lunes 25  de  agosto 2025
OPINIÓN

Antonio Ledezma: ¿Por qué no hay luz en Venezuela?

Estos falsos revolucionarios siempre contaron con suficientes dinero y tiempo para adelantar una eficiente política de desarrollo de nuestro sistema eléctrico

Por Antonio Ledezma

Comienzo por asegurar y poder demostrar que es la piratería la que acarrea esta secuencia de apagones que mantienen a oscuras a millones de familias venezolanas. La falsa revolución impuso el modelo de las improvisaciones, dejando de lado la planificación y la gestión con base en planes bien elaborados. Eso tenía un destino inevitable: la anarquía y el caos que hoy se sufre. Además, no era suficiente ser un buen técnico, como aquellos que hicieron carrera en la vieja CADAFE. Para nada.

Columna publicada en antonioledezma.net

No era indispensable tener méritos profesionales, o mejor dicho, solo bastaba con que el escogido jurara lealtad al proceso de la revolución del siglo XXI. La sentencia estaba a la vista: la pulverización de los esquemas institucionales darían paso al populismo y entonces ¡Adiós eficiencia! Nada era más importante que darle piso sólido a la revolución, de allí que “esas mojigaterías del desarrollo nacional”, quedaron sepultadas en la cuarta república-exclamaba, muy orondo, el jefe socialista.

Pero esa pose de nacionalsocialista se derretía cuando se anunciaban las asesorías extranjeras que anularon, poco a poco, la probada calidad de la ingeniería venezolana. Así comenzaba la fiesta, la orgia financiera, pues. Venezuela colocaba los millones de dólares, sin reparar si esos desembolsos contaban con sustentabilidad y sostenibilidad financieras. Lo que importaba, al fin de cuentas, era hacer negocios. Asegurar las comisiones para todos! Y, cuando algún técnico sobreviviente en esa selva revolucionaria, sacaba fuerzas para advertir que esas decisiones nos van a meter en una catástrofe nacional, la respuesta era que “la revolución aguanta todo”.

Era más que evidente que la corrupción estaba haciendo metástasis, porque se correspondía con un esquema que no admitía ni transparencia ni exigía rendición de cuentas. Todo lo hacían a oscuras, porque tampoco había luz para hacer las cosas lejos de la opacidad. Arrasaron con la meritocracia, desactivaron los programas de mantenimiento que se hacían regularmente, trocha a trocha, planta por planta. Ese monstruo centralizado se tragó a dentelladas el profesionalismo y la descentralización que había derivado en beneficios para las regiones del país y fue entonces cuando llegaron los apagones y cortes sorpresivos.

En trabajos de investigación del “Grupo Ricardo Zuloaga”, hay datos muy elocuentes que aporta el Ing. Rodolfo Tellerias, informes serios que nos ayudarán a establecer diferencias “entre lo que se hizo en las décadas de la democracia, etapa en la que se invirtieron hasta 1998, un monto de US$ 40.254 millones, suma que permitió edificar un amplio sistema eléctrico vigoroso y soportado en una tecnología de vanguardia a nivel mundial”. En esta etapa se pudo hacer cierta la distribución firmes y redundantes en todas las ciudades y pueblos venezolanos, dejando para la historia las pequeñas plantas de generación. Se dio paso a un sistema eléctrico enteramente interconectado. Emergieron las centrales hidroeléctricas como el Gurí, entre las más grandes del mundo, que unida a otras centrales de la misma naturaleza (Macagua, Caruachi, Santo Domingo, etc.), le garantizaban a Venezuela un suministro ininterrumpido de más del 60% de la energía eléctrica consumida, ahorrando el uso de combustibles fósiles que superan los 400.000 mil barriles equivalentes de petróleo diariamente. Con esos recursos asignados (US $40.254 millones) en democracia, se levantaron centrales térmicas que representaron las de mayor capacidad en Latinoamérica. Pasamos a gozar de un sistema de transmisión a 765 kv, 400 kv y 230 kv, garantizando llevar electricidad a todos los rincones del país. Los datos del ing. Tellerias son incontrovertibles cuando asegura que “con esa inversión logramos ocupar el primer lugar de electrificación de América Latina y el mayor consumo per cápita de la región”.

Veamos ahora que paso en esta etapa de Chávez-Maduro. Nada más, entre los años 2010 y 2013, se destinaron US $120.000 millones. Ya se sabe lo que tenemos: cortes eléctricos, apagones y un sin fin de corruptelas. No rinden cuentas ni se castigan a los responsables de semejante asalto al erario público. Trataron de excusarse en el fenómeno de “el Niño”, después apelaron a la figura siniestra de los animales, como la Iguana o en supuestos actos de sabotaje. La verdad es que ese modelo político es inviable. Nunca mostraron un verdadero interés en resolver los problemas. Se aprovechaban impúdicamente de las dificultades que ellos mismos provocan para “decretar emergencias”, y así poder consumar sus acciones tracaleras, con esas compras calificadas de urgentes-con sobreprecios astronómicos-de plantas térmicas, gabarras, etc, sin prever la carencia de combustible para hacerlas funcionar. No conforme con eso, interrumpieron el suministro de gas de Colombia, dejando apagadas las cocinas de los venezolanos y a las propias plantas térmicas que en medio de tantos escándalos de corrupción compraban.

