Para los estudiosos de la psicología arquetipal (una de las ramas de la psicología analítica profunda), el panteón de los dioses griegos es clave para poder acercarnos a la psique personal y colectiva. A través de los mitos que lo conforman podemos delinear preformas que determinan algunos de nuestros comportamientos, motivaciones, complejos y dinámicas. Entre las múltiples deidades que adornan el Olimpo, hay una que goza de la especial estima de todos por su sabiduría y antigüedad: Hestia, la diosa del corazón y del fuego del hogar. Por ser la primera hija que nace de la unión de los titanes Cronos y Rea, no hay casi representaciones de ella y son contados los mitos donde aparece… pero, a pesar de esto, siempre está presente.
Se dice que Hestia es la que guarda la memoria colectiva para que la familia hunda sus raíces y lo que permite que los grupos se transformen en comunidades; cuando se quería contar una historia lo primero que se decía era “empecemos por Hestia”. Se le representaba con un fuego ardiente en el centro de la ciudad (marcando una suerte de Omphalos). Cada vez que se iba a fundar una ciudad, se tomaba una antorcha de este fuego y se transportaba al nuevo espacio para perpetuar la Tradición. De la misma forma, cuando alguien construía su casa, tomaba con una antorcha parte de esta hoguera y así transformaba su domicilio en un “hogar”. Esta emanación sagrada garantizaba la felicidad y unión de todos; ella alimentaba el fogón de los templos y viviendas, el lugar más importante porque era donde se le presentaban ofrendas a los dioses, un espacio para religare (reunir).
Siguiendo la estela de Hestia y acercándonos a temas tan peliagudos como la migración, las complejidades del linaje familiar, la xenofobia, la búsqueda de la identidad, el amor imposible, los prejuicios y la crítica social, llega a nuestras salas de cine Elemental (Elementos), la nueva películas de Disney y Pixar. Ambientada en un mundo donde los elementos (fuego, agua, aire y tierra) están antropomorfizados y conviviendo en armonía, la historia comienza con la llegada de los padres de Ember Lumen (Leah Lewis) a Element City, una nación construida por diferentes “oleadas” de elementos inmigrantes. Como es de esperarse, la ciudad fue diseñada para la comodidad de sus primeros habitantes (agua, tierra y aire, que componen la mayoría), desplazando a ghettos a los recién llegados (los del elemento fuego). Repitiendo el patrón de cualquier familia inmigrante y pujante, los padres de Ember, Bernie (Ronnie del Carmen) y Cinder (Shila Omni), comenzaron a vivir en la periferia de Element City, construyendo desde cero —y con sus propias manos— un negocio donde vendían productos pensados para los habitantes del elemento fuego (como troncos, combustible, cristales, etc). Con el pasar del tiempo fueron aumentando los pobladores ígneos de este lugar, haciendo que el negocio avanzara viento en popa (eso sí, trabajando 24/7). Los problemas comienzan cuando Bernie quiere retirarse y dejarle las riendas del local a Ember que, a pesar de su talento, lucha constantemente con sus problemas de temperamento frente a clientes insoportables que la hacen explotar —literalmente. Es gracias a esto que conoce accidentalmente a Wade (Mamoudou Athie), un inspector del elemento agua que pone en peligro el negocio familiar de los Lumen, obligando a la joven a embarcarse a una aventura en la que se cuestionará sus paradigmas alrededor de su familia e identidad.
Al igual que otras producciones como Inside Out, Soul o Zootopia, lo primero que nos cautiva de Elemental es la construcción de su universo. Element City es un lugar brillante y colorido donde cientos de elementos humanizados hacen una vida parecida a la nuestra (trabajan, asisten a partidos de basquetbol, van a museos, compran en tiendas, etc), pero manteniendo el comportamiento de su esencia. El resultado es un mundo peculiar y con reglas particulares, que nos permite entender la afinidad entre elementos (agua, aire, tierra) y la exclusión natural del fuego (por ser peligroso para todos y convivir en una ciudad que no fue pensada para su existencia).
La clave de que este mundo funcione de forma tan orgánica está en el diseño de producción de Don Shank (Inside Out, Finding Dory) que articula espacios humanos con una lógica especial que nos permite ver cómo todos los elementos se pueden mover a sus anchas en un espacio diseñado para ellos, mientras que el fuego se expone a un peligro casi mortal cuando realiza actividades diarias tan simples como tomar un tren. Es así como los niños y adultos observamos, entrelíneas, lo hostil que puede ser para una familia de inmigrantes la llegada a un nuevo país. Una alegoría directa a la historia de Estados Unidos, pero que es extensible a todas partes del mundo en la modernidad. Gracias a este subtexto, Elemental nos regala un mensaje clave para las nuevas generaciones y que hará que los más grandes revivan su pasado (o el de su familia) cuestionándose comportamientos xenofóbicos de los que muchas veces no están del todo conscientes.
