lunes 25  de  marzo 2024
OPINIÓN

Inflación en EEUU: cómo salir del atolladero económico

La Casa Blanca trata de desviar la atención y culpar a los demás de la grave situación económica que atraviesa EEUU
Diario las Américas | RAFAEL MARRERO
Por RAFAEL MARRERO

En medio de una inflación tan alta como la reportada más de 40 años atrás, los consumidores estadounidenses miran con recelo el horizonte. No ven ninguna esperanza a corto plazo, máxime cuando el principal responsable de decisiones, Joe Biden, ni asume como propio el problema, ni toma nuevas medidas para resolverlo.

Tras conocer la tasa inflacionaria anual al cierre de abril, equivalente al 8,3%, Biden dijo que "el entorno inflacionario es un problema global, y que la guerra en Ucrania y los problemas de la cadena de suministro relacionados con la pandemia, son las razones del aumento de los costos". En otras palabras: sigue achacándole toda la culpa del problema a los demás.

Un artículo de NBC que se hizo eco de estas declaraciones, dejó entrever que el mandatario trató de restarse responsabilidad sobre los altos precios que tanto afectan al bolsillo de los estadounidenses, sobre todo en gasolina, alimentos, vivienda y energía, que son los de mayor aumento en los últimos 12 meses.

Según la fuente, Biden "no anunció ninguna nueva iniciativa política para abordar el problema". En todo caso, eso sí, trató de desviar la atención hacia otro lado, argumentando que "estamos viendo una inflación histórica en países de todo el mundo", como si no supiéramos que de él y sus acciones depende en mayor medida la situación que sufrimos hoy.

Ahora, ¿qué tendrían que hacer su Administración y la Reserva Federal (Fed) para revertir la presente inflación? ¿Hacia dónde deberían apuntar las posibles medidas a tomar? Repasemos seguidamente algunas de las soluciones que podrían ayudarnos a salir de este atolladero económico.

Menos gastos federales

Para Joel Griffith, investigator del Institute for Economic Freedom and Opportunity, perteneciente a The Heritage Foundation, lo primero que habría que hacer es detener la ola de gastos federales, teniendo en cuenta que estos han sido de $4,76 billones en 2019; $6,79 billones en 2020, y $7,02 billones en 2021.

En un artículo difundido por The Washington Times, el experto dijo que, "en solo dos años, la Reserva Federal ha utilizado billetes recién emitidos para comprar más de tres billones de dólares en bonos del Gobierno, así como varios billones más [provenientes] de otros activos financieros, como bonos corporativos y valores hipotecarios".

En su opinión, al imprimir dinero para cubrir estas “compras” mientras mantenía las tasas de interés cerca de cero, la Fed estimuló una expansión de la oferta monetaria de casi un 50% en solo dos años. Y, obviamente, "usar dinero creado de la nada para financiar el gasto público tiene un costo: los precios altísimos de hoy y la disminución de los ingresos reales".

Menos subsidios inmobiliarios

Griffith es de los que considera que hay que dejar de subsidiar al mercado inmobiliario. Para impulsar esta medida, se basa en el hecho de que la Fed compró $1,2 billones de valores respaldados por hipotecas de empresas patrocinadas por el Gobierno (GSEs, por sus siglas en inglés) desde marzo de 2020, por tanto, ahora posee 2,7 billones de estos valores, lo que representa un aumento del 125% si se compara con la fecha antes citada.

El también economista detalló que, "como consecuencia [de esto], desde el comienzo de la pandemia hasta febrero de 2022, los precios de las viviendas se dispararon un 33% y solo en los últimos 12 meses, han subido un 19,5%, eclipsando [así] el salto anterior de 12 meses, cifrado en un 7,1%".

"Ajustados a la inflación, prosiguió, los precios de las propiedades residenciales ahora superan los niveles récord de todos los tiempos, [en especial], de la burbuja inmobiliaria de 2006. Así que los precios de las viviendas ahora están aumentando mucho más rápido que los ingresos familiares".

Para aclarar más este tema, Griffith explicó que el Congreso subsidia los mercados hipotecarios a través de GSEs, específicamente Fannie Mae, Freddie Mac y Ginnie Mae, y que estas GSEs emiten más del 90% de todos los valores respaldados por hipotecas residenciales.

¿Qué pasa? Al suscribir tasas artificialmente bajas, estas firmas inducen a los prestatarios a obtener préstamos más grandes, alimentando así el aumento de los precios de la vivienda y excluyendo a nuevos compradores, como por ejemplo, las familias jóvenes.

Otra arista del mismo problema, según Griffith, revela que la relación entre el precio de la vivienda y el ingreso medio supera el 7,2%, eclipsando de este modo el pico de 7,03% conseguido a finales de 2005. Si se compara esa cifra con la del 5,0 obtenida entre 1980 y 2000, podemos sacar nuestras propias conclusiones.

Paralelamente, "en menos de 18 meses, los pagos de hipoteca basados en el costo medio de la vivienda aumentaron casi el 50% debido al alza de los precios combinado con una casi duplicación de las tasas hipotecarias, [mientras que] la relación entre el pago de la hipoteca y los ingresos alcanzó el 34,9% en febrero, [equivaliendo a] los niveles de asequibilidad más sombríos desde 2008», detalló el experto.

