Han pasado tres años desde que la pandemia del COVID provocó un cierre casi total de la sociedad norteamericana, y todavía estamos viendo el impacto. Desde el número de muertos por la enfermedad, hasta el impacto de la educación virtual en la Generación Z, los efectos de la pandemia y los bloqueos impuestos por el gobierno han sido profundos y de gran alcance.
Pero, al resaltar todo eso, no debemos olvidar cuán peor podría haber sido la situación. Cuando los gobiernos estatales y locales de todo el país comenzaron a cerrar la economía, millones de pequeños negocios y decenas de millones de trabajadores se enfrentaron a una potencial ruina financiera. En abril del 2020, más de 20 millones de estadounidenses perdieron sus trabajos. Economistas predijeron ocho millones de despidos adicionales en mayo. Eso habría significado la tasa de desempleo más alta en EE.UU. desde la Gran Depresión, sin mencionar una crisis en cascada en el sector inmobiliario.
En respuesta a esta situación que enfrentaban los pequeños negocios, lideré desde el Congreso la creación del Programa de Protección de Cheques de Pago (PPP, por sus siglas en inglés). En menos de dos semanas, este programa comenzó a distribuir préstamos condonables a pequeñas empresas. Solo en mayo, el PPP envió $150 mil millones de dólares a los empleadores, quienes usaron ese dinero para mantener a sus trabajadores en la nómina e incluso ayudó a volver a emplear a los empleados suspendidos o despedidos. El resultado fue poco menos que extraordinario. En vez de perder puestos de trabajo en mayo, la economía en realidad ganó 2.5 millones de empleos, superando el impacto aplastante de las órdenes de cuarentena y cierres.
Hoy en día, está de moda que los medios culpen al PPP por los estafadores que explotaron el sistema, pero esas críticas están equivocadas. Para ser efectivo, el programa tenía que implementarse a una velocidad vertiginosa con el entendimiento que la aplicación estricta vendría después que pasara la crisis. El hecho que la Administración Biden no verificara la información de los prestatarios antes de perdonar los préstamos, por otro lado, fue negligente en el mejor de los casos y criminal en el peor.
Sin embargo, incluso teniendo en cuenta el fraude, el programa fue un éxito abrumador. Aproximadamente el 90 por ciento de los $800 mil millones de dólares emitidos en préstamos de perdonables del PPP se destinaron a negocios legítimos para fines legítimos. Además, la gran mayoría de esos fondos fueron destinados a industrias vitales, de las cuales la fabricación fue la más beneficiada. En conjunto, el PPP apoyó a 55 millones de puestos de trabajo, incluyendo 6.1 millones en mi estado natal de Florida, con un tamaño promedio de 20 empleados.
El economista, Doug Holtz-Eakin, tildó al PPP como “la política fiscal individual más efectiva jamás emprendida por el gobierno de EEUU”. Sin este programa, Wall Street habría recibido el mismo trato que obtuvo en el 2008. Washington D.C. hubiese emitido rescates a grandes bancos y corporaciones, que habrían utilizado la crisis para comprar, consolidar y vender a sus competidores más pequeños. Pero Main Street, y EE.UU. nunca hubiesen sido lo mismo.
Sin embargo, esta no es solo una historia sobre macroeconomía. Es la historia de la constructora.
de Tony Alonso, que usó un préstamo PPP para volver a emplear a quienes habían despedido, para poder pagar las primas del seguro médico y hacerse cargo de los costos del alquiler y los servicios públicos tras una semana de la aprobación del préstamo. Es la historia de Flags of Valor, un pequeño negocio operado por veteranos que “volvió a emplear a todo nuestro equipo” gracias al PPP.
Y es la historia de Viv Helwig, quien confió en el PPP para desarrollar su empresa de fabricación especializada. La empresa Vested Metals, con nueva sede en Florida, suministra “todo, desde las aspas del ventilador de un motor de avión Rolls-Royce hasta las prótesis de implante utilizadas en la cirugía de fusión espinal”. Este es el tipo de innovación de alto crecimiento vital para garantizar nuestra fortaleza nacional en el siglo XXI. Pero, para Viv y sus trabajadores, también es una fuente esencial de ingresos y representa el sueño de una vida mejor. Los bloqueos por la pandemia amenazaron la estabilidad de Vested Metals, pero el PPP le permitió a Viv superar la crisis y duplicar su personal de siete a 13 empleados.
Estas historias demuestran la eficacia del diseño del programa, al que llegamos mis colegas y yo de forma bipartidistas a través de nuestra determinación de mantener a los estadounidenses conectados con la fuerza laboral. Nuestro objetivo siempre fue emitir préstamos condonables, pero insistimos en una condición: que el 75% de esos préstamos fueran a la nómina. Queríamos proteger a los trabajadores además de a las pequeñas empresas, y lo logramos.
Mirando hacia atrás en el gasto de alivio de la pandemia en su conjunto, es obvio que los demócratas convirtieron muchas de las medidas iniciales específicas a corto plazo en un despilfarro masivo, creando la inflación que seguimos sufriendo hoy. Pero volvería a hacer el PPP sin dudarlo. No me arrepiento, porque no iba a sentarme y dejar que los bloqueos destruyeran la economía y nuestra fuerza laboral.
Aunque está de moda hacerse el cínico, creo que el Programa de Protección de Pago de Cheques es verdaderamente una de las grandes historias de éxito de nuestra nación, una de la que los estadounidenses pueden estar orgullosos en las generaciones venideras.