lunes 20  de  enero 2025
OPINIÓN

Cuba en la mira

Vivencias que toman forma de relatos y conducen a la reflexión

Diario las Américas | CAMILO LORET DE MOLA
Por CAMILO LORET DE MOLA

Trump tiene una ventaja cantada con el tema cubano en su nuevo mandato como presidente: las probabilidades son muy altas para que durante sus próximos cuatro años en la Casablanca el régimen cubano termine por desplomarse de una vez por todas.

Este posible escenario de cambio en Cuba viene precedido por la difícil situación económica y social en la que el régimen ha sumido a la isla en los últimos meses y agréguesele la razón de vida inevitable de que el último de los Castro está por “guardar el catre” en cualquier momento.

Además, Trump tiene una posición clara y de enfrentamiento con el régimen de La Habana sin importar cuál de los monigotes ocupe el trono del comunismo caribeño. Esta animadversión al régimen castrista llega reforzada con la designación del cubano americano Marco Rubio como nuevo secretario de Estado.

Pero atención, Trump no se debe quedar como espectador a contemplar la “inevitable caída del comunismo en Cuba” como hicieran los últimos cinco presidentes de los Estados Unidos, (incluido él en su primer mandato), al régimen hay que empujarlo porque contrario a toda regla de la física, siempre terminan por encontrar un punto de equilibrio, una posición de supervivencia por muy fuerte que sea la crisis.

El mejor ejemplo fue Bush padre quien disfrutó de la caída de la Unión Soviética y sus aliados europeos, cosechando los resultados de Ronald Reagan y anunció que sería el primer presidente norteamericano en caminar por las calles de una Habana libre. Pero la inercia que arrastró a otros satélites rusos no funcionó con Cuba y se quedó vestido para la fiesta que nuca sucedió.

Las condiciones actuales son completamente distintas a cualquier momento anterior: la disidencia cubana está mermada, sus principales figuras han sido arrestadas o deportadas. Pero el descontento popular es una olla de presión que puede reventar en cualquier momento y que deja ver a cada rato los escapes de ira de un pueblo acorralado y sin salida. La falta de un líder opositor hace temer a muchos sobre la posibilidad de encausar cualquier levantamiento popular, o que la caída del régimen desate una ola de inmigrantes y balseros nunca vista en la historia de los Estados Unidos.

La administración Trump por tanto debe trabajar desde ya en el día después de la Cuba sin régimen. Marco Rubio debe estudiar a Sumner Wells o a Enoch Crowder en sus intentos de mover hacia delante la historia política cubana y sacarla de los baches políticos. También deben sentarse con todos los factores y en especial con aquellas figuras del exilio que han empleado tanto tiempo en planificar una Cuba posible, para los cubanos en general, no solo para los “de afuera”.

El único logro indiscutible del régimen ha sido borrar de la mente de todos los cubanos la esperanza de un país mejor, así que la misión principal de los que vengan será devolver el optimismo a los que queden o a los que quieran regresar después del cambio. Lo cierto es que de los que se fueron y su decendencia cada vez menos piensan en volver.

El país hay que reconstruirlo con los que se quedaron y muchos desde aquí enfrente pretenden “ayudar” pero tomando el timón, imponiendo su presencia y criterio, como si tuvieran la fórmula mágica de la solución.

Le toca a la nueva administración enterrar la bestia y manejar la ayuda a una nueva sociedad cubana, sin compromisos políticos, sin partidismos electorales, deben elegir una estrategia a largo plazo.

No hay una solución inmediata para la crisis cubana, en cualquier escenario hay que reconstruir, tanto física como moralmente, hay que empezar de cero y es difícil poner el lomo en una reconstrucción cuando a 90 millas hay una vida al menos más tranquila.

Los problemas cubanos no se acaban con el regreso a la democracia, solo cambian de color.

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