Es un hecho: el acceso a los cuidados de salud est á marcado por grandes desigualdades dependiendo de la regi ón del planeta en que se viva y el hecho incluso no es ajeno, a Estados Unidos. n
Por s ólo citar algunos ejemplos, en la India existen apenas siete m édicos por cada 10.000 habitantes y las probabilidades de morir antes de los 60 a ños en Lesoto, en el continente africano, son 10 veces m ás elevadas que en la pr óspera y fr ía Suecia. n
En nuestro pa ís son millones los que hoy no cuentan con un seguro digno de salud. A pesar de ello, el tema no ha estado exento de agrios enfrentamientos entre dos posiciones que parecen irreconciliables a la hora de tratar la reforma m édica impulsada por la administraci ón de Barack Obama y aprobada por el Congreso. n
No se trata de posiciones pol íticas, el debate no se debe circunscribir a eso.
Cuando se habla de uno de los derechos m ás fundamentales con los que debe contar un ser humano al nacer, el an álisis debe superar los atrincheramientos ideol ógicos y el cruce de acusaciones entre quienes desde la izquierda defienden el libre acceso a los cuidados de salud y planes universales de cobertura apoyados por los gobiernos, y quienes desde la derecha consideran que la respuesta reside b ásicamente en el mundo de la empresa privada, donde las empresas aseguradoras, en el peor de los casos, podr ían tener la última palabra. nLas clases dirigentes no puede cruzarse de brazos y aceptar, por citar otro ejemplo, la triste realidad de un continente tan cercano como Am érica Latina, donde el 54% de la poblaci ón no cuenta con ning ún acceso a los servicios m édicos. Esas cifras son inaceptables.