sábado 25  de  octubre 2025
Opinión

Venezuela, dos santos, Premio Nobel y difíciles realidades

Para todos es claro que el Premio Nobel está lejos de resolver el drama venezolano, pero ha contribuido a proyectar a un alto sitial en la opinión pública mundial la magnitud de la tragedia en que ha estado envuelto el país durante 27 años de depredación, fraudes electorales, usurpación, latrocinio, abuso de poder y sistemática violación de los derechos humanos

Por Pedro F. Carmona Estanga

Dentro de las duras realidades que ha vivido Venezuela en más de un cuarto de siglo de implacable régimen dictatorial, dos buenas noticias han servido de bálsamo al sufrido pueblo venezolano: la canonización de sus dos primeros santos. Carmen Rendiles y José Gregorio Hernández, ejemplos de virtudes y caridad cristianas, y el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la líder María Corina Machado, primera compatriota en recibir tan alto reconocimiento mundial en la mención paz, gracias a su perseverante lucha por la libertad, la democracia y los derechos humanos en Venezuela.

Como era de esperar, la noticia del Premio Nobel no fue de buen recibo en el régimen y, salvo algunas notorias y mezquinas omisiones como las de los gobernantes de Colombia, México y España, fue celebrada con alborozo por los demócratas del mundo y por la mayoría de la población venezolana. Para todos es claro que el Premio Nobel está lejos de resolver el drama venezolano, pero ha contribuido a proyectar a un alto sitial en la opinión pública mundial la magnitud de la tragedia en que ha estado envuelto el país durante 27 años de depredación, fraudes electorales, usurpación, latrocinio, abuso de poder y sistemática violación de los derechos humanos.

El acto solemne de elevación a los altares de nuestros santos por el papa León XIV fue propicio para pronunciamientos de gran valor por parte de la Iglesia respecto de Venezuela. Así, el Secretario de Estado Vaticano, Cardenal Pietro Parolín, usualmente diplomático y prudente, en la misa de acción de gracias por los primeros santos venezolanos, no ahorró palabras para abogar por la liberación de los presos políticos en Venezuela, en una homilía que, por su alto sentido político y humanístico, transcribo en su esencia, para documentarla hacia la historia:

“Solo así, querida Venezuela, pasará de la muerte a la vida. Sólo así, querida Venezuela, tu luz brillará en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía, si escucharas las palabras del Señor, que te llama a abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libre a los oprimidos, romper todos los cepos. Sólo así, querida Venezuela, podrá responder a tu vocación de paz si la construyen sobre los cimientos de la justicia, de la verdad, de la libertad y del amor, respetando los derechos humanos, generando espacio de encuentro y de convivencia democrática, haciendo prevalecer lo que une y no lo que divide, buscando los medios y las instancias para encontrar soluciones comunes a los grandes problemas que te afectan, poniendo el bien común como objetivo de toda actividad pública. La oportunidad de canonización de los nuevos santos es un Kairós, es decir, un momento oportuno para emprender este camino. No lo dejen, queridos hermanos, no lo dejen pasar inútilmente. Que los nuevos santos intercedan para que sigan adelante con esperanza y empeño”.

Por su parte, el cardenal Baltasar Porras se expresó desde la Universidad Lateranense de Roma, con palabras que provocaron indignación en el régimen e injustas descalificaciones al ilustre cardenal:

“Vivimos en una situación moralmente inaceptable. La merma del ejercicio de la libertad ciudadana, el crecimiento de la pobreza, la militarización como forma de gobierno que incita la violencia y la introduce como parte de la vida cotidiana, la corrupción, la falta de autonomía de los poderes públicos y el irrespeto de la voluntad popular configuran un panorama que no ayuda a la convivencia pacífica ni a superar las carencias estructurales de la sociedad. El tema de los presos políticos, privados de libertad por razones no siempre claras, rompe la unidad familiar y sufren todos sin que haya a quién recurrir”.

Palabras llenas de sentido y oportunidad, que son fieles a principios fundamentales de la Iglesia, obligada como pastor de la grey venezolana, a ser coherente en su compromiso con el bien común y la dignidad humana, tan vapuleadas en la mil veces maltratada Venezuela, llevada a niveles insospechados de oscuridad y restricción al régimen de libertades y el estado de derecho.

