Los venezolanos debemos rescatar la estructura del Estado responsable que se resume en “el espíritu estadal”, según lo definía Gramsci en su ensayo Los elementos de política. Cuando se pierde el “espíritu estadal” se pierde el sentido de gobernantes y gobernados, de dirigentes y dirigidos, por cuanto la disolución de los elementos institucionales de un gobierno legítimo: la justicia, el imperio de la ley, el orden constitucional y administrativo, la autoridad real de las fuerzas civiles y militares ocasiona la pérdida de obediencia ciudadana y el acatamiento del “gobierno”, que es anarquía, abuso y tiranía.
¡A mí tú no me humillas!
Vivir en un estado ausente de legalidad y de los más elementales componentes identitarios, por encontrase sumido en violencia, ninguneo, desorden y arbitrariedad, genera una constante resistencia que se resume en el sentimiento: “A mí tú no me j…, no me vas a humillar”. Un clima donde el “gobernante” no es más que un gorila patán, déspota y pendenciero que desmonta la condición de dirigente y dirigido, sustituyéndola por amo y oprimido. En este terreno la convivencia es una quimera y la confrontación, la regla. Es el “estado ausente” al que nos han llevado a los venezolanos.
El paroxismo de la hostilidad arrastra a amigos y familiares. Que un pariente o amigo apruebe o comprenda al “Leviatán” es suficiente para subir los tonos, perder la compostura y el respeto. Y nada sucede por una causa, decía Hannah Arendt. En todo caso “la violencia nunca debe ser una causa superior al fin perseguido que la justifica”. Pero a eso nos han llevado: al punto donde el Estado ha devenido totalitarismo y sus integrantes, mosquitos. “Y así se nos matan…” (dixit Hanna Arendt).
Quien desde la política intente restituir el orden civilista bajo esquemas ciudadanos, será sospechoso. Cuando la sociedad cae poseída por la irracionalidad, por la intemperancia devenida del maltrato y del desprecio más profundo, no confío ni en mi sombra, el odio me obnubila y la indignación saquea mi consciencia. Es el “estado” del patán. Conducirnos a la nada, a la anomia...
No es “el mal devenido de malas personas”. ¡Es el mal de seres superfluos donde la maldad es sólo materia, desecho! El mal radical como el que refería Arendt “de los campos de exterminio donde el homicidio es tan impersonal (banal) como el aplastamiento de un mosquito […]. Eso es totalitarismo: no la dominación despótica de los hombres, sino un sistema en el que los hombres se vuelven nimios e irreflexivos”, surgiendo la antípoda donde los más “notables” ven en su sombra un traidor, donde el individualismo se rinde a la invocación más profunda: ¡sobrevivir!. En ese momento vibra la antipolítica.
El gesto por el gesto…
Dice Gramsci: “La lucha por la lucha y especialmente, el individualismo estrecho y pequeño, no son más que la satisfacción caprichosa de impulsos momentáneos. En realidad se trata siempre del "apoliticismo", que asume estas variadas formas pintorescas y caprichosas. El individualismo no es más que un apoliticismo animalesco, el sectarismo es "apoliticismo" y, si se observa bien, el sectarismo es en efecto una forma de "clientela" personal, mientras falta el espíritu de partido que es el elemento fundamental del "espíritu estatal". Fin de la cita
Cuando perdemos el sentido del Estado dejamos de ser estadistas. Y al dejar de serlo [estadistas] todo vale, nada cuenta, los partidos son una amenaza y las individualidad radical, el mesías. Perder la noción de Estado es vaciar toda disposición disciplinaria y voluntad orgánica. Lo curioso es que aquellos que quedan atrapados en el apoliticismo caprichoso son los últimos en integrar los “pelotones de salvación”. Mandan a otro a hacer la guerra pero no se enrolan en ella. Emborrachados de apoliticismo quedan atrapados en su desconfianza en la pérdida del “espíritu estadal”. Y como sus verdugos, no es que sean malos, sino banales. Para ello la violencia es superior al fin que la justifica.
Y agrega Gramsci: “El individualismo es un elemento de carácter animal, admirado por los forasteros, como los actos de los habitantes de un jardín zoológico…”.
No es el “gesto por el gesto” lo que libera al hombre. Es el gesto por el prójimo. Ahí muere el individualista, el mesías, el taita, y nace el líder, el dirigente, el estadista.
El culto a la tradición
Se ha entretejido un culto ponzoñoso y peligroso a la tradición. La reciente encuesta Nacional Ómnibus Datanálisis /Agosto-2019 registra que un 35% de la gente no apoya ni al régimen ni al gobierno interino y con un 88% de rechazo a Maduro los partidos de oposición no llegan a un 15% de aprobación. Lo más grave es que mientras la mitad de la gente apoya soluciones dialogadas [48%] y elecciones libres y transparentes, un porcentaje superior no cree que el régimen saldrá del poder “por las buenas”. La descalificación-antivalor típico del Estado ausente, de la muerte del espíritu estadal, nos ha secuestrado NUESTRO espíritu de lucha. ¿Si estoy rodeado de déspotas y traidores por qué salir de casa?
Y así vamos, migrando o muriendo, como mosquitos… como los actos de los habitantes en un jardín zoológico llamado Venezuela.
Embajador de Venezuela en Canadá
@ovierablanco