viernes 13  de  diciembre 2024
OPINIÓN

La libertad llega junto al pueblo y en la calle

En el desafío político masivo no violento se busca la desintegración de la dictadura y se utilizan diferentes herramientas pacíficas, que son muy útiles en posesión de la población y las instituciones sociales
Diario las Américas | OSCAR ELÍAS BISCET
Por OSCAR ELÍAS BISCET

El tiempo histórico es una inversión correcta. Brotan y confluyen todas las fuerzas. No creo en la casualidad ni en las musas. Ahí están ellos: Trump, Guaidó, Bolsonaro, Duque y Almagro. Las tiranías tiemblan: no por fiebre. Los oprimidos se desbordan de esperanza. La batalla final está en las calles. Cuba y Venezuela serán libres.

En el desafío político masivo no violento se busca la desintegración de la dictadura y se utilizan diferentes herramientas pacíficas, que son muy útiles en posesión de la población y las instituciones sociales. Esas herramientas son las armas políticas, económicas, sociales y psicológicas que esgrimidas con efectividad ponen fin a un régimen tiránico.

La desobediencia civil tiene cuatro mecanismos de cambios: conversión, acomodación, coerción no violenta y la desintegración del sistema dictatorial. Los dos últimos son eficaces en ponerle fin a ese sistema injusto. Pero veamos una descripción de Gene Sharp en su libro De la Dictadura a la Democracia: “Las fuerzas militares del adversario pueden volverse tan poco confiables que ya simplemente no obedezcan las ordenes de reprimir a los de la resistencia. Aunque los dirigentes del gobierno permanezcan en sus posiciones y sigan firmes en cuanto a sus objetivos originales, han perdido la capacidad de actuar con efectividad”. Esta coerción no violenta si se profundiza “La dirigencia adversaria, de hecho, pierde toda su capacidad de actuar, y se viene abajo toda estructura de poder”, o sea desintegración del sistema.

Sobre el ejército militar de los dictadores recuerdo algunos eventos e interpretaciones históricas: “Las grandes revoluciones no van, no pueden ir a los cuarteles a reclutar sus soldados que están allí, son los defensores a sueldo del tirano, y tienen sus consignas guardadas en sus cananas, las llevan en las puntas de las bayonetas. Las revoluciones se van derechos al pueblo, allí donde está el dolor, están sus aliados, allí se encuentran a sus hijos. Que son todos los que sufren, y los hombres se apartan del hogar ungidos por las bendiciones de las mujeres”, dijo el generalísimo Máximo Gómez.

Gómez tenía razón con respecto a los defensores a sueldo del tirano, puesto en práctica por Vladimir Lenin y José Stalin en la Unión Soviética. Lenin, tirano tan cruel y sanguinario como Stalin, tenía un refrán para aquellos que dudaban de la violencia y decía: “¿Creéis realmente que podemos salir victoriosos sin utilizar el terror más despiadado?”.

Lenin ocupa el cargo máximo del Estado, “Presidente del Consejo de Comisario del Pueblo”, y durante su período de gobierno, 1917-1922, fundó la Policía política, Cheka (Comisión Extraordinaria de Todas las Rusias para Combatir la Contrarrevolución, la Especulación y el Abuso de Poder). Con esta se implantó en el terror rojo, más de un millón de personas asesinadas por motivos políticos y religiosos. Durante la guerra civil la Cheka iba detrás del Ejército Rojo y fusilaba a todo arrepentido o moroso. También Stalin utilizaba los fusileros de la Cheka con los mismos objetivos en la Segunda Guerra Mundial.

Polonia estuvo ocupada por las tropas soviéticas, más de 200.000 soldados. Una vez en democracia, el presidente polaco Lech Walesa le preguntó a un alto funcionario militar del finado régimen socialista, …“Por qué los militares no habían participado de manera activa en la lucha democrática. Me contó que en los cuarteles se sabía que todas las ciudades importantes polacas estaban en la mira de un ataque militar soviético. Había misiles que apuntaban hacia esas urbes. Muchos ciudadanos no lo sabían, pero los militares si estaban al tanto. Tenían el temor que la URSS pudiera borrar, con solo apretar un botón, la tercera parte de nuestro país. El saber demasiados los paralizó, la responsabilidad que les trajo tener esa información los hizo optar por la pasividad”.

Cuba fue convertida por Fidel Castro en una isla base militar soviética de cohetes nucleares y ocupada por 50.000 soldados de esa nacionalidad. En el 2001 por presiones de congresistas cubanoamericanos y disposición de la Ley libertad de Helms-Burton y bajo la directiva del preside George W. Bush los rusos retiraron los últimos 8 000 militares de Cuba.

Los Castro copiaron fielmente todo el sistema soviético. Incluso en su Constitución de 1976 y sus reformas, hasta la de 2019, tienen escritos los nombres de Lenin, Marx y Engels, mancillado la soberanía y cubanía de la nación.

No dudo de la aplicación de los métodos de la checa con los militares cubanos e incluso muchas de las torturas ejecutadas en la Isla son semejantes a las que realizadas por ese órgano de inteligencia soviético y con ese mismo patrón las practican hoy en Venezuela.

Por eso en el desafío político no violento hay que buscar al pueblo, una gran multitud reclamando libertad y democracia permanente en las calles para cambiar las relaciones de fuerzas, y así los militares pierden el miedo, no obedecen a la tiranía, se juntan al pueblo y al movimiento democrático en salvación de la nación. Esas vivencias sucedieron en los países socialistas europeos oriéntales, en especial Rumania, Serbia y URSS. ¿Por qué no ahora en Cuba y Venezuela?

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