No hubo necesidad de puños. Con los ataques personales, críticas, insultos y amenazas entre Donald Trump y Hillary Clinton, el segundo debate presidencial fue otro espectáculo.
Pareciera que el escandaloso video en el que se ve y escucha a Donald Trump hablando de manera denigrante, despectiva y abusiva sobre las mujeres, no hizo el daño que algunos esperaban. Si bien los últimos días han aumentado las voces republicanas que piden que Trump abandone la nominación de su partido a la presidencia, el magnate dejó claro durante el debate que no abandonará la contienda.
Trump intentó provocar a Hillary Clinton en varias ocasiones. Trajo al escenario las infidelidades de su marido, dijo que la enviaría a la cárcel y que se había burlado de una víctima de violación tras haber defendido a su agresor; pero la demócrata no mordió el anzuelo. Mantuvo la serenidad y aprovechó mejor los argumentos de su oponente para presentar datos más sólidos sobre su proyecto político.
Cada uno, desde su trinchera encabezó un descarnado ataque contra el adversario y, aunque algunas encuestas dan como ganadora a Hillary Clinton, el cansancio de los estadounidenses ante las actuales políticas del gobierno y la visión de que Clinton sería la continuidad de las políticas de Obama, siguen haciendo crecer la popularidad de Donald Trump.
Tras el debate, escuché por televisión la opiniones de grupos de votantes, algunos indecisos, quienes dijeron sentirse más inclinados a votar por Trump que por la exsecretaria de Estado. Pareciera como si los votantes estuvieran dispuestos a aceptar como presidente al empresario e inexperto aprendiz de político, con tal de cortar de tajo las prácticas demócratas de los últimos ocho años.
Nos falta un tercer debate. Temas por discutir seguramente hay muchos pero con los antecedentes de estos encuentros, no esperaría que el último fuera distinto. No sé qué más pudieran debatir los candidato para convencer a los indecisos pero francamente escuchar más insultos, ataques y los mismos temas una y otra vez, creo que sería una pérdida de tiempo para los votantes. Entonces, ¿necesitamos uno más?.
