No puedo evitar sentirme triste y nostálgico cuando llega la Navidad. Soy de los que piensan que estas fechas deben ser protagonizadas por los niños porque ellos son los que las disfrutan a pleno rendimiento. n El pasado lunes asistía a la representación de mi hijo menor en Sunset Elementary para escucharle cantar con sus compañeros el villancico u201cQue vienen los Reyes Magos u201d.
Cuando yo era niño, en el Colegio de los Hermanos Maristas de Chamberí, en Madrid, la competencia entre clases por cantar el mejor villancico era toda una tradición.
u201cA Belén pastores, el chiquirriquitín, 25 de diciembre, fum, fum, fum u2026 u201d Los sonidos retumban en mi memoria y me hacen palpable que la alegría de mi pequeño contrasta con mi melancolía por recordar un tiempo que ya no volverá. n
Porque la Navidad de los niños la forman personas entrañables que desaparecen con el paso de los años al mismo que perdemos la inocencia.
Por ejemplo, en mi casa siempre teníamos las figuras más hermosas para decorar nuestro belén.
Mi abuelo era dueño de una tienda de ornamentos religiosos y siempre nos proveía de las estatuillas más bonitas: el Niño Jesús, los pastores, los Reyes Magos u2026 Mi abuelo falleció hace años y su tienda artículos de iglesia del centro de Madrid es ahora una peluquería. n
Los abuelos son una referencia mágica y maravillosa para los pequeños.
Respiro como si fuera hoy el agua de colonia que usaba el mío y guardo su imagen fresca, su sonrisa, su sombrero para proteger del frío su cabeza despoblada.
Decían que a veces era un cascarrabias pero con nosotros, sus nietos, todo era juego y alegría. u201cHola muchachitos u201d, así nos decía para después jugar con nosotros a la lucha libre: u201cTe voy a hacer la doble Nelson u201d, escuchábamos entre risas mientras nos inmovilizaba. n
De Julián Cristóbal, mi abuelo, sólo queda lo que nosotros, sus descendentes podamos hablar de él.
Iba para cura pero, según contaba, u201cle gustaban mucho las faldas u201d y tuvo que desistir.
Sufrió la guerra civil española pero tras ella se dedicó al negocio de los ornamentos de iglesia y consiguió ganarse bien la vida.
En los años cuarenta, en España, había muchas iglesias destruidas tras el enfrentamiento fratricida y mi abuelo Julián contribuyó con su trabajo a reconstruirlas y a que volvieran a lucir sus imágenes de Jesús, la Virgen y los santos.
No siguió la senda del sacerdocio pero fue un católico practicante hasta el final de sus días. n Para mí la Navidad, son los abuelos y el concurso de villancicos de los maristas. Recuerdos que ahora me humedecen los ojos y me provocan un nudo en la garganta.
Miro a mis hijos y me sobrepongo. Ahora les toca a ellos. Decorar el árbol, escribir la carta a santa Claus, ir a dormir temprano con los nervios por los regalos del 25 de diciembre.
Ahora es su momento. Le deseo de corazón a toda la familia de DIARIO LAS AMÉRICAS la más feliz de las Navidades.