiento para encarcelar a Guaidó podría tener consecuencias, no solo en Caracas o desde Washington pero de igual manera ante la comunidad internacional.