Por donde quiera que se mire el fenómeno de crisis en Venezuela, cuyo único artífice es el chavismo y sus desatinadas políticas de Gobierno, encontramos unas cifras que producen grima y que nos conducen a cotejar el país de antes con el de hoy.
Por donde quiera que se mire el fenómeno de crisis en Venezuela, cuyo único artífice es el chavismo y sus desatinadas políticas de Gobierno, encontramos unas cifras que producen grima y que nos conducen a cotejar el país de antes con el de hoy.
Una inflación que podría superar este año el 1.000% es un guarismo alarmante que deja ver entre líneas el fracaso de un modelo que, a su vez, ha sumido a esa próspera nación en un índice de pobreza que galopa sobre un estrepitoso 82%.
Así las cosas, cada día es más evidente que el bajo coeficiente intelectual del gobernante Nicolás Maduro está haciendo mella en el país. Tal como piensa y habla el dictador es la Venezuela que hoy camina al borde de un profundo abismo del que será difícil, mas no imposible de salir, cuando la democracia vuelva a florecer en las instituciones secuestradas por el régimen.
Un gobernante sensato y apegado a los lineamientos democráticos no dudaría en marginarse del poder frente a la realidad que experimenta Venezuela. Más de 120 muertos, casi 2.000 lesionados y 676 presos políticos constituyen un balance oscuro que se niega a considerar el regente del palacio de Miraflores.
Pero Maduro también asume una posición miope o de conveniencia para sus intereses non sanctus al desconocer que un hogar para adquirir mensualmente la canasta alimentaria necesita 1.443.634 bolívares, 17.4% más de lo contabilizado en junio, frente a un pírrico salario mínimo integral de 250.531 bolívares.
Si estas cifras no sensibilizan a la dictadura de Maduro seguramente es porque ningún miembro de su familia está abocado a sobrevivir con una sola comida al día, carente de una mínima proteína, porque la carne de res, el pollo o el pescado son parte de un sucio mercado selectivo al que solo tienen acceso los enchufados al Gobierno.
De ahí que un estudio de Cáritas Venezuela revela que la desnutrición golpea a 11.4% de los niños en el país, y que los medios no oficialistas muestren las imágenes, otrora impensables, de hombres y mujeres hurgando entre la basura para encontrar alimento.
El estado de crisis en Venezuela es el reflejo de unas políticas ineficaces e ineficientes, cuyo último fin no será otro que conducir al país a un caos más profundo del que hoy es latente en cada rincón del territorio venezolano.