jueves 18  de  septiembre 2025
OPINIÓN

Petro y la coca, la ruta directa de la descertificación

Con Petro, los cultivos de coca se ubican entre 300.000 y 320.000 hectáreas, siendo Colombia el primer productor del mundo con cerca del 60%

Diario las Américas | Sofy Casas
Por Sofy Casas

La descertificación de Estados Unidos a Colombia en la lucha antidrogas bajo el gobierno de Gustavo Petro era un desenlace anunciado. Y llegó con la contundencia de un quiebre histórico que nos retrocede tres décadas en materia de seguridad y cooperación internacional.

Colombia, que por años fue considerado el principal aliado de Washington en la región, aparece hoy en la lista negra junto a Afganistán, Venezuela, Bolivia y Birmania. La Casa Blanca lo dijo sin rodeos, el país “falló demostrablemente” en cumplir sus compromisos internacionales contra el narcotráfico, y la responsabilidad recae únicamente en el fracasado liderazgo político de Gustavo Petro.

Con Petro, los cultivos de coca se ubican entre 300.000 y 320.000 hectáreas, siendo Colombia el primer productor del mundo con cerca del 60%. En su gobierno, los cultivos ilícitos se dispararon en más de un 53%. Un descalabro absoluto de su política antidrogas.

Bajo su administración, la producción de cocaína alcanzó niveles récord, y ni siquiera se cumplieron las metas reducidas de erradicación que su propio gobierno había fijado. Mientras tanto, Petro optó por el camino más dañino, abrir espacios de negociación con grupos narcoterroristas, debilitando a la Fuerza Pública y desarticulando la cooperación bilateral.

Washington fue claro al trazar la diferencia. La descertificación no recae sobre las Fuerzas Armadas ni en torno a la Policía, autoridades a las que calificó como valientes y capaces, sino sobre la política que desde el Palacio de Nariño las maniató en su lucha contra el crimen.

La Casa Blanca advirtió que reconsiderará la medida solo si Colombia retoma acciones agresivas de erradicación, reduce la producción y tráfico de cocaína y refuerza la cooperación judicial para llevar a los cabecillas criminales ante la justicia.

El impacto es devastador. Pérdida de ayuda internacional, debilitamiento de la seguridad, aislamiento diplomático y un golpe directo a la economía. La descertificación nos arrastra hacia la narrativa de un estado fallido, gobernado por un presidente complaciente con el narcotráfico y alineado con la narcodictadura de Nicolás Maduro.

Más aun, esta decisión nos devuelve a una página oscura de nuestra historia reciente. En 1996, Estados Unidos también descertificó a Colombia y le retiró la visa al entonces '8.000' Ernesto Samper, tras comprobar la entrada de dineros del cartel de Cali en su campaña. Hoy, casi treinta años después, Petro nos conduce a esa misma vergüenza internacional.

Lo más grave es la hipocresía. Petro lamenta la muerte de soldados y policías, pero fue él quien los abandonó. Con lo poco que tienen, son ellos quienes siguen enfrentando a los grupos criminales que controlan buena parte del territorio. La descertificación no es un invento externo ni un acto de adoctrinamiento, es consecuencia directa de un sátrapa que celebra haber dejado al país a merced del narcotráfico, entregando la patria a los criminales y condenando a Colombia al fracaso.

Erradicar la coca significaría el derrumbe del narcorégimen venezolano y Petro lo sabe. Por ello, prefiere aislar al país antes que poner en riesgo la chequera del narcotráfico que sostiene a su proyecto político. Esta postura desnuda su complicidad con el cartel de las drogas más grande del mundo (Cartel de los Soles) y su apuesta de fondo es sacrificar la seguridad nacional para proteger a la narcodictadura venezolana.

Ojo. Una cosa es la postura de Petro y otra muy distinta la de los partidos políticos que representan la institucionalidad del país. Mientras el tartufo desafía a EE. UU. como verdulera de mercado y se victimiza para proteger su fracaso, las fuerzas políticas democráticas representadas en once colectividades rechazan sus declaraciones y defienden la relación estratégica con Washington.

Colombia no puede quedar atrapada en la agenda personal de un gobernante complaciente con el narcotráfico y aliado de Maduro, que tiene sus días contados. La descertificación no es una ficción externa, es la consecuencia directa de su ineptitud y de una política de drogas diseñada para sostener a las dictaduras de la región.

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