jueves 28  de  marzo 2024
opinión

Un comentario objetivo y calmado sobre el Real Madrid

El Real Madrid se ha vuelto vegano y era lo último que esperábamos. Anoche fue incapaz de comerse al Manchester. Es más, el Madrid luchó en todo momento por no ser mordido por la presunta fiera inglesa
Diario las Américas | ITXU DÍAZ
Por ITXU DÍAZ

He empezado el día mojando la tapa de mermelada en el café y enroscando la tostada en el tarro. La culpa la tiene el Real Madrid. No he pegado ojo. Cualquiera sabe que para un madridista solo hay algo peor que perder un partido de Champions en el Bernabéu y es perderlo contra un equipo entrenado por Guardiola, que fue el tipo que puso de moda la corbata cortada y, una vez consumada la infamia, se pasó al cuello vuelto y al luto, de forma bastante consecuente. Pero todo eso te da la medida del personaje. Un hombre que lleva una corbata inexistente es muy capaz de defender una república inexistente. Una cosa lleva a la otra. Pero me han dicho que no mezcle fútbol y política, de modo que no hablaré de Guardiola, ni de Bernie Sanders, célebre pelotero que es en Estados Unidos lo más parecido que hay a meterse un gol en propia puerta.

El Real Madrid se ha vuelto vegano y era lo último que esperábamos. Anoche fue incapaz de comerse al Manchester. Es más, el Madrid luchó en todo momento por no ser mordido por la presunta fiera inglesa, y tiene mérito tener miedo a ser devorado por un equipo cuyo entrenador logró que el Barcelona más ofensivo de la historia jugara en horizontal durante ochenta minutos por partido, huyendo atemorizadamente de lo esencial en la mayoría de los deportes de competición que es encarar al rival. Aquel Barcelona solo metía goles cuando alguno de ellos, de tanto pasarse el balón, tropezaba sin querer con la línea de meta.

Aquello del Barcelona, que era ganar ligas jugando al perro y al gato, se llamaba entonces “fútbol de posesión”, sin aclarar si era o no diabólica. Por suerte un día llegó Mourinho a Madrid y practicó el exorcismo al Barcelona de Guardiola que, por otra parte, estaba trufado de actores de primera, capaces de simular perforaciones de tibia, espasmos, y mutilaciones varias antes incluso de entrar en contacto físico con el jugador del equipo contrario. Es una lástima que hoy el VAR esté evitando el cómico arte de la simulación, si bien Gabriel Jesús tuvo ocasión de demostrar ayer su inmenso potencial sobre las tablas.

Hoy a la hora del café, sonreían con ostentación los amigos del Barcelona –todos somos pecadores– y me hablaban en inglés, exaltando la preciosa ciudad de Manchester, y yo me imaginaba a Zidane durmiendo a pierna suelta, mientras millones de madridistas en el mundo hemos tenido que vivir bajo el bochorno de que nos ganen un partido con un gol de un sujeto llamado Gabriel Jesús, que tendría excelente futuro como cantante de rancheras. Y por si fuera poca la desdicha merengue, el domingo jugamos contra el Barcelona, en eso que los periodistas deportivos llaman “el clásico”, que es una forma como otra cualquiera de mancillar el buen nombre de James Stewart.

Por eso, a la primera luz de este crepúsculo, mientras tallo estas líneas agonizantes, y con la penumbra entretenida entre rosas, me he hecho grabar en mi blanca bandera la dantesca desazón del madridista: “por mí se llega a la ciudad doliente / por mí se llega hasta el dolor postrero, / vuelve ya Mourinho o desespero”.

Ustedes saben bien que, hoy y siempre, mi limitadísima exhibición como analista futbolero resulta imparcial y caracterizada por la mesura, la cordialidad, la objetividad, la deportividad, la lucha contra las fake news, la maldita capa de ozono y el máximo respeto al juego limpio. En consonancia con tales normas, y en atención al próximo partido del Barcelona, mientras espero en vano el regreso del entrenador portugués, me gustaría concluir este análisis apuntando que deberán arrancarnos el corazón como en Indiana Jones, esos bárbaros azulgranas, si pretenden ganarnos, y que aun así les pasaremos por encima, los masacraremos, los trituraremos y escupiremos sus huesos en el agua de la Cibeles como corresponde a la gloria secular del Real Madrid, metiéndoles más goles que estrellas lucen en el cielo, tantos, tantos, tantos, que es posible que hasta el enfurruñado Bale marque un gol y que no sea en la portería de Courtois. Pero si las cosas fueran de otro modo, espérame a la vuelta de la próxima columna, Zidane, para otra dosis de esta misma objetividad y mesura.

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