sábado 23  de  marzo 2024
Venezuela

Dopaje, deporte y política

Sea como sea, siempre será preferible una lanzadora de disco dopada a un político o dirigente deportivo inhalando billetes malhabidos
Diario las Américas | OMAR ESTACIO Z.
Por OMAR ESTACIO Z.

Alexander Krushelnitsky, atleta ruso que compitió en los Juegos Olímpicos de Invierno en Surcorea 2018, podría ser despojado de la medalla de bronce que ganó en curling mixto.

Sobre Rusia pesan sanciones decretadas por el Comité Olímpico Internacional, COI, a causa de sus pésimos antecedentes en materia de dopaje. Krushelnitsky, habría consumido meldonio, sustancia prohibida que incrementa el flujo sanguíneo y aumenta la potencia muscular. Sería una catástrofe para las aspiraciones rusas de recuperar el derecho a abanderar delegaciones en tal especie de juegos. Sus atletas solo pueden participar representándose a sí mismos. Hasta nuevo aviso, les está prohibido en tales competiciones, enarbolar su tricolor nacional.

Muy justo, excelente, saludable, el posible castigo contra el mencionado curlista, de resultar positivo. Lo que ocurre es que todos los días vemos el doping con café, tabaco, alcohol, con deporte-espectáculo y otras sustancias, no menos nocivas.

El yuppie para ganar en la NY stock exchange se da sus pases de cocaína. El jefe de Estado, el aspirante a un cargo electivo de una nación, agarran sus tronas de populismo, odio al distinto, demagogia, armamentismo, dinero mal habido.

Para no correr el riesgo que se nos llame entrometido, nos referiremos tan solo, al caso de nuestro país: Venezuela. El señor Diosdado, por ejemplo, agarra sus voladoras con dólares, euros, yenes, yuanes, rupias, bolivaritos depreciados y cualquier especie amonedada que se le atraviese. Maduro, con sus sobredosis de imbecilidad, cipayismo, en cocktail explosivo con crueldad. La supuesta Revolución Bolivariana es un fumadero de opio que ha traído consigo una voladora de complejos personales, malquerencias sociales, abuso de poder, represión, fruición por meter mano en la Tesorería

Dicen que se ultraja una actividad tan hermosa como el deporte cuando se produce el consumo de estimulantes. Pero uno, por el contrario, cree que quien recurre a los esteroides anabolizantes, no es más que el verdadero rostro del deporte-espectáculo. La verdad no dicha de unos juegos que ya no tienen relación con aquellas gestas nacidas en el Olimpo. El barón de Combertain proclamaba que lo importante no era ganar sino competir. Nuestro multiatleta “Chiquitín” Ettedgui, le replicó con acierto: “Lo importante no es competir, sino competir bien”. Y así es, en el deporte, en la vida corriente y moliente, como en la política. Lo que incluye abstenerse de competir bien, cual comparsa, en votaciones amañadas.

Se drogan el futbolista, el pelotero, el contendor de pista y campo, el atleta de invierno, pero antes, ya se ha dopado el aficionado en la grada con la adicción incontrolada por las victorias y el fanatismo exacerbado subproducto del marketing.

Canibalismo primaveral, titulaban los surrealistas esas demostraciones de antropofagia deportiva. Es el big business en el sport, con poco de primavera, pero con mucho de engullirse a los demás, en pretendida guerra a muerte, con el balón o la disputa en la cancha como excusa. Un odio del hombre contra el hombre, como en el circo romano, que ha conducido a vandalismos como el de los hooligangs ingleses, los ultrasur de España, sin excluir a ninguna otra especie de fanáticos. Ya no es más un juego, sino una batalla de etnias, de millones de moneda dura, de figurones, de exaltación nacionalista.

En la posible infracción y eventual desposesión de la medalla ganada por el joven Krushelnitsky, cabe el conocido tópico: variaciones sobre un mismo tema. En el banquillo del acusado, bien podrían estar la dirigencia deportiva. El COI, el Tribunal Arbitral del Deporte, CAS, por sus siglas en inglés, la CONMEBOL, la inefable FIFA. Si los cultores del músculo se ayudan con esteroides anabólicos, quienes están supuestos a supervisarlos y darles buen ejemplo, se intoxican con dólares a lo Joseph Bladder o lo Samaranch. Sea como sea, siempre será preferible una lanzadora de disco dopada a un político o dirigente deportivo inhalando billetes malhabidos.

Dicho lo anterior, más comprensión con casos como el Alexander Krushelnitsky.

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