La crisis sociopolítica de Venezuela es como una mancha de sangre en un vaso de agua. A pesar de que se diluye, las trazas se expanden y acaban con el carácter potable del agua. Pues así son de voraces Nicolás Maduro y su banda, quienes han acabado con un país cuyo potencial lo proyectaba como la primera nación del hemisferio, en estimaciones de desarrollo y confianza.
Ahora, el rastro de la migración venezolana no solo se dirige hacia el sur del continente. La desesperación de salir de ese país y alcanzar un lugar con posibilidades de trabajar ha llevado a los ciudadanos de Venezuela a emprender una aventura, en caída libre hacia el vacío en algunas oportunidades.
Ya es notoria la llegada de venezolanos hacia la frontera sur estadounidense, atravesando Centroamérica hasta arribar a México. Acá el camino de muchos se termina ante las restricciones federales vigentes en Estados Unidos. Esta travesía solo puede representar un arresto y deportación.
Esta situación alerta a gobiernos responsables que han asumido con entereza la defensa de la democracia en la región. Uno de estos países es Honduras. Su presidente, Juan Orlando Hernández, está impulsando una agenda de cooperación inmediata para asistir por vías diplomáticas y logísticas la crisis migratoria de los venezolanos por el continente.
Recientemente se ha reunido con el canciller de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, para acordar una estrategia de trabajo mutuo que apoye la lucha mancomunada hacia la restitución del estado de derecho en la Venezuela golpeada por el chavismo. El paso de los venezolanos desplazados a través del continente es un problema identificado por la comunidad internacional y el objetivo de Hernández es blindar el bloque de apoyo humanitario desde distintas aristas que ayude, tanto a los venezolanos fuera de su país, como a los que padecen por las carencias de un régimen dictatorial e inhumano.
Juan Orlando Hernández conoce el sacrificio que atraviesa su propio pueblo a causa del deterioro de políticas del pasado que obligaron a sus connacionales a marcharse de su tierra natal ante el acecho de las maras y el desempleo. Durante su administración, el presidente hondureño ha asumido la defensa del porvenir de sus paisanos, quienes se arriesgan hasta por tradición a atravesar el desierto mexicano para alcanzar un incierto “sueño americano”.
Además, ha insistido en afianzar la alianza del Triángulo Norte, encabezando el impulso regional desde Honduras, para generar estrategias de libre mercado y de atractivo hacia el capital de naciones desarrolladas.
El radio de atención del presidente Hernández se amplió desde 2018 tras el recrudecimiento de aplicación de leyes migratorias en Estados Unidos. La cancelación del TPS para los hondureños, representó el inicio de una misión de “vuelta a la patria”, más allá de la visualización de un problema. Su administración habilitó sedes consulares móviles para asistir las inquietudes de los ciudadanos de su país, dispersos en Norteamérica.
Ahora, ante la determinación de un problema regional, como lo es la migración venezolana, Juan Orlando Hernández lleva la iniciativa nuevamente en Centroamérica para defender la integridad de esos desplazados por Maduro. Establecer alianzas para remar junto a los hermanos de la democracia, precisa un agradecimiento de parte de los venezolanos que nos hemos visto obligados a marcharnos de nuestra tierra natal con la convicción del pronto regreso.