viernes 17  de  enero 2025
PERIODISTA Y ESCRITOR SATÍRICO

Otro Trump es posible

Siendo realistas, quizá Trump debió haber sido trompetista en un conjunto de salsa. O líder de una colonia caníbal. O cocinero en un barco pirata. Tiene aspecto de hacer una masa de pizza increíble

Diario las Américas | ITXU DÍAZ
Por ITXU DÍAZ

Trump es esa clase de persona que todos querríamos como mecánico, pero a la que jamás le permitirías que te operase de fimosis. Se me hace rarísimo verlo en los mítines sin las manchas de grasa, ni el tractor, y con ese pelo, siempre recién comprado en la tienda de hámsters más cercana. Trump es el candidato que toda la izquierda desea para la derecha, así que en ese sentido ya hay perdedor para las próximas elecciones.

Frente a Trump, Hillary. La dama de hierro, pero de hierro oxidado, ahora maleable, y capaz de generar el mismo entusiasmo electoral que su contrincante del pelo naranja, que para conseguir votos, en lugar de proponer mejorar la economía, se dedica a prometer guerras y muros, que es una forma muy original de conseguir votos. A Clinton le debemos el mérito de haber convertido Libia en una bomba de relojería, como ya hizo –esta vez no en solitario- tiempo atrás en Irak. No parece que de puertas adentro vaya a gestionar mejor las cosas, a no ser que se decida a invadir Washington y derrocar el Congreso para situarse ella como Emperadora. Hilaria I, la Sagaz. Sería un acierto y todo un hito en la Wikipedia, pero no sé qué tal encaja esto de desmontar el Capitolio en la Constitución de Estados Unidos.

Como buen demócrata, Trump dice que subirá los impuestos a los ricos. Lo que no ha matizado es si hostigará solo a los ricos o si la medida incluirá a los multimillonarios como él. El resto de las promesas de Trump son una serie de groserías imposibles de analizar, mezcladas con una extraña obsesión por molestar a alguien en cada nuevo mitin. La única promesa electoral dirigida a todo el país es la división, algo que ha sido recibido con cierto entusiasmo por unos y sin ningún entusiasmo por otros, así que podríamos considerarlo su primer éxito preelectoral. Si Trump va a hacer con Estados Unidos lo mismo que ha hecho con el partido republicano, es decir, dividirlo, denostarlo, desvirtuarlo, y servírselo en bandeja a la reencarnación de Clinton, es posible que la gran nación norteamericana tenga que enfrentarse a su peor pesadilla: convertirse políticamente en Europa.

Cada día aparecen nuevos líderes republicanos que se niegan a compartir filas con Trump aunque sea el candidato de su partido. El problema es que ni ellos son tan líderes, ni Trump tan republicano. Y la exquisita educación y ausencia de carisma de la mayoría de los críticos de derechas les convierte en un desgraciado juguete roto en las manos de Trump, que se divierte mucho cada vez que los Bush balbucean que no podrían apoyarle ni borrachos, por razones evidentes. Lo único realmente evidente es que el multimillonario juega solo, y no ha secuestrado al partido sino que lo ha comprado como si se tratara de un capricho de nuevo rico. Nada le diferencia de esos jeques que compran equipos de fútbol en Europa para no aburrirse los domingos.

Nos insisten sin descanso en que Trump dice lo que nadie se atreve a decir y que esa es la clave de su popularidad. Es posible. Pero tampoco nadie se atreve a martillearse la cabeza con una maza, y si alguien lo hiciera, no pensaríamos precisamente que se trata de un tipo valiente, brillante, e inteligente.

Siendo realistas, quizá Trump debió haber sido trompetista en un conjunto de salsa. O líder de una colonia caníbal. O cocinero en un barco pirata. Tiene aspecto de hacer una masa de pizza increíble. También podría haber sido agricultor, pianista del Titanic, sepulturero, jubilado alemán en la Costa Azul, o incluso granjero esforzado bajo el peor sol de agosto. No creo que exista en Occidente un sexador de pollos como él. Se le nota en los ojos. También ha frecuentado las tareas de ordeñado ajeno con notable habilidad a través de los años. Y en la piara, todos los cochinos le mirarían con esa mezcla de extraña y familiar ternura, no exenta de un cierto respeto institucional. No quiero decir que no esté preparado para llegar a la Casa Blanca, si no que sería una lástima desperdiciar todo su potencial como vendedor ambulante de hotdogs, por estar ocupado en las bagatelas de algo que se le queda tan pequeño como la presidencia de los Estados Unidos.

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