Tal y como lo conocemos hoy, el Departamento de Defensa fue creado en 1949 con el propósito de defender al país, ante posibles peligros internos y externos que pudieran ser un conflicto bélico cualquiera, y más tarde un ataque cibernético, amenazas con misiles balísticos, el cambio climático y hasta el mismo virus de COVID-19.
Todos ellos representan amenazas a la seguridad nacional del país.
De hecho, el Departamento de Defensa es el empleador más grande del país. Tiene alrededor de 1,36 millones de personas en servicio activo y 801.000 reservistas.
El presidente Donald Trump envió en febrero al Congreso una solicitud presupuestaria, para el año fiscal 2021, de $740.5 mil millones para la seguridad nacional, de los cuales $705.4 mil millones serían destinados a la preparación de un posible combate de alto nivel, así como más fondos para la Agencia de Desarrollo Espacial, la expansión de la inteligencia artificial y las operaciones de ultramar.
Y es que las responsabilidades del Pentágono son enormes.
Por tales razones, puestos como el secretario de Defensa son decisivos para cualquier administración estadounidense.
Hasta ahora, la plaza había estado vacante desde que Trump despidió al secretario de Defensa Mark Esper, quien se enfrentó al mandatario por estar en desacuerdo con la respuesta de la Casa Blanca de usar tropas para reprimir los recientes disturbios anti raciales.
A la fecha, el presidente electo Joe Biden seleccionó sus propuestas a confirmar por el Senado para secretario de Estado, asesor de Seguridad Nacional y director de Inteligencia Nacional, pero tomó más tiempo para escoger a la cabeza visible del Pentágono, lo que revela más sobre política que las necesidades de defensa y seguridad del país.
La razón es que Biden fue señalado por el ala más progresista del Partido Demócrata por una supuesta falta de diversidad en sus nombramientos ministeriales.
Hasta ahora, dos de los principales puestos de seguridad nacional han recaído en mujeres: Linda Thomas-Greenfield, diplomática de carrera, quien está nominada como embajadora ante Naciones Unidas, y Avril Haines, exsubdirectora de la CIA, como directora de inteligencia Nacional.
La favorita para el cargo de secretaria de Defensa era Michele Flournoy, quien salió del Gobierno federal, bajo las administraciones de Bill Clinton y Barack Obama, para trabajar como consultora, y luego fundó un centro de expertos en Washington DC, llamado Center for a New American Security, que tenía contratos con el sector de defensa.
Flournoy estuvo a cargo de la política de defensa en el Pentágono bajo el presidente Obama, y además es bien conocida y respetada en el Congreso.
Sin embargo, hubo dos obstáculos que arruinaron sus posibilidades: apoyó la guerra liderada por Arabia Saudita en Yemen, que provocó múltiples muertes de civiles, además de haber sido directora de Booz Allen Hamilton, una consultoría con fuertes vínculos en la industria de defensa.
El ala demócrata progresista del partido quiere un secretario de Defensa sin nexos con las grandes corporaciones para evitar un conflicto de intereses.
Al parecer, la idea resonó en Biden porque seleccionó al general retirado del Ejército Lloyd Austin como su apuesta para secretario de Defensa,
El general Lloyd Austin fue el primer y único comandante afroamericano del Comando Central de Estados Unidos y último comandante general de las fuerzas estadounidenses en Irak.
Es bueno recordar que durante la administración de Donald Trump hubo cuatro jefes del Pentágono. Dos de ellos, como el general James Mattis y Mark Esper, que fueron despedidos, y Patrick Shanahan, quien se retiró de la nominación por razones familiares después de servir como secretario interino.
El encargado actual de Defensa, Christopher Hill, fue reclutado después del despido de Esper.
El secretario de Defensa ocupa el sexto lugar en la línea de sucesión presidencial, detrás del vicepresidente, el presidente de la Cámara de Representantes, el presidente Pro Tempore del Senado, el secretario de Estado y el secretario del Tesoro.
En momentos de transición presidencial, como ahora, es más importante que nunca el nombramiento del secretario de Defensa, quien será una figura vital durante los primeros 100 días de la presidencia de Joe Biden, para enviar un mensaje de fortaleza al mundo y afirmar que Estados Unidos no es vulnerable ante sus adversarios.