A propósito de las elecciones municipales, anunciados sus resultados como una victoria numérica del régimen y otra victoria de la oposición democrática en las alcaldías más importantes, se afirma que u00a1ganó Venezuela! n La expresión, así lo creo, es una burla para la inteligencia media. Luego de unas elecciones democráticas siempre gana el país, una de sus fuerzas políticas gana y otra pierde y acaso ambas mantienen un equilibrio, pero todas en fin ganan por ganar la democracia. Pero esta hipótesis no cabe hoy. n
Hasta 1998, los partidos y candidatos concurrentes a justas electorales participan bajo la dirección de árbitros electorales representantes de las diversas tendencias en pugna. Lo que es más importante, todos a uno, con sus diferencias, acuden al voto convencidos de que existe una piso común u2013un denominador común de país u2013 que los vincula y le da contenido a la idea de Venezuela. De modo que, cada elección es la confirmación de ese credo compartido y respetado por todos, la democracia. n
Esta vez no cabe celebrar, más allá de que la oposición democrática haya ganado algunos espacios para la oxigenación de la libertad en un territorio minado por la opresión, pues el resultado electoral revela que el sentido de lo nacional ha naufragado. Dos realidades, irreconciliables por lo pronto, pisan el mismo suelo y usan ambas el u201ccomodín u201d de venezolanos; pero cabe constatar, sin esfuerzos, que una de esas mitades hace parte de la Venezuela profunda, y la otra se encuentra integrada por extraños en su propio suelo. n
Pongo de lado lo que me resulta anecdótico y no por ello menos ominoso, como lo es el abierto atropello del régimen militar Maduro-Cabello a las reglas comiciales, bajo el manto de impunidad que le proveen las rectoras electorales, sus militantes.
Han obligado a la oposición democrática a subirse en una bicicleta mientras el oficialismo lo hace sobre un cohete para la carrera planteada y aún así éste pierde la mitad. La lectura es elemental. nLo grave, lo que sí cabe apuntar es que una parte del país se comporta como la mujer víctima de la violencia por su marido, a quien el amor se le acrecienta según el ritmo de los golpes que recibe.
Aplaude que se haga añicos a la Constitución, porque u00a1así, así es que se gobierna! Saluda que el invasor de Miraflores los invite a saquear las tiendas y comercios, y que los funcionarios del régimen tomen por la fuerza u2013sin mediación judicial u2013 las propiedades privadas y las distribuyan entre sus huestes como un botín de guerra. Les agrada hacer colas para luego caerse a trompadas con otros compatriotas y quedarse con un paquete de harina pan o una bolsa de azúcar; o que unos comisarios importados u2013cubanos u2013 al efecto les impartan órdenes. n Mientras tanto, quienes empujan a esa parte para que viva en comunas, bajo un régimen primitivo de trueque y de escasez, dilapidan el tesoro y lo despachan en valijas, venden las reservas de oro que decide guardar bajo su colchón el fallecido Hugo Chávez, y destruyen los últimos vestigios de los comercios que restan ya pasados tres lustros de experimento revolucionario. n La otra parte de u201cVenezuela u201d u2013puesta entre comillas u2013 cree tener derechos que son anteriores y superiores a quienes nos gobiernan; que la ley cabe respetarla y ser igual para todos; que nadie puede atropellar y menos hacerse justicia por sus propias manos; que quienes nos gobiernan deben hacerlo a término, bajo la regla de la alternabilidad, y sometidos al control de otros poderes; en suma, que llegada la hora del pronunciamiento de la soberanía, quienes aspiran o participan para ejercer cargos públicos deben hacerlo con igualdad de armas, sin arropamientos antidemocráticos. n Se trata, en suma, de dos u201cpatrias u201d y no de dos visiones bajo un mismo ideal. Una se mueve bajo el impulso emocional y es hija del despotismo, que apela a las reglas sólo cuando sirven para castigar a los adversarios; otra, que cree en las reglas pero vive sometida a un entorno de violencia. nEs imposible que esas parcelas sigan adelante sin un alto.
Su realidad bien la recrea el episodio de nuestra historia cuando el presidente Vargas es increpado por Carujo, quien le dice que el mundo es de los valientes y éste responde que el mundo es del hombre justo.
Se trata de un alto urgente para redescubrir, si cabe, u201cese algo u201d que nos permita, a ambas parcelas, vivir bajo un techo en común. n u00a1Y es que de no ser así, a quienes defienden la democracia civil puede ocurrirles lo mismo que a Francisco de Miranda, quien por enemigo del jacobinismo es traicionado por su subalterno, Simón Bolívar! Y muere como extranjero, en La Carraca, mientras el otro hace la Independencia hacia afuera para imponer la dictadura hacia adentro, con las espadas, en una guerra que tiñe a la Venezuela naciente de color rojo, como hasta ahora.