domingo 16  de  febrero 2025
DESDE LA HABANA

Acuerdo con Grandes Ligas podría beneficiar a miles de cubanos

La deserción de peloteros desde los equipos de la isla comenzó a dispararse desde 1991. Desde entonces, alrededor de 1.200 beisbolistas cubanos salieron del país para probar fortuna en las Grandes Ligas
Diario las Américas | IVÁN GARCÍA
Por IVÁN GARCÍA

Especial
@DesdeLaHabana

La Habana.- Cuando aquella tarde de 1980, el estelar pelotero habanero Bárbaro Garbey, en el puerto del Mariel subía a un bote atestado de personas que deseaban emigrar hacia Estados Unidos, comenzaba a fraguarse la conmovedora historia de talentosos jugadores cubanos que huían de su país para competir en el mejor béisbol del mundo.

Veinticinco años después, pasado de peso y con el pelo canoso, Garbey contaba al diario USA Today que en varias ocasiones intentó sumarse a los miles de cubanos que escaparon del castrismo.

“Las tres primeras veces me reconocieron y me dijeron que eso no era para mí. La cuarta vez, un tipo también me reconoció, pero me dijo: ¿Así que te quieres ir? Pues vete al diablo”.

En 1978, Bárbaro Garbey había sido inhabilitado de jugar béisbol por las autoridades cubanas acusado de "vender" juegos de su equipo, Industriales.

Años después, Rey Vicente Anglada, exsegunda base que tenía manos de mago y actualmente es manager de Industriales, reconoció que fue una imputación falsa acusar a un grupo de jugadores de "vender partidos". Sin embrago, nunca las autoridades políticas y deportivas en Cuba han realizado una disculpa pública al respecto.

En una entrevista a un periódico de la Florida, Bárbaro confesó que el precio a pagar fue grande. “No pude ver a mi familia en doce años, pero estaba decidido a probarme y a demostrar que tenía madera de Grandes Ligas”. Garbey hizo su debut en la gran carpa con los Tigres de Detroit y en 1984 ganó un anillo de la Serie Mundial.

El goteo de deserciones de peloteros de la Isla comenzó a dispararse en 1991, cuando el formidable lanzador René Arocha abandonó la selección nacional en el Aeropuerto de Miami. Después de esa fuga, alrededor de 1.200 beisbolistas cubanos escapaban en cualquier cosa que flotara o abandonaban sus equipos en el extranjero para probar fortuna en la MLB. Algunos como el paracorto habanero Rey Ordoñez, en un torneo universitario en Buffalo, Nueva York, saltó la cerca del jardín izquierdo y pidió asilo político.

Decenas de peloteros cubanos como José Abreu, Aroldis Chapman o Yasiel Puig, lograron cumplir sus sueños y hoy ganan salarios de seis ceros en Grandes Ligas. Otros, como Yunier Díaz, Rogelio Armenteros y Robert Luis Moiran, van por ese camino. En la pasada temporada más de 30 peloteros de origen cubano jugaron en la MLB. Y más de cien jugadores nacidos en Cuba se esfuerzan en las ligas menores para dar el gran salto.

Aunque la prensa estatal patrocinada por el régimen castrista apenas ofrece estadísticas y habla con la boca apretada de sus logros deportivos, los fanáticos locales siguen al detalle los éxitos de sus compatriotas.

El nuevo acuerdo entre la MLB y la Federación Cubana de Béisbol, en un futuro a corto plazo, pudiera beneficiar económicamente a miles de cubanos. Ignacio, licenciado en deporte, fue un entrenador de calibre en las categorías pequeñas. Ayudó a ganar varios títulos nacionales a equipos sub-12 y sub-15 de La Habana.

Pero el bajo salario, poco más de 400 pesos, equivalente a 15 dólares, le obligó a cambiar de trabajo. “Ahora soy jefe de turno en una fábrica de refrescos. Con lo que me busco por la izquierda gano diez veces más que mi antiguo sueldo. Pero si con el nuevo acuerdo entre las Grandes Ligas y la Federación Cubana se me abre una puerta y puedo entrenar en ligas infantiles bajo la supervisión de la MLB, te aseguro que dejo el trabajo en la fábrica. Mi vocación es formar futuras estrellas del béisbol”, dice con una pizca de nostalgia y recuerda a varios de sus alumnos como Jorge Oña, que juega en ligas menores de Estados Unidos.

Frank, un conocedor de las interioridades de la pelota nacional, se emociona cuando habla del futuro que podría tener nuestro béisbol. “Este acuerdo con la MLB es histórico. Los treinta y pico de peloteros de origen cubano que juegan en Grandes Ligas y casi un centenar en otras ligas, en su conjunto tienen contratos superiores a las exportaciones anuales de Cuba. Con ese pacto, si las autoridades no se entrometen, la MLB pudiera abrir varios campamentos beisboleros y recuperar cientos de terrenos de pelota perdidos y no faltarían guantes, pelotas, bates y otros implementos. Son tantas las carencias que hubo juegos de la Serie Provincial de Primera Categoría suspendidos por falta de pelotas”, dice Frank y añade:

“La MLB podría abrir cursos para scouts, crear una estructura que se complemente con la de las escuelas deportivas cubanas y podríamos acceder a las técnicas y metodologías beisboleras más novedosas. Y dominar estadísticas tan poderosas como la sabermetría. Es un ‘bisne’ (negocio) de ganar-ganar para ambas partes”.

Los familiares de niños que todos los fines de semana juegan en ligas infantiles consideran que este acuerdo posibilitaría firmar futuros contratos sin tener que marcharse del país. Ronald, padre de dos adolescentes de 12 y 15 años que despuntan como futuras estrellas, considera “que si la Federación Cubana permite cierta autonomía, en un futuro cercano, bajo el patrocinio de la MLB y las autoridades cubanas, se podrían firmar contratos con equipos de las Mayores. La mayoría de los familiares, que somos los que nos hemos gastado un montón de dinero y tiempo, aspiramos a ser los representantes de nuestros hijos. Cualquier contrato que se pueda firmar resolvería muchos de los problemas acumulados en cualquier familia. Si el Estado no se inmiscuye, este acuerdo es un negocio excelente para todos”.

Ahora mismo, el número de jugadores que pudiera interesarles a las organizaciones de la MLB no es nutrido. El bajón cualitativo de la Serie Nacional es considerable. En un béisbol huérfano de grandes estrellas descuellan Alfredo Despaigne o Liván Moinelo, que juegan en ligas de Japón. Es entre los jóvenes donde se puede recoger una mejor cosecha. César Prieto, Andrés Hernández, Oscar Luis Colás o lanzadores como Javier Mirabal y Norge Luis Vera junior tienen herramientas suficientes para crecer y poder jugar en la Gran Carpa.

Con el acuerdo entre Cuba y las Grandes Ligas, se podrían recuperar a cientos de entrenadores de béisbol, terrenos de pelota, dotar de implementos deportivos a todas las categorías y diseñar una liga profesional nacional donde puedan jugar los peloteros nuestros que compiten en ligas menores o no son regulares en las Mayores. Y hasta jugadores extranjeros podrían ser firmados.

El béisbol cubano necesita una revolución profunda. Y no hay mejor aliado que la MLB para ese rescate. Las cenizas de Fidel Castro, quien siempre fustigó al deporte profesional, deben estar revolviéndose en su tumba.

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