miércoles 5  de  noviembre 2025
ANÁLISIS

¿Hablemos de la ONU?

António Guterres como Michelle Bachelet, comparten una simpatía ideológica con regímenes de extrema izquierda que hoy integran comisiones clave de la ONU, como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Irán

Por Paul Sfeir

La Organización de Naciones Unidas, como garante, como debería ser, de los principios universales de Derechos Humanos y democracia, si quiere servir para lo que fue creada, requiere una conducción imparcial, firme y coherente.

Pero Michelle Bachelet, aspirante a la Secretaría General de la ONU, expresidenta de Chile y consabida activista de la izquierda internacional, arrastra cuestionamientos que comprometen esa neutralidad.

Su gestión como Alta Comisionada de Derechos Humanos fue irresponsablemente tibia frente a regímenes delictuales y autoritarios como el de Venezuela, donde evitó condenas claras ante violaciones sistemáticas. Esta ambigüedad mina ya desde hace décadas la credibilidad de la ONU que como instancia moral y política debe tener frente a los abusos de poder.

António Guterres como Michelle Bachelet, comparten una simpatía ideológica con regímenes de extrema izquierda que hoy integran comisiones clave de la ONU, como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Irán. Esta afinidad ha derivado en una diplomacia complaciente, que evita confrontar a estos regímenes incluso cuando están implicados en crímenes de lesa humanidad o en el patrocinio de grupos terroristas.

La pasividad de Guterres frente a la infiltración de Hezbollah en América Latina, o la falta de condena explícita de Bachelet ante la represión de la dictadura comunista en Cuba y la persecución religiosa en Irán, son ejemplos de una tolerancia peligrosa que erosiona los principios fundacionales de una tambaleante ONU.

Ambos líderes representan una continuidad diplomática que prioriza equilibrios ideológicos sobre la defensa activa de la democracia y de las personas.

En lugar de representar una renovación ética, la candidatura de Bachelet consolidaría un estilo de liderazgo que normaliza la presencia de regímenes autoritarios en espacios multilaterales.

En tiempos donde la democracia global enfrenta retrocesos, la ONU necesita una voz firme, no una prolongación de silencios estratégicos complacientes.

La libertad no se protege con nombres conocidos, sino con decisiones valientes, y la ONU no las está tomando.

Paul Sfeir
[email protected]

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