La vida nos cambió totalmente de la noche a la mañana. De un momento a otro tuvimos que entender que por el bien de todos había que parar y el mundo como lo conocemos se detuvo.
La vida nos cambió totalmente de la noche a la mañana. De un momento a otro tuvimos que entender que por el bien de todos había que parar y el mundo como lo conocemos se detuvo.
La crisis del coronavirus nos recordó que la salud está por encima de todo y que sin ella no podemos seguir cumpliendo con nuestras rutinas diarias.
Las emociones varían durante el confinamiento y pasamos de la calma de los primeros días, al deseo de volver a ver gente en las calles, tráfico, actividad diaria y vivir en general, pese a la preocupación constante por ganarle a la pandemia que definitivamente es primerísima en lista de prioridades.
Llena de alegría ver cómo la gente desde balcones y ventanas homenajea a los nuevos héroes, los trabajadores del sector de la salud que se la juegan día a día en el frente de batalla por el bienestar de todos.
Pese a esto, no podemos ocultar la necesidad de volver a la normalidad o algo parecido y para los que amamos los deportes esto significa que regrese de alguna manera la acción.
La EPL ha pensado hasta jugar en China, MLB quiere hacer temporada en un radio de 50 millas en Arizona, la NBA podría ir a Las Vegas, la UFC propone una isla. Todo por la necesidad de volver a competir.
Desde lo emocional y lo económico el mundo quiere la versión más parecida posible a lo que vivíamos hasta el día que se nos mandó a casa indefinidamente.
Pese a que es difícil encontrar ese balance y cualquier error costaría más vidas, es hora de poco a poco y en la medida en que se vaya estabilizando la curva, tratemos de volver a sentir nuestras pasiones, eso sí, con mucha más conciencia y responsabilidad.
Esa “normalidad” de antes quizá no vuelva, pero busquemos lo más cercano con mucha prudencia.
Primero, ganarle a la pandemia y salvar vidas, pero eso sí, después de la vida, competir es prioridad.

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