domingo 24  de  marzo 2024
OPINIÓN

Los elegidos

A dos jóvenes cubanos, pertenecientes a la llamada "generación Y", les han dado la difícil encomienda de dirigir los dos medios de prensa oficialistas que fungen como voceros del partido y la juventud comunista en la isla
Diario las Américas | EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS
Por EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS

Yailin Orta Rivera Y Yoerky Sánchez Cuellar, recién designados directores de los periódicos oficialistas Granma y Juventud Rebelde, respectivamente, en Cuba, además de seguir a pie juntillas los designios de la política informativa de los gendarmes de la ideología del régimen, tendrán a su cargo una ardua responsabilidad.

A estos dos jóvenes, pertenecientes a la llamada “generación Y”, les han dado la difícil encomienda de dirigir los dos medios de prensa que fungen como voceros del partido y la juventud comunista en la isla, en momentos que a los nacidos después del llamado período especial les resulta repudiable cualquier cosa que huela a ideales políticos.

Quizás Yailin y Yoerky se educaron en hogares en los que sus padres, esperanzados en un futuro mejor, les inculcaron la necesidad de estudiar. En Cuba, asumir el estudio con la debida aplicación significa adoctrinamiento y comprometimiento político, pues en la medida que un joven avanza en niveles académicos, adherirse a organizaciones políticas constituye algo casi obligatorio.

No resulta extraño entonces que tanto Yailin como Yoerky sean capaces de sentir orgullo por los nuevos nombramientos. Sin embargo, a los ojos de quienes reciben a diario los pasquines políticos que a partir de ahora dirigirán, sus cargos apenas les colocan en una posición de privilegio respecto a la élite del castrismo.

La “codiciada posición” les será permitida en tanto ajusten sus desempeños el guion concebido para los medios de comunicación en Cuba, a quienes los dirigentes políticos sin el más mínimo recato les señalan como “el brazo largo del partido comunista”.

Es probable que Yailin y Yoerky hayan recibido la noticia de su nuevo cargo con la aparente obligada alegría de la doble moral. También, si han sido capaces de preservar algún ápice de ingenuidad, pensarán que desde sus nuevos puestos conseguirán algún cambio. Lo que sí está seguro para ambos es el cementerio de los destronados, del que formarán parte cuando el desencanto y el hastío por la mentira que han sido llamados a defender les golpeen en la cara y renuncien a ejercerla.

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