La Corte Suprema de Justicia (CS) de los Estados Unidos de América recibe a su nuevo magistrado federal, en el cargo de juez asociado, a la jueza Amy Coney Barrett, quien fue aprobada bajo el amparo y cumplimiento de la ley constitucional en las instancias del Comité Judicial del Senado y en el Pleno senatorial, los días 22 y 26 del presente mes.
Los debates en el Comité Judicial y el Pleno del Senado demostraron su profesionalidad jurídica e instrucción intelectual en sus respuestas que recordaban sus méritos académicos de magna cum laude en Rhodes College y Juris Doctor summa cum laude y primera de su promoción en la Facultad de Derecho de la Universidad de Notre Dame.
Del mismo modo, en esas discusiones de confirmación en las instituciones del Senado, la jueza Barrett mostró su firmeza de carácter, asociada a la amabilidad y un rostro suave e imperturbable ante las insidiosas y amargas preguntas de una retórica destructiva y hasta patética actitud de muchos senadores demócratas.
La votación en el Comité Judicial fue de 12 votos a favor y cero en contra, los demócratas no participaron y decidieron boicotear la elección con la justificación de que era muy cerca de las elecciones generales del país y en el Pleno del Senado el resultado fue 52 a favor y 48 en contra, un republicano estuvo entre estos últimos. Ahora la Corte tiene una configuración de 5-4, el primer grupo de conservadores y el otro de liberales, uno de ellos fluctúa su voto según el tema.
En realidad, todo ese descontento a reconocer a la jueza Barrett para el cargo de la CS, es por el temor de tener jueces de la calidad y profesionalidad en las interpretaciones realistas de la Constitución, que aseguran las libertades y la democracia americana y que por su decencia y ética-moral no favorece a la torsión de la ley como intenta hacer la izquierda radical para rehacer y formar los EEUU socialistas.
La magistrada Amy Coney Barrett juró como la jueza asociada 115ª de la Corte Suprema ante el presidente del Supremo, el juez John Roberts, en una ceremonia privada en el edificio de la CS. El día anterior había tomado el juramento de juez de su colega de la Corte Thomas Clarence, en una recepción en la Casa Blanca, que ofreció el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y en ambos protocolos, su esposo Jesse Barrett sostuvo la Biblia en la que Amy Coney puso su mano y juró lealtad a la Constitución y a los EEUU.
En Cuba, en 1933, hubo una revuelta social donde se depuso un gobierno autocrático y el exceso pasional truncó el orden democrático constituyente de 1901, y uno de sus líderes, que fungió como presidente provisional, Ramón Grau San Martín, desechó la Constitución de 1901 y dijo que no juraría sobre ella sino sobre el pueblo; este acto demagógico y de ruptura conllevó a la pérdida de la República libre y democrática de 1902 y el surgimiento de un gobierno comunista que aunque duró poco en tiempo, 3 meses, consolidó las bases de la ideología socialista y/o comunista en el país y se dio paso a la Carta Magna de 1940, aunque democrática y libre tenía los sesgos ideológicos antes mencionados y 19 años después, por otro estallido social, se desprecia, violenta y menoscaba esa fuente de derecho, que arbitrariamente se traslada a la incipiente revolución de Fidel Castro, quien rápidamente da paso a un régimen tiránico socialista.
En 1959, para salvar el orden democrático constitucional a través de un gobierno de transición, el magistrado más antiguo del Tribunal Supremo de Justicia fue a tomar la dirección política del país de acuerdo a la ley. Cinco horas estuvo esperando el magistrado Carlos M. Piedra Piedra y muchos de sus colegas jueces y dirigentes políticos negaron esa opción democrática y fueron los que pasaron la fuente de derecho al régimen castrista y provocaron una herida mortal a la Constitución del 40, que fue erradicada completamente de facto y no de derecho por adefesio constitucional comunista de 1976.
La magistrada Amy Coney Barrett, junto a otros originalitas constitucionales, interpretación textual de la ley, en la CS, es importante y necesaria para evitar la destrucción del modo democrático y de libertad americano y la implantación de conceptos socializantes marxistas que converja en la construcción del socialismo real.
El presidente Donald Trump y el Líder de la Mayoría en el Senado, el republicano Mitch McConnell, prometieron luchar contra la plaga del socialismo en EEUU y cumplieron sus promesas. Aunque pervive esa plaga socialista ya tiene sus días contados para ser sepultada por la historia y solo es posible con América Grande Otra Vez (MAGA) y luego la liberación del Hemisferio Occidental.