A partir de este escenario tan deprimente, puntualizó que "el Congreso debería exigir a la Reserva Federal dejar de comprar nuevos valores respaldados por hipotecas", al tiempo que instó a los legisladores "a eliminar el estatus especial otorgado a las GSEs y limitar su enfoque al financiamiento de compras de viviendas primarias".

Mayor acceso a la energía

Contrario a la postura de la actual Administración respecto a la energía (red de energía limpia para 2035, inversión en vehículos eléctricos e infraestructura para alcanzar el nivel cero de emisiones de gases de efecto invernadero en 2050), Griffith también llamó al Congreso a no apoyar la guerra que mantiene Biden en contra de los combustibles fósiles.

En este sentido, remarcó que «debido a las políticas y la retórica amenazante diseñadas para desalentar la nueva producción nacional, los precios del petróleo casi se duplicaron durante el año pasado y la producción de EEUU permanece más de un 10% por debajo de los niveles previos a la pandemia».

Griffith puntualizó, asimismo, que, "a medida que los grupos ambientalistas de extrema izquierda bloquean los proyectos de gasoductos de gas natural, partes del noreste continúan pagando precios de electricidad varias veces más altos que los que pagan los clientes en otros lugares".

A todas estas, cabe mencionar que EEUU está muy lejos de lograr el ritmo necesario para alcanzar las pretenciosas metas del inquilino de la Casa Blanca acerca de un sector eléctrico libre de emisiones dentro de 13 años.

Un informe de la Asociación Estadounidense de Energía Limpia señaló que, "si bien el país instaló 27,7 gigavatios de energía eólica y solar el año pasado, eso solo representa un 45% de lo necesario". Además, las instalaciones de energía limpia disminuyeron un 3% en 2021 frente a 2020, según datos del mismo reporte, difundido por Bloomberg.

Regresar al Gold Standard

Otra posible solución al problema inflacionario actual, podría ser el retorno al Gold Standard, sistema monetario en el que la moneda de un país tiene un valor directamente relacionado con una cantidad fija de oro. O sea, si una determinada nación utilizara este patrón, establecería un precio fijo para dicho metal; precio que usaría, a su vez, para fijar el valor de su moneda.

Pongamos, por ejemplo, que nuestro país fije el precio del oro en 400 dólares la onza. Significaría entonces que el valor del dólar sería 1/400 de una onza de oro. Con una cantidad específica del metal precioso representando un determinado monto de dólares, no solo podríamos evitar la inflación, sino también la deflación, fenómeno económico relativo a la caída general de los precios.

Pero ¿por qué el oro y no otro metal? Pues, básicamente, por sus propiedades inherentes: no se oxida, no se altera con el tiempo, no se puede falsificar, tiene un stock fijo y también posee usos no monetarios; por ejemplo, en joyería, odontología, electrónica y medicina.

Más importante aún, y esto es lo que viene al caso: tiene la gran ventaja de estabilizar los precios, prevenir las recesiones, imponer tasas internacionales fijas entre las naciones que lo usen como patrón y reducir la incertidumbre en el comercio mundial. ¿Qué más se podría pedir?

En 1933, luego de más de 50 años de utilización, nuestra nación lo abandonó completamente por mandato del presidente Franklin Delano Roosevelt. Según el expresidente Donald Trump, quien se ha mostrado abiertamente a su favor, "éramos un país muy, muy sólido [en aquel entonces], porque se fundaba en el patrón oro". Para mí, obviamente, está clarísimo que lo deberíamos considerar.

Incentivar el Made in USA

Si nuestro país produjera más bienes en territorio nacional, priorizando la manufactura Made in USA, no solo ganaríamos la batalla en la carrera por traer a casa la cadena de suministro, sino que generaríamos más empleos con la posibilidad de mejores salarios para el trabajador estadounidense promedio.

Actualmente, la principal preocupación entre la gente es el hecho de no poder acceder, o acceder con dificultad, a los productos y servicios encarecidos como resultado de la inflación. En realidad, a una buena parte de las familias norteamericanas no les alcanza el dinero para llegar a fin de mes, porque casi todo está demasiado caro.

Un artículo de Forbes al respecto señaló recientemente que, "si bien los salarios siguen en aumento, [estos] crecen a un ritmo más bajo que los precios. De hecho, las ganancias ajustadas a la inflación cayeron un 2,6% en comparación con la misma época del año pasado, lo que significa que el trabajador típico ahora tiene menos poder adquisitivo que hace un año".

Por eso la actual Administración tiene que dejar a un lado las excusas y hacer lo necesario cuanto antes, actuar frente al descontento popular y poner manos a la obra; en suma, tiene que aplicar con urgencia las soluciones más acordes a las necesidades del país, pues, como dice el dicho, para luego es tarde.

*Sobre el Dr. Rafael Marrero

Multipremiado economista, empresario, comentarista de noticias y autor Bestseller de Amazon. www.bravozulupublishers.com

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