En América Latina es una tendencia que las élites manipulen los procesos electorales a través de los hábiles "tribunales electorales". Estas élites, junto con las denominadas organizaciones no gubernamentales, ninguna de las cuales ocupa cargos en el gobierno ni son elegidas por voluntad popular, continúan influyendo en las elecciones, distorsionando narrativas y socavando la democracia país por país.
La persecución política al expresidente Martinelli en Panamá es vergonzosa y criminal, pero afortunadamente, el pueblo panameño es mucho más que todas las élites, ONG y medios corruptos.
El pasado domingo, a pesar de una gran campaña negativa, distorsionada y llena de ilegalidades, José Raúl Mulino, del partido Realizando Metas (RM), del expresidente Martinelli, fue electo popular y democráticamente, presidente de Panamá. Como muchos saben, el presidente electo Mulino era el candidato a vicepresidente junto al expresidente Ricardo Martinelli que buscaba la presidencia y lideraba todas las encuestas del país.
Por temor a sus intereses personales, las élites, el gobierno, y los medios de comunicación corruptos hicieron todo lo posible por frenar esta victoria. Comenzaron con una lluvia de demandas ilegales contra el expresidente Martinelli para lograr que el tribunal electoral lo descalificara a pesar de que era el principal candidato a la presidencia con mayor intención de voto, con casi el 50% según varias encuestas.
Con un sistema judicial corrupto y dependiente del ejecutivo, lograron eliminar la candidatura de Martinelli, dejando a Mulino como candidato presidencial. De inmediato, las élites y hasta gobiernos extranjeros dirigieron todos sus esfuerzos incansables para descalificar al candidato Mulino.
Hasta el mismo viernes pasado, dos días antes de la elección, su candidatura estuvo en cuestión. Afortunadamente, la presión del pueblo y lo poco que queda de honestidad en la corte suprema del país lograron mantener su candidatura a la presidencia. Las protestas por la ilegalidad en los contratos mineros promovidos por el actual gobierno demostraron el poder de convocatoria del pueblo. Esta vez, lo hicieron a través de las urnas.
Ayer el pueblo panameño hizo oír su voz y hoy Mulino es el presidente electo. Entre sus primeras palabras como presidente electo, Mulino dijo que no buscará venganzas, anunció que las persecuciones políticas han terminado y principalmente, agradeció a Ricardo Martinelli por la confianza de haberlo nombrado vicepresidente, nunca imaginando lo que el destino le brindaría.
Es reconfortante ver que, en Panamá, al menos, esta ola de manipulación electoral que priva a los ciudadanos de su derecho más básico ha sido detenida. Aún más sorprendente ha sido durante toda la campaña en Panamá que ningún medio internacional, ni ningún gobierno extranjero expresara preocupación por la interferencia ilegal en las elecciones por parte de varios actores en Panamá intentando manipular el resultado electoral.
Cuando en Venezuela el dictador Nicolás Maduro descalificó a María Corina Machado como candidata, los Estados Unidos, la Unión Europea, la OEA y muchos otros países se pronunciaron correctamente. En el caso de Panamá, donde al expresidente Martinelli se le aplicó una condena ilegal, por un delito no existente, simplemente para descalificarlo como candidato, el silencio de la comunidad internacional fue ensordecedor. Simplemente, vergonzoso. ¿Dónde estaban los llamados “defensores” de la democracia?
Es una tendencia en América Latina que cuando un candidato popular no es querido o temido por las élites, sea descalificado del proceso electoral. Es la única manera en muchos países de frenar a candidatos que no son del agrado del grupo de poder. Simplemente, se los quita de la contienda y así no le tienen que ganar en las urnas ni con el voto del pueblo.
Aquí mismo en Estados Unidos está ocurriendo el mismo fenómeno con el expresidente Donald Trump, quien lidera todas las encuestas de opinión pública para ser el próximo presidente.
La administración del presidente Biden hace todo lo posible por dañar su campaña a través de la manipulación y la utilización de recursos públicos, así como la justicia. La cantidad de acciones ilegales que presentan ante la justicia son una clara estrategia para perjudicar la campaña de Trump.
Afortunadamente en los Estados Unidos no existe la figura del tribunal electoral, y el presidente Trump es el candidato de su partido, a pesar de la oposición de Biden, sus seguidores, y las élites corruptas, principalmente en los medios de comunicación y las redes sociales.
El desespero es patético y esto hace que el pueblo vea realmente lo corrupto y deshonesto que es el proceso que le están haciendo al presidente Trump, y hace que continúe subiendo en las encuestas, como pasó en Panamá.
Tal como en Panamá, el pueblo debe ser quien elija a su presidente y otros líderes, y no los gobernantes de turno con sus aliados en las élites que temen perder sus privilegios.