jueves 28  de  marzo 2024
OPINIÓN

Trump vs. los espías

La cuestión de si el presidente ruso autorizó personalmente una campaña para sabotear las esperanzas presidenciales y ayudar a Trump a ganar las elecciones, es algo que no puede dejarse simplemente a la intuición o al azar
Diario las Américas | SONIA SCHOTT
Por SONIA SCHOTT

Que el presidente electo de Estados Unidos decida pelearse con los servicios estadounidenses de inteligencia, en vísperas de la toma de posesión, no solo es un hecho sin precedentes sino también extremadamente imprudente.

Y es que Donald Trump, persuadido al parecer por sus instintos, piensa que está por encima de la experiencia de aquellos que pasan sus días dedicados a descifrar y analizar información secreta.

Sin embargo, la cuestión de si el presidente ruso Vladimir Putin autorizó personalmente una campaña para sabotear las esperanzas presidenciales de Hillary Clinton y ayudar a Trump a ganar las elecciones, es algo que no puede dejarse simplemente a la intuición o al azar.

Los jefes de los servicios estadounidenses de espionaje presentaron tantas evidencias, sobre la injerencia de Moscú en la campaña electoral, que el presidente número 45 de Estados Unidos admitió finalmente que los rusos podrían haber jugado algún papel, aunque sigue restando importancia al hecho, citando a China y a otros como “hackers” igualmente malignos, defendiendo así su legitimidad de origen.

Mientras tanto, el vicepresidente Joe Biden ha advertido que es una locura que Trump esté en guerra con los servicios secretos, cuando precisamente buena parte de su éxito, durante los próximos cuatro u ocho años de su gestión, dependerá de la experticia de estos profesionales.

Es indudable que el mundo del espionaje ha cometido errores en el pasado, como no advertir a tiempo sobre el inminente derrocamiento del Shah de Irán y la llegada al poder de los ayatollahs en 1979, como tampoco detuvo a los 19 integrantes de al-Qaeda que perpetraron el peor ataque terrorista en la historia de Estados Unidos en 2001. Igualmente afirmaron tener pruebas contundentes de un programa iraquí para desarrollar armas de destrucción masiva en 2002, a pesar de que Saddam Hussein había desistido de ello en los años 1990.

Es obvio que las agencias de inteligencia no siempre tienen la razón porque trabajan sobre la evidencia disponible y a veces los equívocos prevalecen, pero considerar como insuficientes las pruebas del informe desclasificado, elaborado por los espías estadounidenses, es un asunto diferente.

El nuevo líder electo del mundo libre debería cuidarse de expresar públicamente su desconfianza hacia una de las ramas más importantes del Gobierno: la vasta comunidad de inteligencia.

Es evidente que la marca de Trump estará presente en todos los aspectos del Gobierno, desde la ejecución de políticas hasta la selección de los 4.000 funcionarios que integrarán su administración, pero demostrar su falta de confianza en los servicios de inteligencia y no permitir cierta discrecionalidad a los miembros de su gabinete para elegir a su propio personal, da señales de un comienzo turbulento para su gestión presidencial.

Generalmente el Presidente debe creer en sus asesores, lo que no lo obliga a aceptar cada recomendación como verdad de evangelio, pero si Trump piensa que las agencias de inteligencia están en su contra por razones políticas, no es un buen presagio no sólo para su presidencia, sino también para el futuro democrático del país.

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