La red digital les encanta para magnificar su veneno. Se convirtió en pública sus verborreas, de sus chirridos escandalosos sobre la gente, mucho peor que las picadas de los jejenes y los mosquitos, que hasta estos se enfadaron de tal maléfico susurro; quienes les encajaron sus trompas como espadas de advertencia, de que no hay enemigos pequeños.
El león, el rey de la selva, ante el hambre, la desesperanza y el amotinamiento de sus súbditos, a este poderoso y majestuoso felino, las hienas le caen en pandilla y le arrebatan su suculento almuerzo.
No hay enemigos pequeños. Por eso, "La más pequeña mosca irrita al león más terrible". Algo tan letal como las moscas, por su poder de infestación y multipresencia en lugares y en manada, es el mosquito, que con su morbilidad y mortalidad contra las personas es semejante a los desastres de una guerra.
En Cuba, la presencia de los mosquitos alcanza hasta 69 especies. Las más conocidas por la población son Aedes aegypti, Aedes albopictus, Anopheles y Culex. Sin embargo, durante las guerras de independencia, las enfermedades principales transmitidas por estos insectos eran la fiebre amarilla y el paludismo.
En la Guerra de los Diez Años (1868-1878), los peninsulares tuvieron 96 025 muertes, el 91 % de las cuales por enfermedades (el tifus, la fiebre amarilla o el vómito negro), o sea, muertes por enfermedades tropicales. Por acción de guerra murió 8,3 %; más de 25 000 regresaron a la Península enfermos y 12 % falleció durante la travesía o poco después de su desembarco. Los cubanos tuvieron también sus muertes por enfermedades tropicales, 25 000 combatientes (62.5%).
En la Guerra de Independencia de 1895. Más de 62 000 muertos del ejército español y 9 413 (15.18%) cayeron en combates o por heridas de guerra y el 84.82% de enfermedades infecciosas. De los cubanos muertos en batallas fueron 8 617 y las defunciones por enfermedades 3 437 (39.8%). La entrada de Estados Unidos en la guerra contra España duró tres meses y 22 días, del 21 de abril al 12 de agosto de 1898. El ejército estadounidense tuvo 2 446 muertes, 385 (15.73%) en acciones combativas y 2 061 (84.26%) por enfermedades tropicales en Cuba.
Un dato de interés histórico militar: el ejército británico tomó Guantánamo en 1741 y se dispuso en marcha para hacer lo mismo con Santiago de Cuba. Las tropas de casi 4 000 hombres, 2 260 (56.5%), fueron diezmadas por las enfermedades infectocontagiosas. Esta desastrosa decisión de los británicos era estudiada en las escuelas militares.
Las guerras son la violencia extrema, que hace perder la vida de lo mejor de la sociedad, la juventud. A estas contiendas bélicas se suman los generales peligros y naturales, como el general Mosquito, que en el caso de Cuba, durante los justos procesos independentistas, hizo sucumbir la vida de muchos heroicos compatriotas.
En la época del principio de los ochenta, un ciudadano de un país europeo oriental, ocupado por los soviéticos, estaba como técnico en Cuba y en una ocasión le dijo a su amigo cubano: “Este país no sirve, sin estar en guerra todo está destruido y funciona mal. En mi país hubo la guerra grande (Segunda Guerra Mundial), todas las ciudades fueron destruidas, sus puentes y calles, y ahora todo está bonito; sin embargo, aquí [Cuba] parece que están en guerra”.
Por supuesto, Cuba comunista es un desastre y ahora mucho más; las evidencias concretas se muestran en internet por los ciudadanos desafiantes, porque pueden ser paliados, multados o encarcelados. El régimen castrocomunista está más represivo y tiene en alerta a sus tropas de la policía política (DSE) y agentes de las brigadas de respuestas rápidas del Partido Comunista de Cuba (PCC) para asegurar la supervivencia de su Estado policiaco.
Una de las actitudes vergonzosas y arrogantes fue destruir la infraestructura de salud republicana. Al menos diez hospitales con destrucciones parciales y totales. El hospital sanatorio de Tope de Collante, el hospital infantil del Vedado, el hospital ortopédico del Vedado, el hospital Reina Mercedes, Vedado, el hospital para enfermos respiratorios, Arroyo Naranjo, y las clínicas Dependiente y Benéfica. Estos solo fueron reparados después de 20 años para su propaganda de potencia médica.
En pleno apogeo triunfalista de Fidel Castro de tener más médicos, personal de salud, hospitales y escuelas de medicina que cuando la República, el general Mosquito sorprende con una epidemia de dengue hemorrágico en Cuba, 1981.
Como siempre, culpan al vecino del norte por los enfermos (344 203 casos) y las muertes de cientos de niños. Lo más atroz fue dejar morir a estos niños y adolescentes por no tener los suficientes equipos médicos para sostener la vida. Algo que se repitió durante la pandemia de COVID-19 en los hospitales cubanos.
En estos días recientes, la población matancera se quejó de un proceso infeccioso agudo que estaba matando a la gente. El régimen gobernante no escuchó a las víctimas y sus familiares, los enfermos y muertos se exacerbaron y la situación se vuelve crítica también en La Habana y otras provincias. Después de dos semanas, las autoridades del país dicen que se reunieron con científicos y profesionales para terminar con la calamitosa situación de la crisis epidemiológica.
Al menos los ancianos, sin medicamentos —analgésicos y antipiréticos— y con los dolores propios de la edad, tienen que enfrentar estas plagas que dan y dejan secuelas de intensos dolores articulares. Estos abuelos son los grandes abandonados por muchos familiares y, sobre todo, por la revolución socialista.
Gracias al Dios bíblico por permitir un comienzo temprano del invierno en Cuba, y este viento frío norteño es el adversario natural del mosquito. La población total y en particular los ancianos tendrán un momento fortuito para recuperar su salud. Será un alivio en el desastre generalizado de Cuba narcocomunista.