La joven cantautora, galardonada siete veces con el premio Grammy, Billie Eilish, compuso en 2019 la canción All the Good Girls go to Hell, un tema que pone al cambio climático en primer plano.
La joven cantautora, galardonada siete veces con el premio Grammy, Billie Eilish, compuso en 2019 la canción All the Good Girls go to Hell, un tema que pone al cambio climático en primer plano.
Pero Eilish no fue la primera, pues otros, antes que ella, también dedicaron su música para apoyar la lucha por el medio ambiente.
Entre ellos, el exintegrante de los Beatles Paul McCartney con Despite Repatead Warnings o el desaparecido Marvin Gaye cuya canción Mercy, Mercy me, del álbum de 1971 What 's Going On, se convirtió en uno de los himnos favoritos por el ecosistema.
En otras palabras, ha sido una causa que ha estado con nosotros desde hace algún tiempo, aunque solo ahora haya logrado merecida atención de la comunidad internacional.
“Las cuestiones ambientales y el cambio climático no fueron una preocupación importante de Naciones Unidas (ONU) en el período posterior a su creación, en 1945. Durante sus primeros 23 años, la actuación en estos temas se limitó a actividades operativas a través de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y solo en el contexto de una de las mayores preocupaciones de la época: la adecuación de los recursos naturales conocidos, para proporcionar el desarrollo económico de un gran número de miembros o "países subdesarrollados", como se los denominaba entonces”, según una crónica de la página web del multilateral, escrita por Peter Jackson.
Hubo que esperar hasta 1968 para que las cuestiones ambientales recibieran atención y recién en 1987 la Asamblea General adoptó un marco de acción para lograr un desarrollo ambientalmente racional, introduciendo la noción de desarrollo sostenible.
Pero ahora, con la guerra en Ucrania, convertida en un conflicto global, al provocar una crisis alimentaria y energética y sembrar el hambre en países más pobres, pareciera que la lucha por la conservación del medio ambiente pudiera quedar relegada en las prioridades.
Para Estados Unidos, Europa y otros países, el rápido aumento del costo de vida ha obligado a retrasar los planes para abordar el calentamiento global.
El uso del carbón, como fuente de energía, vuelve a estar de moda en una Europa ansiosa por alejarse de la dependencia del petróleo y el gas rusos, aunque todavía Moscú siga recibiendo millones de dólares por la venta de estos rubros, a pesar de las intenciones declaradas de países como Alemania de boicotear los suministros de energía rusos.
Dada la crisis energética, el carbón se puede comprar a un precio relativamente bajo, aunque sea altamente contaminante.
También se suma al sentimiento general, que después de más de 16 semanas de guerra en Ucrania, el mundo atraviesa un período de caos casi incontrolable en un momento cuando el planeta debería introducir medidas drásticas para frenar el aumento de la temperatura global.
Así, en lugar de enfocar sus esfuerzos para reducir las emisiones de carbono, el presidente Joe Biden junto a otros líderes libran una batalla para detener la inflación galopante y una posible recesión.
Sin embargo, hay serias implicaciones del cambio climático para la gobernanza global, la migración masiva y la seguridad nacional de Estados Unidos.
“En los círculos académicos parece haber cierto consenso de que durante las próximas décadas decenas de millones de personas tendrán que migrar debido a los desastres exacerbados por los impactos del cambio climático”, sostiene el presidente de Refugees International, Eric Schwarz.
En octubre de 2021, la Casa Blanca publicó un informe sobre el desafío del cambio climático y la migración global, reafirmando muchas de las conclusiones arriba mencionadas, aunque las recomendaciones para la acción del gobierno sean bastante tibias, según Schwarz.
Para otros analistas como el profesor de economía de Stern School of Business en la Universidad de Nueva York, Michael Spence, esta coyuntura de precios elevados en los combustibles fósiles puede generar un fuerte incentivo para que los países y los consumidores aumenten la eficiencia energética e inviertan en soluciones sostenibles.
En otras palabras, es posible que los países que no habían considerado seriamente cambiar a fuentes alternativas eólicas, solares, mareomotrices y otras tengan que hacerlo ahora para buscar su independencia del petróleo.
No resolverá la crisis energética y económica inmediatamente, pero podría ayudar a salvar el planeta a largo plazo.