martes 21  de  enero 2025
ANÁLISIS

Lula soltó la lengua y mintió convicto

Hacer discursos sobre el futuro color de rosa que los actuales gobernantes pintan para ojos extranjeros es una bofetada en el rostro de los que pagan impuestos

Ricardo Vélez Rodríguez – Profesor Emérito de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército Brasileiro, ex-ministro de la Educación del Brasil

Con la conciencia de que es el alma más pura del país, Lula soltó la lengua en la recepción que le ofreció, a comienzos de Mayo, al Primer Ministro Japonés, Fumio Kishida, durante su visita al Brasil. Según la prensa registró en vídeo del discurso del presidente, el Brasil tiene perfectas condiciones para situarse entre las seis más grandes economías del Mundo. Cuáles son las razones que fundamentan las esperanzas lulistas? Lula responde: “Nosotros tenemos credibilidad jurídica, credibilidad fiscal, credibilidad económica y previsibilidad”. Todo eso, exactamente. Según Lula da Silva, los brasileños tienen los prerrequisitos para que su país sea una gran potencia.

Cómo sería de bueno que todas esas cosas fueran verdaderas. El problema es que, para Lula, hay uma contradicción insuperable. Ya se cansó de hablar para los miembros de su gremio político, el Partido de los Trabajadores, que todo, en el terreno de la política, se construye mediante mentiras repetidas sistemáticamente y con convicción. Mienta, mienta, mienta, que todo el mundo va a creer en su mentira. Es un caso de superego mentiroso inflado. Todo puede ser posible, basta querer. El problema es que, como la mentira fué levantada a la altura de verdad suprema, las cosas quedan confusas. No hay cómo creer en lo que Lula dice. La actitud más civilizada sería esa sonrisa maliciosa, de descrédito generalizado en todo lo que oyó y de sorpresa cómica frente a tanta desfachatez, que el Primer Ministro Japonés ensayó al final del discurso de Lula. No podría ser de otra forma. Lula no puede ser tomado en serio.

Sería cómico si no fuera trágico. Porque estamos siendo gobernados en Brasil precisamente por ese mentiroso contumaz. No hay “Plan Marshall” que salve a los valientes gauchos, castigados por la más seria tragedia natural que se abatió sobre el Estado de Rio Grande do Sul. Lula, que suele pasar mensajes cifradas cuando decide posar como comunicador, se puso las conocidas gafas de montura oscura cuando, vistiendo cachucha, fué a visitar Puerto Alegre, en días pasados. Parecía un dedicado investigador que deja de lado sus instrumentos en el laboratorio para enfrentar las desgracias de los otros. Tanta tragedia, en el caso sulriograndense sólo podría ser visitada con gafas de montura oscura, tan tristes eran las escenas que el presidente presenció.

Pero la solidaridad no pasó de ese punto y de promesas genéricas de que el poder público va a hacer todo lo necesario para socorrer al Rio Grande do Sul. El PT es el PT, o sea el partido que gobierna para sí mismo, olvidándose de los ciudadanos. Por pura desidia oficial, la oficina federal de impuestos tuvo el desplante de multar (“por transportar exceso de mercancías”) a los conductores voluntarios de camiones que portaban medicamentos y géneros de primera necesidad, donados por ciudadanos de los Estados vecinos, cuando fueron a ingresar al Estado de Rio Grande do Sul. Y el ministro de comunicaciones amenazó con inquéritos policiales a los que hicieran críticas a la actuación del gobierno Lula en la zona afectada por el desastre climático. Lula, por otra parte, cometió el desplante de rechazar la ayuda humanitaria ofrecida por el vecino país, Uruguay, cuyo gobierno dispuso que un avión militar llevara elementos de primera necesidad para los aquejados por la inundación. Un pésimo ejemplo de falta de civismo y de amistad con un país que, a pesar de tener un régimen de izquierda moderada, hizo en foros internacionales críticas fuertes al Brasil por dar su apoyo incondicional al dictador venezolano, Nicolás Maduro.

Datos divulgados por el economista Carlos Alexandre da Costa (exsecretario especial para la aceleración de la economía en la gestión de Bolsonaro) revelan que no vale la pena pensar un “Plan Marshall” para salvar al Rio Grande do Sul. Este estado le paga al gobierno central 105 billones de reales anuales, a título de intereses por la deuda pública con la Federación. Em compensación, recibe apenas 30 billones en transferencias. La Unión gasta 25 billones más del montante pagado por el Rio Grande do Sul. De los 50 billones restantes, Lula ni pensar en postergar por lo menos el pago de los intereses multimillonarios. 11 billones van para otros Estados de la Federación, 8 son destinados para cubrir el déficit de la Previdencia Social y 31 billones más van para Brasilia. O sea: sería mejor si el Rio Grande do Sul resolviera por cuenta propia sus problemas, sin tener que pagarle a la Unión el exorbitante montante de 105 billones.

Sin domar al monstruo del Estado Patrimonial que de todos cobra y a pocos favorece, no hay solución posible para los extremos problemas que los gauchos sufren en Rio Grande do Sul, en estos tiempos de clima descontrolado. El esfuerzo de racionalización de gastos debería comenzar por la propia máquina federal, que gasta billones sin ningún pudor. El primer ejemplo debería ser dado por Brasilia. Basta de aumentos exorbitantes de salarios de altos funcionarios del Poder Judicial. Basta de “turismo judicial” en conferencias carísimas dadas por los abnegados magistrados del Supremo Tribunal Federal en Londres o en Paris, pagadas con alojamiento en hoteles 5 estrellas por empresas que tienen pleitos pendientes con la Justicia en su más alta instancia. Eso es una inmortalidad que grita a los cielos. Hacer discursos sobre el futuro color de rosa que los actuales gobernantes pintan para ojos extranjeros es una bofetada en el rostro de los que pagan impuestos y constituye una megalomaníaca narrativa que llega a las rayas del ridículo. La escena sería cómica si no fuera trágica.

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