Sabemos que los dictadores no acostumbran a cumplir sus promesas si no son presionados a hacerlo. Raúl Castro, que se mantuvo a la sombra de su hermano Fidel por más de 50 años, desde antes de 1959, supo asumir el liderazgo del castrismo con la oferta de un futuro “mejor” pero manteniendo la represión política y el eslogan “aquí ordeno y mando”.
Ni el llamado deshielo con EEUU, plagado de propuestas y concesiones, fue capaz de suavizar el totalitarismo político de los Castro ni su absolutismo en las riendas de la economía del país.
Atrás quedaron las reformas mínimas prometidas, que unidas al reconocimiento de los trabajadores por cuenta propia y la concesión de unos pocos créditos bancarios, ayudaron a lavar la cara de uno de los sistemas dictatoriales más longevos de la historia reciente de la humanidad.
"El pueblo nuevamente se crecerá frente a las dificultades, sin el menor atisbo de derrotismo y plena confianza en su revolución", aseguró el gobernante de turno hace casi un año, luego de reconocer, en silencio, la debacle económica del gran aliado, también de turno, chavismo en Venezuela y la caída de los ingresos obtenidos de la maltrecha economía de estado cubana.
Aquellas palabras tan entusiastas como alejadas de la realidad alimentaron la desconfianza popular y provocaron el aumento de la emigración cubana, mayormente jóvenes, que desesperados continuaron lanzándose al mar en precarias embarcaciones o deambulando por las selvas de Centroamérica rumbo a la entonces “tierra prometida” en los Estados Unidos.
Ahora, tras la derogación de la orden “pies secos, pies mojados”, que permitía el ingreso al gigante del norte de cubanos sin visas, el pueblo, catalogado como el “más viejo” del continente, con casi un 20% de ancianos, se mira así mismo sin la alternativa de escapar de la isla y ser recibido sin reservas por su poderoso vecino.
Y ante la continua ausencia de un cónclave solidario internacional, que haga entender al régimen castrista, como hizo comprender con presión a otras dictaduras, que la única vía factible es la apertura política y económica, Castro y sus seguidores persisten en llevar al pueblo cubano a un callejón sin salida que podría traer un encarnizado desenlace.