Creo que fue José Antonio González Lanuza quien comentó en una ocasión que Cuba era el país de los viceversas. Como la hoja de la yagruma, todo parece tener dos caras.
Aun así, sorprende que en medio de las dificultades de la vida en la Isla -y en verdad, no es fácil- perdure una activa vida cultural. Ya en años anteriores he asistido a obras de teatro, conciertos, funciones de ballet, presentaciones de libros.
Lamentablemente, no tuve ocasión de hacerlo en mi viaje reciente, pero otras experiencias fueron reveladoras. nMe reuní con los investigadores del Archivo Nacional. Me recibieron amables, respetuosos. La mayoría son personas jóvenes, sin duda nacidos después del triunfo de la revolución. Me hablaron de sus líneas de investigación, entre ellas la ciencia agrícola en los siglos XVIII y XIX, la presencia africana en Cuba, la violencia y criminalidad en La Habana en el siglo XIX. Me obsequiaron generosamente sus libros.
Atendieron mi solicitud de digitalizar unos documentos sobre el embargo de bienes a mi bisabuelo durante la Guerra del 68, e insistieron que pagara en moneda nacional, pues yo era cubana. Se ocuparon de los trámites para evitarme que subiera y bajara escaleras. Mostraron gran interés cuando les hablé del Cuban Heritage Collection en la Universidad de Miami y la colección de música de Cristóbal Díaz Ayala en FIU.
Me pidieron que enviara un artículo al boletín del Archivo -que se publica desde 1902- sobre un político de la era republicana, u201cporque a esas figuras hay que reivindicarlas u201d . n
Visité el Centro Cultural Dulce María Loynaz, situado en la Calle 19, esquina a E, en El Vedado, donde vivió la poeta sus últimos años. (No es la misma casa donde escribió la novela"Jardín" y recibió a Lorca y a Juan Ramón Jiménez, situada en la Calle Línea, hoy en día muy deteriorada).
La casona de dos pisos, donde se aloja el Centro, está bien cuidada. La escalera ostenta un bellísimo vitral. En uno de los salones se encuentran algunos de los muebles originales y la colección de abanicos de Dulce María; en otro, el piano que solía tocar Federico. También hay una fuente y un busto del poeta gaditano en el patio. El Centro ofrece actividades culturales. Los temas de los paneles anunciados para los próximos días eran u201c u00bfEs vulgar la joven literatura cubana? u201d y u201cDebate sobre grandes figuras de la literatura contemporánea u201d, entre otros. Me enseñó el lugar una joven museóloga cuyo entusiasmo por su trabajo era evidente. n También en Pinar del Río, donde visité el Centro Hermanos Loynaz, dos muchachas jóvenes me mostraron con orgullo los libros donados por Dulce María de su biblioteca personal, varios dedicados por sus autores; sus condecoraciones; y hasta su toga de la universidad y el vestido que usó para recibir el Premio Cervantes. Allí se encuentra mucha de su correspondencia, manuscritos y obras de sus hermanos. El Centro se dedica a la conservación, publicación y promoción de su obra. Cuenta asimismo con una pequeña editorial para escritores pinareños. n
En La Habana fui a las dos sedes de la Fundación Alejo Carpentier, una en Empredado, a unas puertas de la Bodeguita del Medio. Pese a que la calle está en proceso de reparaciones, lo que dificulta llegar al lugar, el salón estaba lleno para la lectura y el conversatorio que ofrecí, una muestra más del interés en las actividades literarias.
En la antigua casa del autor de"El siglo de las luces", en la Calle E #234, en El Vedado, están las oficinas de esta ONG que tiene como propósito promover y divulgar la vida y obra de Carpentier, así como la literatura cubana. Cuenta con cerca de 3,500 títulos a disposición del público; las personas, una vez acreditadas, pueden tomarlos prestados por 15 días. Se conservan algunos de los muebles originales que contrastan con los viejos ordenadores utilizados por los archivistas. Pude conversar allí con la Dra. Graziella Pogolotti, presidenta de la Fundación, que merece una crónica aparte en el futuro. La vi rodeada de personas jóvenes, con gran pasión por el trabajo que realizan. n La Fundación organizó en 2011 un ciclo de conferencias, recogidas luego en un volumen, sobre Escritores olvidados de la República, entre ellos Emilio Bacardí, Jesús Castellanos, Alfonso Hernádez-Catá, Miguel de Marcos Suárez, las hermanas Aurora y María del Carmen Villar Buceta, y René Jordán, entre otros. n
Me impresionó gratamente conocer a un gran número de jóvenes profesionales dedicados al rescate, la divulgación y preservación de nuestra historia y cultura.
Esta otra cara de la hoja de la yagruma, en medio de una realidad tan compleja y a menudo desoladora, fue como una brisa de aire fresco y esperanzador.