Quien hoy ocupa la sede presidencial de Venezuela -no debe olvidarse- es la obra de dos atentados constitucionales
Entiendo bien que la política nes una ciencia que nadministra realidades. nUna de ellas es que hay nun heredero que invade nhace meses -con el apoyo ninconstitucional de los nsuyos- el Palacio de Miraflores ny desde allí manda nal país. Pero posee y actúa nde forma ilegítima, y esto ntambién es otra realidad. n
La política, cabe ajustarlo, ncuando se entiende ncomo el"campo más vasto nde la caridad" -la expresión nes de Pio XI- y, de nsuyo, cuando es servicio nal prójimo y medio para nsu perfectibilidad, trasvasa nel odre de los hechos ninmediatos para situarse ncomo vector de los mejores nderroteros. De modo nque, lo ominoso o desgraciado nde las realidades ncon las que topa la política ny que a diario obligan na los políticos a mediar y ntransar, no conlleva tener nque soportarlas y menos nponer de lado el deber de ncambiarlas. n
La política, además, ncuando sirve a la verdad, nha de realizarse con fundamento nen principios ninvariables e irrenunciables; nlo que no implica nuna ideologización de las nrealidades. Antes bien, nexige el manejo de las nrealidades conforme a nlos cometidos finales del nser humano. Y esa verdad ntiene nombre y apellido, nes la dignidad humana, nde la cual se coligen esos nprincipios fundantes de la nmisma actividad política. nDe no ser así, apenas sería nun instrumento de la perversión. n
Dicho esto, he de observar nque el ocupante de nMiraflores sigue siendo nun gobernante ilegítimo, na pesar de los debatidos ny controvertidos resultados nde las elecciones municipales ndel pasado 8 de ndiciembre. n
Unos dicen que el régimen nperdió todas las ncapitales"vitrina" de Venezuela: nexpresión que al npaso molesta, pues toda nvitrina oculta la trastienda ndel abandono, lo decía Rómulo nBetancourt. Otros, narguyen que los seguidores ndel mismo régimen suman nmás alcaldías que sus adversarios nopositores y demócratas. nLos más, en fin, ndicen que uno y otro grupo nsiguen en tablas. Pero en nalgo coinciden ambos. Los nunos, para decir que la ndemocracia perdió en su nintento de plebiscito frente nal inmaduro heredero. Los notros para señalar que fue nerror intentar hacer de las núltimas elecciones eso, un nplebiscito. Unos y otros, ncomo lo creo, al admitir nsiquiera como imagen que nlos comicios recientes eran nuna suerte de revisionismo ndel fraude electoral ocurrido nantes, durante las nelecciones del 14 de abril nprecedente, prostituyen el nsentido y propósito de la npolítica según los términos nexplicitados; todavía nmás, es un sacrilegio si la nentendemos como política ndemocrática. n
Quiero decir con esto que nla ilegitimidad democrática nde origen, cuando es nproducto de golpes desde nel Estado, jamás es redimible. nMal puede ser purificada na través de un hecho nelectoral. Tanto como no npodía cumplir ese cometido nla jornada del 8D, nmenos podía admitirse nla legitimidad de unas nelecciones presidenciales ncomo las del 14A, cuyo nobjetivo fue, justamente, nescoger entre un candidato nconstitucionalmente nhabilitado -Henrique Capriles- ny otro que jamás ni nnunca pudo ser candidato, nsalvo por lo ocurrido, los ndos golpes que le asesta a nla Constitución el Tribunal nSupremo de Justicia nen acatamiento del testamento npolítico de nuestro núltimo gendarme, fallecido nen La Habana. n
Según la doctrina democrática nmás autorizada y a nla luz de la jurisprudencia nde la Corte Interamericana nde Derechos Humanos, las nmayorías en una democracia nno pueden, mediante nel voto, escoger el camino nde la dictadura. Mediante nel voto de las mayorías nnunca pueden reducirse nlos derechos de las minorías. nSiempre es ilegítimo nponer de lado, mediante nel arropamiento mayoritario, nlas garantías de la ndemocracia, del Estado de nDerecho, y de los derechos nhumanos. n
Quien hoy ocupa la sede npresidencial de Venezuela n-no debe olvidarse- es la nobra de dos atentados nconstitucionales. El primero, nla sentencia de 9 nde enero del presente año nmediante la cual se le encarga nde la Presidencia nilegítimamente, sin que nello fuese posible; pues nel electo para el mandato nque se iniciaba el día 10 no ntomó juramento, murió. nEl ejercicio constitucional ntransitorio correspondía nal presidente del parlamento. nEl segundo, es la nsentencia del 8 de marzo nque acepta, violando palmariamente na la Constitución, nque el vicepresidente nen ejercicio se presente ncomo candidato presidencial. nVenezuela, en suma, nsigue bajo el mando de un ngobernante ilegítimo. Es nla consecuencia, eso sí, de nuna desviación genética no realidad trágica que ha nllevado a entender o hacer ncreer a las mayorías que nla fuerza de las espadas o nel voluntarismo, incluso napoyado en la mentira con nmengua de la razón y de la ndecencia humana, también nvale: u00a1Así, así es que nse gobierna! Pero ello es, njustamente, lo que deben natajar y"resistir" los políticos, nsi son demócratas y ncreen en los principios