Él, Eddie Redmayne, ganó el Oscar el año pasado por su caracterización del científico Stephen Hawking en The Theory of Everything. Ella, Alicia Vikander, estuvo filmando en Las Vegas hasta el jueves la quinta parte de la serie Bourne. Parecerá un chiste, pero bastaba entrar a una sala de cine en cualquier momento del 2015 para verla, lo mismo en Ex Machina, The Man From U.N.C.L.E., Burnt o The Danish Girl. Por esta última, ambos están nominados ahora a los Oscar en las categorías de mejor actor en un rol protagónico y mejor actriz en un papel secundario.
The Danish Girl recrea la historia de una de las primeras personas --si no la primera-- sometidas a una operación de cambio de sexo, el pintor danés Einar Wegener (Redmayne), quien desde que tuvo uso de razón se consideró siempre a sí mismo una mujer, Lili Elbe. Pudo ocultarlo hasta que su esposa, la pintora Gerda Wegener (Wikander), lo vistió de bailarina y lo hizo posar en ausencia de una modelo. Cuando Gerda se da cuenta de que el juego había abierto una puerta que ya nada podría cerrar, le reprocha a Lili haberse visto con un hombre. Lili se lo aclara: “Yo no estoy jugando; él reconoció en mí a la persona que verdaderamente soy”.
A Redmayne lo han elogiado por lo mucho que se preparó para encarnar a Lili Elbe, y él mismo dice que era un ignorante en el tema antes de trabajar en esta película. Entre otros, buscó los testimonios de Lana Wachowski --antes Larry Wachowski--, que lo había dirigido en Jupiter Ascending y a quien todos recordarán como uno de los creadores de Matrix junto a su hermano Andy cuando todavía los llamaban The Wachowski Brothers. Sin embargo, las críticas le llovieron a Hollywood por haber escogido a lo que se conoce como un actor cisgénero –aquel cuya identidad de género concuerda con el estándar social— y no a un transgénero para encarnar a un precursor tan emblemático de la lucha de los transgéneros y los transexuales en todo el mundo.
Creo que la selección de Redmayne es en sí misma irreprochable. La primera reacción de Steven Spielberg cuando le pidieron dirigir The Color Purple fue negarse con el argumento de que él no era negro, y el productor le dijo: “Tampoco eres marciano y dirigiste E.T.” Aquí el reto para Redmayne era muy difícil, y él lo sabía. Quizás por eso se le fue la mano. Estamos hablando de un actor de una elocuencia gestual impresionante. Lo dice todo con muy leves, casi imperceptibles variaciones de su expresión facial. Mira, baja la vista y esboza una tímida sonrisa, y para traducir a texto esa breve secuencia gestual habría que escribir un discurso.
Por eso mismo, y sabiendo además lo mucho que la cámara iba a cerrarlo en primeros planos, no debió haberse permitido sobreactuar. A juzgar por cómo sucedieron las cosas en la vida real, y también por cómo las cuenta la película, hay momentos en los que Lili sólo pudo sobreponerse al desafío de ser ella misma ante los demás y a su propia fragilidad física en el umbral del quirófano con una fuerza descomunal, casi sobrehumana. La expresión de esa fuerza en el trabajo de Redmayne sucumbe a su esfuerzo por darle al personaje un lirismo que lo edulcora innecesariamente, porque la verdadera belleza de Lili está en el contraste, y su elegancia en la capacidad de vencer todos los miedos posibles. Si Lili pudo imponerse a Einar y salir a flote en un mundo donde buscar ayuda le colgaba el cartelito de la perversión fue porque era muy recia. Eso se ve poco en la película, y llega un momento en el que las expresiones no encajan en las acciones.
De todas formas, no me sorprendería que le dieran el Oscar. De ganarlo otra vez, Redmayne se uniría a la lista de los únicos cinco intérpretes que han podido llevarse la estatuilla dos años consecutivos: Luise Rainer, Katharine Hepburn, Spencer Tracy, Jason Robards y Tom Hanks.
