Después de 64 años de censura y represión en Cuba, especialmente contra intelectuales, escritores, poetas y artistas en general, el mundo libre sigue siendo un imán para aquellos cubanos que aún se atreven a soñar. Sin embargo, la esclavitud tiene sus secuelas. El término acuñado por el intelectual cubano Dagoberto Valdés lo explica bien: el daño antropológico es el peor de los males que la nación ha heredado de estos años de dictadura y ostracismo.
Fui invitada a la Feria Internacional del Libro en Tampa, una iniciativa, que parecía un esfuerzo, y debiera ser un esfuerzo para levantar las voces libres de los creadores cubanos, que dentro y fuera, han decidido ser fieles a su verdad, y no han tenido reparo en escribir libremente, pero en la práctica no fue así. Hablo fundamentalmente de aquellos creadores libres e independientes que en Cuba viven y que por su osadía han sido reprimidos, encarcelados o llevados a un aislamiento atroz, al insilio del que habló tantas veces el poeta Raúl Rivero.
La Unión de Escritores de Cuba, institución de la intelectualidad cubana oficialista, y que responde a los mandatos de la dictadura totalitaria, es en estos momentos en los que se quiere blanquear o justificar al castrismo y su legado, una punta de lanza de esos esfuerzos, y por tanto de ellos forman parte los escritores que aún pertenecen a ese engendro infame.
Así como crearon hace solo unos años un capítulo del PEN de escritores en la Isla, afiliado por supuesto a la oficialidad, ahora quieren hacer lo mismo con instituciones e iniciativas del pueblo cubano exiliado.
Como creo firmemente en la libertad de expresión, no tengo problema alguno en intercambiar ideas con personas que piensen diferente a mi, pero sí tengo problema si se excluyen de esa conversación a los escritores que dentro de Cuba han tenido el valor de alzar su voz y han recibido represalias. Y desgraciadamente ha sido el caso en esta feria del libro en Tampa. Los escritores cubanos disidentes, las voces que dentro de Cuba han sido expulsados de la UNEAC, sumidos en un total aislaimiento, negándoseles publicar o hablar en cualquier evento público en la Isla, no fueron invitados a esta Feria, como sí lo fueron los escritores que todavía son parte de la UNEAC.
A un nivel personal podría entender el miedo de estos escritores de la UNEAC a ir en contra de las directrices de la institución, que a cambio de su complicidad y silencio, les publica libros y los promueve internacionalmente. No comparto esa postura, pero puedo entender que su silencio ante las atrocidades del sistema que controla la UNEAC es el silencio de los que han perdido la voluntad y con ello entregaron su alma. Aunque piense que es bueno que los escritores uneaceros hayan escuchado los testimonios y las reseñas de los libros escritos en libertad, por cubanos exiliados, que se han dado a la tarea de que la historia contemporánea cubana no se olvide a través de obras de ficción y de ensayo o testimoniales, no puedo aceptar ni comprender, por qué se excluyeron de un foro como este a los escritores independientes que permanecen en Cuba, y por qué además desde hace un tiempo, hay un esfuerzo por publicarle a escritores oficialistas en medios de cubanos exiliados, mientras se excluyen nuevamente a aquellos que han sido abiertamente críticos de la censura y falta de libertad de expresión y pensamiento en la Isla.
En los estertores de un régimen que ha destrozado a la nación cubana material y espiritualmente, es fundamental encontrar un espacio común donde la verdad, tantas veces escamoteada, pueda ser dicha sin ambages, y donde cada uno pueda contar su pedazo de la historia. Pero para que ese espacio sea real y fructífero, no pueden haber exclusiones, y sobre todo, tiene que existir un acto de contrición por parte de aquellos que han hecho daño o han sido cómplices de la dictadura. No puede haber justicia sin verdad y sin arrepentimiento. Estos 65 años de dictadura férrea han resultado en miles de asesinatos, millones de personas que han sufrido prisión injustamente, y otro tanto de personas que han muerto en busca de la libertad. Para poder fundar una nueva nación enraizada en la virtud, debemos desterrar la mentira y la impiedad. Si aquellos que han tenido miedo, o que permanecen con miedo, no pueden aún enfrentar sus victimarios, quedarán relegados por la historia y por la razón; pero aquellos que a pesar del miedo se han enfrentado al poder totalitario enarbolando la verdad y el sentido común, esos no pueden ser excluidos jamás, y por el contrario, son ellos el ejemplo de fe y perseverancia que necesita nuestro sufrido pueblo.
Si queremos retomar el papel histórico que jugó Tampa en la guerra necesaria organizada por José Martí, hay que sanear a Tampa de la ponzoña castrista y su influencia. Si queremos de verdad la libertad de Cuba, hay que poner por delante la virtud de la que tanto habló a los cubanos el Padre Félix Varela.