Era el 24 de febrero de 1996. Armando Alejandre, Carlos Costa, Mario de la Peña y Pablo Morales sobrevolaban en dos avionetas civiles, fuera del espacio aéreo jurisdiccional cubano, para rescatar balseros en el estrecho de la Florida que huían de la isla en embarcaciones endebles.
La orden de ataque para derribar las dos pequeñas aeronaves en las que viajaban se efectuó desde territorio cubano por el mando de la Fuerza Aérea que autorizó el disparo de los misiles desde un MIG 23 y un MIG 29, a 21 millas de las aguas cubanas.
Los pulverizaron en el aire. Según un audio filtrado, el oficial que ordenó el crimen se regocijó de la acción.
De acuerdo con un informe rendido por la Organización de Aviación Civil, adscripta a la ONU, las avionetas de Hermanos al Rescate fueron abatidas en aguas internacionales lo cual indica que los autores del hecho podrían ser juzgados.
Sin embargo, el dramático cambio que tras más de cinco décadas de hostilidades experimentaron las relaciones entre EEUU y Cuba el 17 de diciembre de 2015, echó un manto de silencio sobre un asesinato que a 20 años de haberse cometido permanece impune.
Tras la liberación de los miembros de la red Avispa, integrada por espías cubanos que cumplían condenas en EEUU, la única persona relacionada con estos hechos que había sido juzgada quedó en libertad.
El agente de la seguridad cubana, Gerardo Hernández, que cumplía dos cadenas perpetuas por su participación directa en la conspiración para el derribo de las avionetas fue parte del canje con el que Obama obtuvo la liberación del contratista estadounidense Alan Gross, encarcelado por el régimen de La Habana.
La medida sorprendió a los familiares de los cuatro jóvenes asesinados, pero también a quienes durante más de 50 años de gobierno dictatorial en su país, buscaron refugio en la nación estandarte de la libertad y la democracia en el mundo.
La acción que acabó con las vidas de Alejandre, Costa, de la Peña y Morales permanece impune. El interés de ayudar a quienes salían en busca de libertad los llevó a encontrar la muerte.