El ayuntamiento de la ciudad de Hollywood, en el sureste de la Florida, ha hecho efectivo recientemente el cambio de nombre de tres calles que homenajeaban a líderes sureños relacionados con la Guerra Civil estadounidense.
El ayuntamiento de la ciudad de Hollywood, en el sureste de la Florida, ha hecho efectivo recientemente el cambio de nombre de tres calles que homenajeaban a líderes sureños relacionados con la Guerra Civil estadounidense.
El gobierno que preside Josh Levy, tras varios debates caóticos y arbitrarios –a juzgar por las críticas que la oposición ha realizado sobre los procedimientos de la votación–, había aprobado previamente la modificación de la ordenanza municipal para rebautizar una parte del callejero local.
En principio, las tres calles a las que se les ha cambiado el nombre son Robert E. Lee, que ha pasado a llamarse ‘Freedom’; Nathan Bedford Forrest, que se conocerá a partir de ahora por ‘Hope’, y John Bell Hood, que se ha convertido en ‘Liberty’.
La medida continúa suscitando polémicas y opiniones encontradas. De hecho, algunos comisionados que forman parte del Gobierno municipal han anunciado que seguirán presentando alegaciones por la manera unilateral de la votación, al tiempo que exigen que la sociedad civil pueda participar en un futuro en decisiones de este tipo con el fin de evitar maniqueísmos y posibles anomalías en el procedimiento sobre el cambio de nombres de calles y plazas.
La búsqueda de las víctimas de la esclavitud durante la Guerra Civil se ha convertido en uno de las obsesiones preferidas de los medios afines a los lobbies comunistas en EEUU, y sus historias se desempolvan con excitada pasión ideológica en diferentes ciudades del país. La reivindicación es la misma en todos los casos: retirar sin miramiento alguno nombres de calles, plazas y monumentos confederados por considerar que encarnan el racismo, la segregación y el odio.
Esta cruzada de guerracivilismo –orquestada por un sector de la opinión pública que presume de progresismo social– y la insistencia por dividir de nuevo a EEUU en dos mitades irreconciliables se ha convertido en uno de los más importantes motivos de inquietud de la sociedad norteamericana. Y, aunque parezca un hecho menor y aislado, podría tener connotaciones especiales al inscribirse en un momento de especial crispación política y social en la que algunos líderes irresponsables no dudan en fomentar el odio.
La Historia debe escribirse de manera integral y objetiva o se convierte en una manipulación al servicio de causas partidistas. EEUU se enfrenta hoy a las consecuencias de un pasado complejo y apasionante como lo fue su guerra civil americana (1861-1865), que marcó el fin de la esclavitud pero también legitimó la reunificación de los diferentes estados en una única nación inseparable regida por la Ley y la Constitución.
Por ello, una prueba clara de querer poner en práctica esa memoria selectiva ha sido esta decisión de los comisionados de Hollywood para el cambio de tres nombres del callejero de la ciudad. De hecho, la figura discutida e injustamente valorada del general Robert Edward Lee es un ejemplo de cómo el maniqueísmo ha llevado al desconocimiento generalizado de la historia de la guerra de Secesión y los consiguientes malentendidos. Hay documentos que prueban el desacuerdo de Lee sobre la esclavitud y su apoyo a la fundación de escuelas para esclavos en plantaciones, además de su afán para incluir soldados negros en el ejército confederado.
En rigor, naciones como EEUU –llamadas a ejercer un firme liderazgo para defender los pilares de su democracia– no deberían perder ni un minuto en desmentir a los que envenenan y adoctrinan a la sociedad con dosis masivas de desinformación.
Como cuando durante el período de la Reconstrucción y tras la aprobación de la Decimocuarta Enmienda a la Constitución de 1787, que declaraba ciudadanos de los EEUU a todos los nacidos dentro de las fronteras del país sin distinción de raza, la fiebre del nombramiento de calles y plazas produjo significativas arbitrariedades con referencias obligadas, en uno u otro bando, según el Estado en que estas se llevaban a cabo. De esa forma, líderes políticos republicanos radicales y militares del Norte, de tendencia autoritaria y mercantilista, aparecieron entonces en la nomenclatura de las calles y plazas sin que ello supusiese trauma alguno al ciudadano.
¿Hasta qué punto la sociedad norteamericana es consciente de la forma en qué diferentes líderes de la izquierda radical se dedican no sólo en los medios de comunicación sino también en foros de debate público, a manipular sentimientos y escamotear una parte de los acontecimientos históricos para socavar los cimientos del estado democrático?
Profundizar en el conocimiento de la Historia es esencial para salvaguardar la identidad de un país y ninguna sociedad debe prescindir de ello. Ahora bien, si lo que se pretende es hacer justicia, es necesario mirar en todas las direcciones. Denunciar solamente los atropellos de la Guerra de Secesión a la vez que se ignoran y ocultan trasgresiones cometidas por otros colectivos como fue el caso de las Panteras Negras, no es recuperar memoria histórica alguna sino poner la Historia al servicio de un grupo político con una agenda muy bien predeterminada para enquistarla en una maraña de buenos y malos. En una frase: es falsear la memoria de todos en beneficio de una parte que se ha atribuido el derecho a ser la conciencia colectiva de una nación.
La Historia de EEUU –que engloba muchos más valores que un idioma, un mercado y una moneda común– no pertenece a los partidos políticos ni a las ideologías. Conocerla y entenderla tal cual fue es una obligación para que las futuras generaciones de norteamericanos la reciban sin prejuicios, sin manipulaciones y, sobre todo, sin odio.
(*) Analista y consultor
