En un mundo dominado por hombres, las mujeres han sido siempre las que han sufrido más dificultades para tener acceso a las escuelas, las universidades, incluso los libros. A los que vivimos en países desarrollados puede sorprendernos que en la actualidad aproximadamente 101 millones de niños no vayan al colegio. Más de la mitad son niñas. Se les niega un derecho humano básico: el de la educación. n Hay organizaciones internacionales, como UNICEF, que trabajan desde hace años por mejorar muchos aspectos de la vida de los menores, y en especial para que puedan educarse y salir de la pobreza en que han nacido. Recientemente una niña líder, una niña valiente, con ansias de saber y de mejorar el mundo, se ha convertido en la voz de todos los niños. n Malala Yousafzai, nacida el 12 de julio de 1997 en Paquistán, comenzó su labor como activista a favor de la educación de las niñas, entonces prohibida en su país, cuando apenas tenía 11 años. Escribía bajo pseudónimo para la BBC un blog sobre la vida cotidiana en el Valle Swat, donde vivía, entonces bajo el control de los talibanes. Expresaba también sus opiniones sobre la importancia de la educación para ella y sus compañeras.
En el verano de 2010 los militares intervinieron en Paquistán, y el New York Times filmó un documental sobre esta chica elocuente y decidida. Malala se hizo famosa. La entrevistaron en la prensa y la televisión. Fue nominada por el hoy venerable ex presidente de Sudáfrica Desmond Tutu para el Premio Internacional de la Paz para Niños. El orgulloso padre la apoyaba; la madre, de la vieja escuela, no entendía a la hija rebelde. Los talibanes, armados y violentos, se vieron amenazados por esta jovencita de poca estatura y determinación de acero.
El 9 de octubre de 2012 detuvieron el pequeño ómnibus escolar en que viajaba con sus condiscípulas y preguntaron cuál era Malala. Le dispararon a la cabeza. nLo demás lo conocemos todos: su lucha entre la vida y la muerte, su traslado al hospital Reina Isabel en Inglaterra, su milagrosa salvación, los meses de operaciones y terapia para recuperar sus facultades.
Hoy apenas se le notan secuelas de lo que sufrió. Las balas dañaron su cuerpo, pero no su espíritu. Si pasa dolores, lo calla. Por el contrario, renació fortalecida. Ha recibido múltiples reconocimientos: desde aparecer en la portada en Time Magazine hasta el Premio Sakharov de este año, y la nominación a la persona más joven en la historia para el Premio Nobel de la Paz (le fue otorgado a la Organización para la Prohibición de Armas Químicas.).
También la madre ha comenzado a entender mejor a su hija. nYa se ven algunos frutos de su lucha. El enviado especial de las Naciones Unidas para una Educación Global, Gordon Brown, lanzó una petición en nombre de la joven paquistana con el lema u201cYo soy Malala u201d , demandando que todos los niños del mundo asistan a la escuela para el año 2015, lo cual impulsó al gobierno de Paquistán a ratificar la Ley del Derecho a la Educación.
La misma Malala tuvo la oportunidad de hablar en las Naciones Unidas. Vestida de rosado en la típica túnica de su país, y con su pañuelo u201cduphata u201d sobre el cabello negro, con una serenidad y poder de persuasión sorprendente para sus pocos años, denunció la violencia, la ignorancia, la pobreza e hizo un alegato a favor de la paz, la justicia, los derechos de los niños y las mujeres. Enfatizó que un maestro, un libro, una pluma eran suficiente para cambiar el mundo. La educación, aseguró a los líderes allí reunidos, es el factor más importante para lograr esa transformación indispensable. n
Hay que aplaudir a esta chica curiosa, despierta, valiente y locuaz que ha inspirado a tantos. Me hace pensar en Sor Juana Inés de la Cruz, que murió en 1695, más de tres siglos antes de nacer Malala. Tuvo que vestirse de varón y emplear todo tipo de artimañas para recibir una educación. Ha habido desde siempre mujeres que han desafiado los cánones establecidos para poder saciar su sed de conocimientos. n Malala me recuerda asimismo la niña que fui, siempre escondida en algún rincón, leyendo, escribiendo. Afortunadamente, contrario a la chica de Paquistán, tuve la suerte de que mis padres y maestros se preocuparan porque recibiera una excelente educación, lo cual siempre he agradecido. Pienso, sin embargo, en tantas niñas que no tienen esa oportunidad y me uno a ese lema que recorre el planeta: u201c u00a1Yo soy Malala! u201d