En otro orden de ideas, Venezuela se ha visto impactada por el aparatoso operativo aeronaval ordenado por el presidente Trump en el Caribe en contra de los carteles de la droga y de sus líderes o benefactores, a cuya cabeza coloca a Nicolás Maduro, tras haber elevado previamente la recompensa por su captura a la histórica cifra de 50 millones de dólares. La movilización paramilitar desplegada por el régimen, llámense colectivos, milicias, reclutas o aliados del crimen organizado, ha sido relevante, aunque en su mayor parte con improvisación y gente impreparada. Todos se preguntan en el mundo hasta dónde llegará la operación estadounidense en el Caribe, la cual ha cobrado ya varias víctimas en, por ahora, ocho narcolanchas destruidas en las últimas semanas.

Trump ha anunciado que en una segunda fase planea ataques por tierra para detener el flujo de drogas desde Venezuela. No conocemos aún las implicaciones de este mensaje, pero ese, y la autorización dada a la CIA para posibles operaciones encubiertas en Venezuela, han puesto en guardia al régimen venezolano contra el gigante del norte, con ejercicios militares en las costas venezolanas y la amenaza de utilizar misiles rusos, o recurrir a la lucha armada (enguerrillamiento del país), si se produce algún ataque de EEUU, o se intenta deponer al gobierno. A ello se agregan las declaraciones del Secretario de Guerra de EEUU. Pete Hegseth, indicando que los carteles narcoterroristas serán tratados como Al Qaeda, es decir, que hay que encontrarlos y exterminarlos.

En Colombia, deplorablemente principal productor de cocaína del mundo, es inocultable que el gobierno de Petro, en el marco del fracasado acuerdo de paz total, ha sido tolerante con el crimen organizado, hoy enseñoreado y violento. El resultado ha sido el incremento de las áreas de cultivo de coca a niveles récord cercanos a las 300.000 hectáreas, siendo Venezuela el principal puente para la salida de la droga. La alianza Petro-Maduro se ha fortalecido en los últimos meses. Ambos firmaron un polémico acuerdo binacional sobre la amplia zona de frontera de 2.219 km, que en la práctica llevaría a la consolidación de una zona gris desde la Guajira hasta el Vichada, en la actualidad bajo control de grupos irregulares que viven del narcotráfico y la minería ilegal. Y, de otra parte, Maduro se solidariza con Petro ante el fin de la ayuda financiera de EE.UU. a Colombia, y Cabello afirma que los ataques a Colombia serán considerados como proferidos a Venezuela, mientras Petro retribuye con un incondicional apoyo a Maduro ante las “amenazas” de EE.UU., y aprovecha de tildar a María Corina Machado como “despreciable”, en forma insólita y repudiable.

No cabe duda de que la vieja alianza Chávez-Maduro con las FARC, el ELN y sus disidencias está viva, asegurándoles una base operativa en territorio venezolano, que favorece al narcotráfico y al cuestionado Cartel de los Soles. Nunca Petro y Maduro habían estado más cercanos. Petro niega a rabiar la existencia del Cartel de los Soles, y proclama que Colombia y Venezuela son la misma cosa, y que cualquier agresión externa a Venezuela lo será contra Latinoamérica y el Caribe, bajo el lema de “libertad o muerte”. Geopolíticamente, el reciente viraje de Trump contra Petro, a quien califica de “matón”, puede fortalecer un eje binacional de marcado radicalismo antinorteamericano, que favorece a los grupos irregulares de ambos países, pues son vasos comunicantes a los cuales se hacen concesiones y protección, bajo el paraguas de una mal entendida defensa de la soberanía.

Paradójica combinación de buenas y malas noticias; de un lado, esperanzas en Venezuela sobre un posible cambio, y de otro, las amenazas de grupos radicales de aferrarse al poder, o en Colombia de promover una Asamblea Constituyente mediante firmas populares, cuyo guion es bien conocido en Venezuela. Las elecciones de 2026 en Colombia serán cruciales para el futuro político en esta parte del continente. Ojalá y prevalezca la sensatez en la oposición para ser capaces de elegir a un candidato único, que enfrente con posibilidad de éxito al Polo Patriótico en el poder.

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