Contrario a lo que podría pensarse (por tratarse de un universo de fantasía y de personajes abstractos), Elemental se siente profundamente cercana. Parte de esto se debe a que está inspirada en la historia de los padres de su director Peter Sohn (The Good Dinosaur, que también trabajó en la animación de clásicos de Pixar como Ratatouille, Up, Wall-E, The Incredibles y Finding Nemo), quienes salieron de Korea para aterrizar en el Bronx, sin hablar inglés, y que construyeron un pequeño abasto para mantenerse. El guión a cargo de la tríada de John Hoberg, Kat Likkel y Brenda Hsueh, todos procedentes de la televisión con un enorme bagaje en series infantiles y de adultos (que van desde Simon & Pumba, My Name is Earl, hasta How I Meet Your Mother), logra un delicado equilibrio entre deleitarnos con un mundo mágico y secuencias sumamente creativas —aprovechando la antropomorfización de los elementos—, y al mismo tiempo, profundizar en dramas familiares, desarrollar una relación imposible entre chico y chica, sin perder el foco en el proceso de maduración de Ember. Como toda inmigrante que crece en un país nuevo, el reto de la protagonista radica en mantener y honrar las costumbres de su familia, pero también en encontrarse a sí misma y conseguir su lugar en el mundo (así como lo hicieron sus padres cuando eligieron explorar otros rumbos y abandonar su patria).
La construcción de sus personajes va más allá de la corporeidad de cada elemento. Su personalidad está inspirada en la teoría de los humores de Hipócrates, utilizada por los médicos antiguos, filósofos griegos y astrólogos para explicar los diferentes tipos de temperamento que componen el alma humana. Es así como Ember, del elemento fuego, se nos presenta como colérica (extrovertida, impulsiva, eufórica, activa, apasionada) y Wade, del elemento agua, linfático (emocional, empático, soñador, elusivo). Esto genera una inversión de los roles habituales que solemos tener en las producciones de Disney: siendo el chico sensible y tímido en contraposición a la chica que es arrojada y violenta. Esta misma teoría sobre el comportamiento también es aplicada a los personajes secundarios como los del elemento tierra (que son persistentes, tercos y confiables) y los del elemento aire (que son cambiantes, ligeros y expresivos). El resultado es una historia que, por apelar al sustrato simbólico, logra que rápidamente todos entendamos los códigos de conducta de Element City y los asimilemos de forma natural.
La coherencia a nivel narrativo y visual de Elemental también se sostiene en el campo de la realización. Al igual que su director, guionistas y otros miembros del equipo técnico, el reparto que da voz a los personajes es completamente variopinto conformado por personas de múltiples nacionalidades, géneros y colores (asiáticos, iraníes, pakistaníes, franceses, norteamericanos, latinos, afrodescendientes). Al no tener voces mainstream dentro de la historia (salvo a Catherine O´Hara), Elemental se escucha nueva y refrescante, lo que siempre se agradece porque sirve para darle espacios a talentos emergentes que son más que necesarios en este tipo de cine (donde, muchas veces, la selección de intérpretes es dictada por el star system yendo en detrimento de la naturalidad de la historia). Por supuesto, tanto la elección de Wade y Ember, actores relativamente “nuevos”, es maravillosa y con su voz le dan vida a la química que sus personajes en pantalla nos transmiten.
En un mundo donde emigrar es cada vez más común y el fenómeno de la globalización crece a pasos agigantados —gracias a la tecnología que disuelve las fronteras—, Elemental nos recuerda que debemos honrar nuestras costumbres y que todos estamos unidos por una fina cadena que va más allá de las apariencias externas. En la estela de producciones como Coco, Encanto y Red, la historia de Wade y Amber nos habla de la importancia de sanar el linaje familiar en la construcción de nuestra identidad y de la necesidad que tiene toda una generación de que sus padres los reconozcan por lo que son y pueden ser (y no por parámetros obsoletos). Una delicada danza entre lo de afuera y lo de adentro, entre cambiar y mantener lo esencial, abrirnos a lo nuevo y proteger la Tradición. La clave está en que, a donde sea que vayamos, mantengamos el fuego de Hestia vivo en nuestros corazones y con él encendamos el de nuestro nuevo hogar.
Lo mejor: la construcción del universo que plantea, su presentación es ingeniosa y orgánica. Las múltiples lecturas que ofrece alrededor de la emigración, la xenofobia y los complejos familiares. Las correlaciones simbólicas entre los elementos y el desarrollo de sus personajes.
Lo malo: a pesar de que el foco de la historia es fuego y agua, quedamos con ganas de ver un poco más la dinámica con los elementos de tierra y aire. Su resolución es predecible y toma los derroteros habituales que asumen Disney y Pixar frente a la muerte.