Desde niño fui pésimo para memorizar. Detestaba esas pruebas de Historia donde debíamos recordar fechas y sucesos
A todas las mujeres que conocía las llamaba por su nombre. Eso trajo como consecuencia que todas terminaran dejándome. Claro fueron casi 20 años los que viví al lado de esa bruja. Y no la llamo así por puro placer en hablar mal de una mujer, no, sino porque así mismo se describía ella cuando me decía: u201cTú vas a ver qué trabajo te va a costar a ti deshacerte de mí. Nadie te mando a meterte con esta bruja u201d. Yo no le respondía nunca nada, pero me quedaba pensando en esa parte de, u201cnadie me mandó u201d, y me daba cuenta que por fin en algo coincidíamos.
nDesde niño fui pésimo para memorizar. Detestaba esas pruebas de Historia donde debíamos recordar fechas y sucesos. Como me iba acordar cuándo Cristóbal Colón descubrió América, sino me acordaba nunca ni del día en que nací; ni del cumpleaños de mi propia madre.
nComenzaban las clases y en una semana los estudiantes de mi aula ya se sabían los nombres de todos los integrantes del grupo. Yo anotaba los nombres en una agenda y andaba con ella en el bolsillo y eso que por ejemplo lo ponía así: u201cLaura, la mulata del mejor cuerpo. Jorge el de los espejuelos. Víctor, el amanerado. Yisel, la intelectual, Inés, la fea u201d. Y ni aun así lograba ubicarlos bien del todo.
nCuando conocí a Tania tardé meses para retener su nombre. Si le dedicaba un libro siempre se quejaba: u201cLa dedicatoria está muy linda, pero te faltó poner mi nombre u201d. Si le regalaba una tarjeta por Navidad. u201cManuel, u00bfpor qué no aparece mi nombre? u201d. Si le decía mi reina, me reclamaba: u201cLlámame por mi nombre u201d.
nNo sé cuantas veces me contó la historia de que su madre la llamó Tania en honor a Tania la guerrillera, esa alemana revolucionaria que siempre detesté.
nA veces, mientras le hacía el amor, me venía a la mente aquella imagen de Tania la guerrillera, (que tuve que padecer en todas las escuelas cubanas por las que pasé) sus cejas oscuras, la boina de medio lado, y aquella sonrisa comprimida de guerrillera arrepentida, o al menos así la interpretaba yo.
nNunca me gustó su nombre. Pero fueron tantos los cumpleaños que le canté. Tantas tarjetas, libros, cartas que le dediqué haciéndome el romántico, que terminé grabándomelo de una forma, que cada vez que le era infiel a mi mujer con otra, terminaba llamando a la otra, por el nombre de mi mujer. n
Tania, Tania, Tania, ese maldito nombre no se me iba de la boca, ni de la cabeza. Si hablaba con mi jefa le decía Tania, si hablaba con mi prima, le decía Tania, hasta a mi abuela a veces la llamaba por el nombre de Tania.
nNo podía estar con otras mujeres, o por lo menos no había aprendido hacerlo, sin que pudiera dejar de meter la pata mencionando su maldito y pegajoso nombre.
nEn esos intentos desesperados de olvidarla, de intentar sacarla de una vez y por todas de mi vida me acosté con varias, pero me equivocaba continuamente de nombre, y las mujeres no soportan, ni perdonan, que las llames por el nombre de otra mujer.
nLas primeras veces me disculpaban, pero luego no entendían, me pedían demasiadas explicaciones, que ese momento no me atrevía a darles.
nMi torpeza era reincidente y no superaba la confusión de los nombres, por lo que todas las mujeres que iba conociendo, a las que llamaba triste y estúpidamente Tania, terminaban desapareciendo de mi vida para siempre.
nTania era perfeccionista, celosa, exigente, amargada. Detestaba la música alta y solía discutir por cualquier tipo de estupidez. Vivía recordándome que era bruto, que había pasado los exámenes de la escuela copiando de otros, que mi ortografía era pésima y que no era bueno ni para acordarme de un simple nombre. Me llamaba bestia y me humillaba constantemente delante de todos mis amigos: u201cUn pez tiene más memoria que este u201d.
nMis peores pesadillas eran las carcajadas de Tania, burlándose en mi cara, llamándome: torpe, salvaje, animal.
nNo me arrepiento de haberme comportado con ella como el peor de los adúlteros. Se lo merecía por odiosa y pedante. Por creerse mejor que yo en todo.
nTanto que me costó aprenderme ese condenado nombre para que después ella se comportara tan desmedidamente diabólica.
nPero como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, apareció en mi vida Ania. Al ser los nombres parecidos pensé que sería fácil esta vez librarme de la penosa situación de andar equivocando los nombres, pero adivinen que, la situación era reiterativa, y justo cuando creo que era incorregible. Ania, una mujer dulce y comprensiva, me dice: u201cMi amor no te preocupes es normal que te confundas, yo te entiendo u201d. nFinalmente le conté el suplicio que había padecido por años. El desprecio constante de mi ex y mis frustrados propósitos de querer reemplazarla con otra.
nTania fue un tormento en mi vida. Ania, ha llegado para llenarme de alegría.
nPara mí, es ahora sencillo llamar a Ania por su nombre, sólo tengo que eliminar la T de tormento, y pensar en la A de alegría.