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@alexotaola
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He decidido comenzar a escribir esta columna, gracias a Uds. Al parecer, ser un personaje extremadamente frontal en la televisión, un indomable nato, ha hecho que me gane a los ojos de muchos una especie de reputación “Robinhoodesca” que me divierte y que, con toda modestia, no creo merecer. Pero “si la vida te la limones…” aquí va la limonada.
Si eres nacido, criado o has vivido por mucho tiempo en esta ciudad, habrás notado un incremento de malos servicios, maltratos, poco profesionalismo… en resumen, digámoslo por su nombre: pocas ganas de trabajar. No importa lo pequeño o grande que sea el negocio en cuestión, ya sea un consorcio, monopolio u oficinas del Gobierno. Nada escapa a la mala “latinización” de los servicios en Miami.
Salimos de nuestros países por múltiples razones, pero con un fin común: “el sueño americano”. Sueño que incluye un trato respetuoso, atento, cordial, a la altura del primer mundo. A veces, este sueño se convierte en pesadilla llena de burocracia y gente inepta que pretende complicarlo todo para sentir en los quince minutos de tu sufrimiento, una importancia que no tienen, ni tendrán jamás.
Estos seres inadaptados a su nueva realidad se aferran al pasado, repiten frases y fórmulas arcaicas como si fueran nuevas y se alimentan de la energía que desprendes al hacer crecer tu ansiedad y frustración. Revivimos entonces, en una especie de flash-back cinematográfico, nuestras bellas tierras tercermundistas y nos cuestionamos si valió la pena dejarlo todo para lidiar acá, lejos, muy lejos, con las mismas actitudes importadas en alguna maleta, bolsillo o escondite mental, cual la más ilegal de las drogas.
La historia de hoy no ha durado quince minutos, ha sido un poco más; bueno, bastante más. Quince días, para ser exactos y aún no parece hacerse la luz.
Había una vez un cliente de la FLORIDA POWER AND LIGHT (FPL), única empresa de electricidad en todo el estado de la Florida, razón para obrar con total impunidad legal, mientras todos los floridanos estamos atados a sus procederes, a no ser que te resignes, como el protagonista de esta historia, a vivir sin electricidad.
Resulta que este cliente de la FPL ha tenido problemas con los pagos de su cuenta, se ha atrasado; pero ha hecho arreglos y siempre ha saldado su deuda. En los últimos meses, al protagonista de mi historia le han estado sumando a su cuenta el cargo extra de 30 dólares en cada factura, para incrementar un fondo por moroso, sin comunicárselo. Según le han confirmado en sus múltiples llamadas al servicio al cliente, este fondo ya ha alcanzado la cantidad de 271 dólares.
El protagonista de mi historia tiene mala suerte. Ha cambiado de trabajo, no gana lo suficiente para cubrir todos sus gastos de un solo golpe y tiene un atraso de 249 dólares con la implacable FPL. ¿Resultado? Le han cortado la electricidad hace dos semanas.
Las oficinas del Gobierno que ayudan en estos casos piden tantos documentos para poder cubrir la factura que el protagonista de mi historia tendría que dejar de trabajar al menos dos días para solucionar su problema, lo que le acarrearía otros muchos conflictos, como perder el nuevo trabajo que ha conseguido.
Mi protagonista ha llamado incesantemente a su verdugo, la FPL, para que cubran el adeudo con el fondo existente y así restablecer el servicio. Aún quedarían a favor del castigador 22 dólares. Pero, ¡Oh! ¡Pólizas inquebrantables de FPL! Ese fondo no puede ser aplicado al balance si la cuenta aun esta activa. Una señora ríspida, de apellido NEGRETE, supervisora de cuentas, le ha dicho al protagonista que tendrá que vivir sin luz pero que ella no puede ayudarlo y corta la llamada.
¿Es la FPL la que decide tal cosa, teniendo un dinero adelantado en sus arcas? ¿Cuánto tiempo debe estar si electricidad un ser humano? ¿Es un derecho poder dormir con las puertas y ventanas cerradas, poder comer, poder bañarse con agua caliente, o eso no se contempla?
Y si mi protagonista decide cerrar su cuenta con la FPL, ¿qué otra opción le quedaría? ¿Volver a las cavernas?
¿No es ya hora de que en un estado en crecimiento como Florida entren nuevas compañías que den alternativas a este único y malvado monopolio de la FPL? En los servicios de televisión e Internet, tenemos varias opciones. ¿Por qué no en algo vital como la electricidad? ¿No hace la competitividad mejorar los servicios?
Si existiera una alternativa, mi protagonista tendría la opción de cambiarse, de solucionar su problema y finalmente dormir, comer, cocinar, bañarse, sin tener que pedir ayuda a sus vecinos.
¿A quién beneficia esta exclusividad de la FPL? ¿Por qué nuestros representantes políticos no se involucran en la solución? ¿Alguien bloquea las licitaciones a nuevas compañías eléctricas, para entrar en el estado y brindar un mejor servicio?
Es muy probable que el protagonista de esta historia vea la luz antes que nosotros las respuestas a estas preguntas; pero mientras tanto seguirá durmiendo con las puertas abiertas y a lo mejor no vuelva a escribir nunca más una columna de opinión.