“China, simplemente, no es una economía de mercado. Conceder prematuramente el estatus cuando no cumple ni los criterios de la Unión Europea (UE) ni las obligaciones de la OMC sería una locura económica y políticamente”, advirtió en su día Axel Eggert, director general de Eurofer, que representa los intereses del acero.
La UE siempre ha mirado de reojo a la nación asiática desde que en 2001 ingresara en la Organización Mundial del Comercio, en calidad de país en transición hacia una economía de mercado con un plazo provisional de 15 años. A punto de cumplirse la fecha establecida, y remitiéndose a los hechos, la UE debe decidir si Pekín ha aprendido a jugar bajo las reglas del juego.
Un estudio del Economic Policy Institute (EPI) alerta sobre esta situación, tras insinuar que un incremento de las importaciones de China podría derivar en una caída del PIB europeo del 2% y una pérdida de empleos entre las industrias más afectadas de entre 1,7 y 3,5 millones, 639.000 en Alemania y 416.000 en Italia.
Ello explica que la mayoría de los países miembros de la UE no estén dispuestos a aceptar las condiciones y los incumplimientos de China. Sería como darle una licencia ilimitada para seguir haciendo dumping, advierten desde diferentes sectores industriales que no se sienten protegidos por los instrumentos legales establecidos por parte de la UE.
Y aunque la Comisión minimiza las cifras y sitúa en torno a los 188.000 los empleos en riesgo si no se adoptan medidas, una nota interna de trabajo eleva a 234.000 los empleos directamente afectados -el 79% en Italia, Alemania, Francia, España, Polonia y Portugal- como consecuencia de las medidas antidumping puestas en marcha por el gigante asiático.
En este sentido, el informe de European Council on Foreign Relations, que firma el investigador y director del programa Asia/China de ECFR François Godement, asevera que la cuestión del estatus de economía de mercado es una maniobra de distracción.
“El término ni siquiera está definido bajo las normas de la OMC. De hecho, China está centrando su atención en la batalla cuyo objetivo es eludir las medidas especiales europeas anti-dumping”, asegura el analista.
Para el investigador François Godement, mantener en vigor las actuales medidas tan solo sería una solución a corto plazo, ya que China hará un recurso legal una vez se cumpla la fecha límite. Con lo que supone que Europa no debería desmantelar las protecciones existentes para sus productores antes de que se hayan implantado alternativas eficaces.
La única conclusión cierta sería una amplia reforma de los instrumentos de defensa del comercio, para asegurar la protección a los productores sin discriminaciones contra China. Una circunstancia que llevará tiempo, por lo que según la investigación Europa debería intentar alcanzar un acuerdo con Pekín con el objetivo de evitar una disputa legal o una guerra comercial en el intervalo.
Los expertos coinciden en que la UE debería pelear por intentar solucionar el problema de la asimetría entre Europa, el mercado más grande del mundo, y China, el mayor productor industrial del mundo.
Pero esta asimetría podría significar también otros desequilibrios. Como asegura el estudio del European Council on Foreign Relations, “apoyadas por un masivo capital estatal, las compañías chinas tienen la capacidad para comprar empresas europeas tales como Volvo, Pirelli, o Syngenta, pero las compañías europeas no pueden hacer lo mismo en China”.
La paradoja va más allá. “Los reguladores europeos castigan a los Estados Miembros que subsidian ilegítimamente sus negocios, pero en China, el precio de la tierra sobre la que una empresa construye, la energía que usa, y la financiación que recibe están determinados por el Estado. La asimetría amenaza la misma estructura de Europa. Las políticas económicas de Pekín provocan grandes divisiones. China provee a sus consumidores de bienes baratos, pero arrebata puestos de trabajo a los productores”, advierte Godement.
Por lo tanto, es vital para Europa encontrar un régimen de comercio que sea adecuado y solvente para China. Algo que, aliñado con el hecho que el gigante asiático es el segundo mayor socio comercial de la Unión y una conexión clave dentro de las cadenas de producción global sin el cual las estanterías de las tiendas estarían casi vacías, forman un caldo de cultivo gravemente desestabilizador.
En este sentido, el estudio de François Godement indica que “el poder de la UE pasa por su habilidad para establecer un conjunto de reglas que equilibren el libre mercado y el Estado de bienestar". Y advierte: "No es una opción actuar pasivamente mientras este equilibrio está bajo amenaza debido a que China ha crecido más de lo que ha cambiado política o socialmente. La inacción tan solo alimentaría las reacciones negativas contra el libre mercado global”.
La amenaza está ahí. Por su supuesto que la cerrada visión de China sobre el estatus de economía de mercado es causa de preocupación, sobre todo si esta posición derivada de las tradicionales visiones de China como una economía en desarrollo, no es corregida desde una visión inteligente y de liderazgo por parte de Europa y EE.UU.
Teniendo en cuenta las incertidumbres que aparecen en el horizonte para la UE, advierte el experto Godement, “China podría estar sobrestimando las divisiones internas de Europa, así como la efectividad de su propio ejercicio de presión; y subestimando la capacidad de adaptación de Europa cuanto se trata de sus importantes asuntos económicos y comerciales”.
El acuerdo sobre la concesión del estatus de economía de mercado de China por parte de la UE, algo que también tienen que hacer otras potencias comerciales como EEUU o Japón, se deriva del protocolo de la entrada de Pekín en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001.
El debate llega en un momento delicado con una economía mundial estancada y un comercio global en su peor momento en años.
De momento, explican los expertos, Bruselas ha encontrado un plan de choque para sortear una guerra comercial con China y a la vez considerar las quejas de la industria europea, que pide con razón más protección frente a la avalancha de importaciones de bajo coste procedentes del país asiático.
La estrategia se basa en tres pilares: suprimir la lista de países que no son economía de mercado. Con lo que no sólo se solucionará el debate de sacar o no a Pekín, sino que se aplicará un cambio en el método de cálculo del recargo tarifario antidumping. De manera que a partir de ahora se penalizarán más “las distorsiones provocadas por la intervención del estado en un país o sector”.
Asimismo, se reforzarán las medidas contra las subvenciones a las exportaciones y se establecerá un periodo transitorio durante el que se mantendrán todas las tarifas antidumping ya aprobadas, mientras que las investigaciones ya iniciadas continuaran con las reglas antiguas. Además de acelerar la adopción del nuevo sistema de defensa comercial de la UE, que lo aproximará al vigente en Estados Unidos.
Por último, se quiere reducir la sobrecapacidad en algunas industrias, especialmente en el sector del acero, que acapara la mayor parte de protestas de las compañías europeas, pese a que se le aplican ya 15 medidas antidumping.
Algo más que una china en un zapato. Sin duda, se trata de un reto global. El tándem UE-EE.UU ha hecho múltiples declaraciones de voluntad diplomática y comercial, pero esa voluntad se demuestra afrontando tareas difíciles, desde la exigencia y el control riguroso de los compromisos acordados, con todas sus consecuencias.
Analista y consultor