Tras casi 59 años de dictadura absolutista en Cuba, en la que un golpe militar en forma de revolución abolió el Estado de Derecho con fusilamientos e implantó la norma totalitaria de no permitir ni tan siquiera una consulta popular, el espacio disponible para rebelarse o crear conciencia popular es prácticamente nulo.
Sería suficiente escuchar las historias de quienes fueron encarcelados por tan sólo expresar el derecho a la palabra o despojados de sus pertenencias por querer abandonar el país, o los que hoy continúan afrontando a diario el terror de la represión.
Y ahora, quienes no vivieron en su piel la opresión de un régimen totalitario, les costaría tiempo entender por qué muchos de los que se enfrentan con decoro a la dictadura terminan huyendo de ella.
No se trata precisamente de salvar la vida, como ocurre en ciudades y campos de Siria, ni de saltar la verja para disfrutar las mieles de un mundo mejor, sino del instinto humano de escapar de la mella que provoca el malvivir asediado.
Nuestro corresponsal en Cuba, Iván García, reporta cómo un funcionario de la embajada de Estados Unidos en La Habana informó que “siete de cada diez disidentes optaron por radicarse en Estados Unidos después de la nueva política migratoria del Gobierno cubano en enero de 2013”.
El informe destaca cómo la causa de la huida es diversa y va desde la persecución de los servicios especiales hasta golpizas y amenazas de sanciones penitenciarias. Son intimidaciones muy bien sustentadas con los casi 59 años de totalitarismo que detallamos antes.
Bastaría recordar la existencia de la Ley 88 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, mejor conocida por Ley Mordaza, que puede condenar a 20 años o más de prisión a quienes discrepen de la opinión del Gobierno, por considerarlos aliados del enemigo que creen ver en Washington y a quien culpan de todos los males de la isla.
No son muchos los que logran entender cómo un puñado de militares, aparentemente fieles a una ideología determinada, es capaz de mantener el funcionamiento del aparato represivo y uno de los sistemas dictatoriales más longevos de la historia reciente de la humanidad.
Atrás quedaron las reformas prometidas, que tanto eco encontró en quienes vieron el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba como la solución al fin de la dictadura.