La séptima edición de la Cumbre de las Américas que tendrá lugar en Panamá entre el 10 y 11 de abril, será el primero en el que Cuba participa desde el inicio de esos foros en 1994.
Sin embargo, la intención de las naciones que tanto han insistido en la participación del régimen de La Habana, al parecer tienen un matiz de pura formalidad que pretende estar a tono con los aires de cambios sugeridos por el diálogo entre los gobernantes Barack Obama y Raúl Castro.
Para nadie que ha analizado los acontecimientos derivados en Cuba resultado de la imposición y sostenimiento de un Gobierno dictatorial, constituye un secreto que la nación cubana se encuentra dividida.
Pero esa división no sólo se materializa sólo entre quienes viven bajo la égida del oficialismo y los que han decidido integrar la nación emigrada. La escisión cubana también se profundiza cada día más entre los que prefieren acatar el orden establecido y los que disienten, y prefieren hacerse sentir como fuerza alternativa.
Pertenecientes a este último sector de la población son los opositores, jóvenes todos, que en calidad de invitados de organizaciones juveniles viajaron a Panamá este fin de semana, para asistir a eventos paralelos a la Cumbre y sin más explicación, terminaron arrestados e interrogados por las autoridades panameñas.
Horas después de sucedidos los arrestos, la Cancillería de Panamá emitió un comunicado disculpándose por lo que calificó de “error burocrático”, asegurando que “tomarían medidas para que no volviera a suceder”.
Más allá de estas disculpas tras la repercusión mediática de los sucesos, para quienes conocen la forma de operar del Gobierno de la isla, el agravio a los opositores que viajaron a Panamá es una muestra del alcance de los servicios cubanos de inteligencia.
