Carta a Luis Manuel Otero Alcántara (escrita antes de enterarme de su última llamada.)
Carta a Luis Manuel Otero Alcántara (escrita antes de enterarme de su última llamada.)
Luisma, hace rato vengo pensando en ti. De hecho desde hace mucho tiempo te tengo echado el ojo. Por grande, por artista, por mulato, por patriota, por honesto. Coño, cuántas cosas malas te ha tocado vivir. Ya sé que tú moverías la cabeza despacio, te sonreirías y me darías tu explicación de por qué no lo ves de esa manera, de por qué para ti es solo parte de un proceso.
Si hasta has estado dispuesto a morir, ¿qué más podría asustarte? Pero no puedo, no se me quita de la cabeza tu imagen en la cárcel, solo, sin papel ni lápiz para poder dibujar, sin poder sacarte los fantasmas de la cabeza, rodeado de gente realmente mala, sádicamente inescrupulosa, desalmada desde la raíz. Gente abandonada por sus padres, maltratada por sus abuelos, gente despiadada hasta más allá de cualquier límite pensable. No se me quitan de la cabeza las torturas, los interrogatorios interminables en los que piensan que responderás algo diferente, las duchas de agua helada en plena madrugada, el insomnio, la enfermedad.
Cierro los ojos y te escucho tosiendo, con esa tos que mezcla la tristeza con el dolor en el pecho, con las ganas de tomar agua, de dormir en tu cama, de estar en tu casa, de abrazar a tu Afrika. Contra Luisma, cuánto nos has dado a todos los cubanos, a todos los seres humanos del mundo, cuánto nos has enseñado en tan poco tiempo y sin embargo ahí estás, preso, encerrado por defender tu derecho a la libertad. Sin poner una bomba, sin tirar un tiro, sin darle una galleta a nadie, sólo por defender tus principios y la dignidad de un pueblo entero que calla. ¡Cuán ruines y cobardes tienen que ser los que te han hecho esto querido Luisma! ¿Tendrán pesadillas al menos, les dolerá la barriga alguna vez, se sentarán a pensar por un segundo en todo el mal que han hecho, podrán mirar a los ojos a sus madres, a sus hijos?
Contra Luisma, cómo me gustaría abrazarte esta noche, decirte al oído que todo está bien, que lo peor ya ha pasado; escucharte reír, verte exponiendo tu obra en cualquier museo, brindar contigo, abrazarte (de nuevo abrazarte). ¡Coño mí hermano como te hecho de menos! Yo, que no sé ni a qué huelen tus manos, ni el tamaño de tus orejas, ni el metal de tu voz en vivo; no puedo imaginar el dolor constante de los que sí te han visto, de tus amigos. Esta noche voy a cerrar los ojos muy fuerte, voy a concentrarme bien y te voy a mandar toda mi energía, te voy a pensar tanto que espero sientas mi calorcito aunque sea un momento, que espero que en medio de la tragedia algo te haga mover los labios dibujando una sonrisa y te de calor en el pecho.
Contra, si Dios existe tiene que permitirme al menos lograr eso.
A ver, voy a intentarlo. Gracias hermano, gracias.