Por todo lo antes dicho debe quedar más que claro que estos falsos revolucionarios siempre contaron con suficientes dinero y tiempo para adelantar una eficiente política de desarrollo de nuestro sistema eléctrico, o por lo menos, de haber garantizado el mantenimiento de lo que heredaron de la democracia venezolana.

De cara al futuro será indispensable retomar con firmeza la conclusión de las represas que quedaron paralizadas en medio del despilfarro más estridente que se haya visto en la historia del mundo. Por ejemplo la de TOCOMA que está inconclusa, culminar el complejo Uribante-Caparo, así también se deben terminar de instalar las plantas térmicas contratadas y adquiridas, reparar las que existen y comprender que eso de que “somos ricos porque tenemos petróleo es un mito”. La realidad es otra.

Ciertamente contamos con reservas de crudo, pero no son más que tesoros inútiles, mientras no se les aproveche racionalmente. Para eso será indispensable contar con el capital privado, hacer reformas legales que atraigan esas inversiones y que un Estado de Derecho ofrezca garantías de que no se repetirán “los saltos al vacío”, como lo hace la actual narco tiranía que usurpa los poderes públicos.

Venezuela tendrá que adelantar inmensas inversiones en proyectos gasíferos y sacarle ventajas a sus cuantiosas y significativas reservas que tiene en ese campo. Es hora de tomar en serio la alternativa de generar electricidad a partir de enclaves renovables que permitirán disminuir los embates climáticos perjudiciales para la humanidad. Pero esos sueños deben ir paso a paso; lo prioritario es recuperar nuestras industrias de hidrocarburos, adaptar a las nuevas realidades las leyes relacionadas con esas materias, e impulsar la creación de una Agencia Nacional de Energía. Deberá implementarse una política justa de tarifas, un uso adecuado de las energías que se producen y transmiten, una revisión de nóminas para limpiarlas de clientelismo político y burocracia parasitaria, sin atropellos ni discriminaciones.

Relanzar el sistema eléctrico en Venezuela es crucial para impulsar el crecimiento económico debido a los siguientes factores, basados en el contexto actual y la información disponible:

  • 1. Dependencia de la energía para la producción: La industria, el comercio y la agricultura dependen de un suministro eléctrico estable. En Venezuela, la crisis eléctrica, marcada por apagones frecuentes y racionamientos, ha paralizado a los sectores productivos. Por ejemplo, las industrias básicas de Guayana, esenciales para la economía, han enfrentado interrupciones constantes, lo que ha reducido su capacidad operativa y contribuido al colapso económico. Un sistema eléctrico confiable reactivaría estas industrias, aumentando la producción y las exportaciones.
  • 2. Atracción de inversión: La infraestructura eléctrica deteriorada, con una capacidad instalada nominal de 35.000 MW pero una disponibilidad real que no cubre la demanda de 11.500-12.500 MW, disuade a inversores nacionales e internacionales. Un relanzamiento que modernice la generación, transmisión y distribución, especialmente en centrales hidroeléctricas como Guri, Caruachi y Macagua, generará confianza para nuevas inversiones, esenciales para diversificar la economía más allá del petróleo.
  • 3. Reducción de pérdidas económicas: Los cortes eléctricos han causado pérdidas significativas en comercios y empresas, muchas de las cuales han cerrado por falta de energía. En 2019, los apagones masivos paralizaron la economía, afectando servicios básicos y la productividad. Un sistema eléctrico robusto minimizaría estas pérdidas, permitiendo la continuidad operativa y el crecimiento del PIB.
  • 4. Apoyo a la diversificación económica: Venezuela depende del petróleo para el 60% de su presupuesto, pero la crisis eléctrica limita el desarrollo de otros sectores como la agricultura, la ganadería, el turismo y la manufactura. Un relanzamiento que incluya inversión en energías renovables (como solar y eólica, que hoy representan menos del 1% de la generación) y la recuperación de termoeléctricas podría diversificar la matriz energética, reduciendo la vulnerabilidad a sequías y apoyando sectores no petroleros.
  • 5. Mejora de la calidad de vida: Los cortes de luz, que en regiones como Mérida pueden durar de 4 a 12 horas diarias, afectan la vida cotidiana, la educación y la salud. Un sistema eléctrico estable mejoraría las condiciones sociales, aumentando la productividad laboral y el consumo interno, lo que estimularía la economía.
  • 6. Corrección de fallas estructurales: La crisis eléctrica se debe a la falta de mantenimiento, corrupción y decisiones políticas que han deteriorado la infraestructura desde 1999. Un relanzamiento estratégico, con inversión privada y alianzas público-privadas, podría corregir estas fallas, optimizando los 15.000 MW de capacidad hidroeléctrica del río Caroní y los 10.000 MW potenciales de termoeléctricas, garantizando un suministro confiable.

Conclusión: Relanzar el sistema eléctrico es un pilar para la recuperación económica de Venezuela, ya que habilitaría la producción, atraería inversiones, diversificaría la economía y mejoraría la calidad de vida. Sin un suministro eléctrico confiable, los esfuerzos por reactivar sectores estratégicos y reducir la dependencia petrolera serán limitados. Un plan estratégico, como el contemplado en el Plan Tierra de Gracia que suscriben María Corina Machado y Edmundo Gonzalez Urrutia, prioriza la modernización de infraestructura, la eficiencia en la gestión y la incorporación de energías renovables para lograr un impacto sostenible.

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