martes 21  de  enero 2025
20 de Mayo

Contar la historia de la nación cubana

"Sin aire, la tierra muere. Sin libertad, como sin aire propio y esencial, nada vive", José Martí
Diario las Américas | JESÚS HERNÁNDEZ
Por JESÚS HERNÁNDEZ

MIAMI.- Fue el 20 de mayo de 1902 cuando la bandera cubana ondeó en el mástil del Casillo del Morro, a la entrada de la Bahía de La Habana, Cuba, por primera vez, y los cubanos presenciaron el nacimiento de la República de Cuba que soñó José Martí y los cubanos siguen anhelando.

“Al señalar los relojes las 12 de la noche, anunciando el 20 de mayo”, recogió el historiador Juan Martín Leiseca, “repicaron las campanas, el pueblo llenó las calles y atronaron el espacio estampidos de cohetes y gritos de entusiasmo y gloria. ¡Era el día de la libertad!”.

Aquel día se concretó el ideal de la guerra de liberación, que tuvo su grito inicial en la voz de Carlos Manuel de Céspedes y una ardua batalla que dispuso de muchos seguidores, tan bravos como Antonio Maceo y magistrales como José Martí.

Atrás quedaron 406 de colonización española y cuatro de ocupación militar estadounidense, y el país se aprestaba a vivir la sucesión de acontecimientos que marcó el fortalecimiento de la nacionalidad cubana.

Cuentan los historiadores que la joven nación estableció sus normas y enfiló su horizonte hacia el progreso económico, entretanto surgieron las diferencias de ideas que caracterizaron a los líderes entonces.

No obstante, la política nacional continuó siendo agitada. Mientras obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales planteaban sus inquietudes y el país los asumía paulatinamente, otra parte de la sociedad gobernante cubana vivía a espaldas del caldo de cultivo que se preparaba.

Hubo sucesión de gobiernos constitucionales, alternados por golpes militares, y aun así la República, tal como la recuerdan nuestros mayores, logró posicionarse entre las más destacas del continente americano con sólo cinco décadas de vida.

Segunda etapa

La República continuó su curso y tuvo su clímax detonante en 1952, cuando Fulgencio Batista asumió el poder por la fuerza, tras haber sido presidente electo de 1940 a 1944.

El nuevo gobierno endureció progresivamente su política contra los disidentes, motivados mayormente por la corrupción y el populismo desenfrenado.

Sin embargo, el gobernante propició otro período aún más férreo e inimaginable. Una fuerza guerrillera, liderada por Fidel Castro, logró abrirse el camino hasta tomar las riendas del país y declarar una revolución en 1959 que conllevó a la autocracia.

La llamada revolución condujo a un sin fin de regulaciones que asaltaron la propiedad privada, negaron las libertades civiles y la libre expresión.

Aquello fue el proceso definitorio que trazó la prohibición de los partidos políticos y el dominio institucionalizado de los medios de comunicación, así como el control absoluto de la entrada y la salida del país.

Entretanto, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos comenzaron a deteriorarse a pasos agigantados tras la nacionalización de las empresas estadounidenses en 1960. Fue entonces que surgió el embargo comercial, económico y financiero como respuesta a las expropiaciones.

Tras un breve período de vacilaciones y enfrentamientos diplomáticos, el Gobierno de Fidel Castro se alineó al régimen de la Unión Soviética e implantó un sistema político económico socialista al estilo soviético.

Aquel paso fue sellado con la declaración del carácter ‘socialista totalitarista’ el 16 de abril de 1961, un día después que un batallón de cubanos exiliados desembarcó en Bahía de Cochinos para establecer un foco de rebeldía en la isla.

Un año después, Cuba y Estados Unidos protagonizaron una nueva crisis, tras el despliegue de misiles nucleares soviéticos en el país caribeño. El Gobierno estadounidense bloqueó las comunicaciones aéreas y navales de la isla, pero la crisis militar terminó con el retiro de los cohetes y la promesa estadounidense de no invadir a Cuba.

Ante la falta de esperanza y el recrudecimiento de la represión, cientos de miles de cubanos optaron por salir de la isla, no sin antes tener que vivir el atropello y la discriminación por haber solicitado pasaporte para huir.

Esos años fueron particularmente difíciles para los jóvenes y quienes optaban por emigrar.

La creación del campo de concentración UMAC procuraba ‘cambiar’ la esencia y el pensamiento de quienes pensaran o actuaran ‘diferente’, mientras el documento para emigrar, en forma de permiso de salida, era entregado en muchos casos a quienes aceptaran trabajar al menos un año en el campo u otras labores asignadas por el gobierno.

Y todo esto sucedía mientras la mayor parte del mundo miraba al otro lado, plagado en parte por la indiferencia o cegado por el discurso ‘revolucionario’ de la dictadura.

Hoy

El año 2021 fue esperanzador. Cientos de miles de jóvenes se lanzaron a las calles el 19 de julio para propiciar el cambio, pero la represión predominó con juicios sumarios y condenas carcelarias de 10, 20 y 30 años por protestar.

Tras 63 años de dictadura, con tímidas variaciones muy bien medidas, la llamada revolución cubana mantiene la prohibición de partidos políticos, el control institucionalizado de los medios de comunicación y la dirección de la economía y la cultural nacional.

El gobierno cubano no logra que la economía despegue y busca desesperadamente quien le fie a cambio de no pagar, mientras continúa acusando al embargo comercial estadounidense por el desastre que producen.

Por eso, a 120 años de haberse proclamado la República, la recuperación de la democracia y la instauración de un Estado de derecho en Cuba continúas siendo necesidades inminentes.

“Quién iba a sospechar que a estas alturas habría que seguir luchando por una república libre e independiente”, publicó alguna vez el periodista y amigo Guillermo Cabrera Leiva.

“Y que los cubanos tuvieran que seguir viviendo en afrentas y oprobio sumido”, como recoge el himno nacional.

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