“El MS Braemar, que transportaba 682 pasajeros y 381 tripulantes, con cinco casos positivos con cornavirus, y varios pasajeros en cuarentena por síntomas de resfriado, entró a aguas territoriales cubanas en la mañana del 17 de marzo”, publicaba el sitio oficialista Cuba Debate.
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El crucero Braemar está atracado en el puerto de Mariel, Cuba, el miércoles 18 de marzo de 2020 llegó a Cuba con 5 pacientes diagnosticados con coronavirus.
AP / Ramón Espinosa
Durante tres o cuatro días, antes de esa fecha, el crucero británico había sido noticia dentro y fuera de la Isla, lo que le permitió a las autoridades desplegar una batería propagandística y resaltar la "solidaridad", "humanismo" e "internacionalismo proletario" de un pueblo "siempre dispuesto a colaborar con cualquier nación del mundo". Es normal reconocer la ayuda al prójimo. Lo anormal es el performance publicitario con tintes ideológicos que suelen escenificar los autócratas del patio.
El último relato heroico, con tintes de realismo socialista, tuvo lugar el pasado sábado 21 de marzo, en la despedida a la brigada médica que antes de partir rumbo a Lombardía, la región italiana más afectada por el coronavirus, se retrató con banderitas de papel de Cuba e Italia y una gran foto de Fidel Castro. Ese tipo de escenografía forma parte del código político que muy bien manejan los dirigentes y puede verse cuando médicos y enfermeras viajan a naciones en distintos continentes o delegaciones deportivas van a competir en eventos regionales, mundiales u olímpicos.
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Los médicos y enfermeras de la Brigada Médica Internacional Henry Reeve de Cuba se despiden antes de viajar a Italia para ayudar en la lucha contra la pandemia del coronavirus COVID-19, en la Unidad Central de Cooperación Médica en La Habana, el 21 de marzo de 2020.
Yamil LAGE / AFP
La colaboración sanitaria cubana está presente en 56 países y además de una buena suma de dinero a las desinfladas arcas cubanas, les da el reconocimiento internacional que tanto agrada a un régimen que desconoce otras realidades.
La típica soberbia de las sociedades comunistas, de no mostrar en público sus carencias y errores.
Mientras la brigada médica se alistaba para volar a Italia, en numerosas tiendas habaneras, había enormes colas para comprar pollo, hígado, salchicha, detergente, jabón de baño y de lavar, entre otros productos que estuvieran a la venta por moneda dura. En tiendas como La Época, Isla de Cuba y los Mercados de Cuatro Caminos y Carlos III, las conglomeraciones eran impresionantes. En el antiguo Diplomercado, de 70 y Tercera, en Miramar, al oeste de la capital, por 5 CUC, los revendedores te daban un ticket que posteriormente te permitía entrar a la tienda y comprar dos paquetes de pollo por persona.
A todas esas largas colas en La Habana y otras provincias de Cuba, se unen los ómnibus atestados y las miles de personas que unas muy cerca de otras, transitan por calles y avenidas y constituyen el reservorio perfecto para que se dispare el contagio del coronavirus. Urge decirle a los cubanos que no solo hay que lavarse bien las manos y cubrirse la boca cuando se tose, si no también es necesario aplicar el distanciamiento social, mantener una distancia de un metro como mínimo entre una persona y otra, en lugares públicos y dentro del hogar. La medida, orientada por la Organización Mundial de la Salud, está contribuyendo a la contención del coronavirus en los países que la están aplicando.
Debido a la presión de los ciudadanos en Cuba a través de las redes sociales, el régimen, que se negaba a cerrar las fronteras e inclusive agencias de turismo lanzaron una campaña diciendo que Cuba era un destino seguro, adoptó la medida de a partir del martes 24, regular la entrada de pasajeros y visitantes y se espera que agilice la salida de los turistas que permanecen en la Isla [unos 60.000]. También fueron cancelados o pospuestos la celebración de eventos políticos, sociales, deportivos y culturales.
La difusión ha sido amplia por los medios nacionales. Pero vecinos, amigos y familiares consultados dijeron no tener muy claro cómo se aplicarían algunas de las medidas anunciadas, porque el país se encuentra en una grave crisis económica y con un alarmante desabastecimiento de alimentos, artículos de aseo y medicamentos.
El régimen ha querido minimizar la tormenta perfecta que rodea al COVID-19, enfocándose en el tema estrictamente sanitario. Es real el deterioro de hospitales, policlínicos y consultorios de la familia, la escasez de medicinas y equipos, y aunque Cuba es una nación atrasada y pobre, cuenta con una salud pública que ofrece ciertas garantías.
El sistema vertical de ordeno y mando instaurado por el castrismo, permite la centralización de recursos en situaciones de desastres naturales y epidemias. Lo que mejor funciona en Cuba es la Defensa Civil, pues la sociedad está articulada desde la base por un entramado de organizaciones e instituciones que responden al gobierno.
Pero el coronavirus no es solo una pandemia de carácter sanitario. En naciones del primer mundo, con sistemas de salud avanzados, se han visto desbordados por el impredecible coronavirus. China, Italia y España, con servicios médicos eficientes, desarrollo farmacéutico y suficiente dinero en las arcas del Estado, no han podido evitar las elevadas cifras de decesos. En esos países no escasean alimentos y productos de higiene básicos, las farmacias están bien surtidas y la gente tiene agua potable en sus casas, salvo en chabolas y barrios marginales. Sin embargo, y a pesar de aplicar correctamente las cuarentenas parcial y total, los recursos no impidieron que el virus contagiara y matara a miles de personas.
Como se ha informado, los más vulnerables son los mayores de 65 años y los que padecen problemas respiratorios, cardiovasculares, hipertensión arterial y diabetes. En Cuba el 20,1% de la población es mayor de 60 años. Por su condición de país tropical, miles de cubanos tienen patologías respiratorias. Y un porcentaje alto de la población es hipertensa o diabética. De nada vale tener un sistema sanitario fiable, si el panorama que lo rodea es caótico.
Las tímidas reformas económicas implementadas por Raúl Castro a partir de 2010 no han logrado el aumento de los principales rubros económicos y la producción de alimentos. Por el contrario, se han estancado o han decrecido.
El primer ministro Manuel Marrero en una reunión del Consejo de Estado, reconoció que "excepto en la producción de viandas, no hemos logrado la soberanía alimentaria". La mayoría de las cosechas están en números rojos, sea el cultivo de naranjas, tomates, frijoles y café o la carne de res y leche de vaca. La carne de cerdo, que desde 2010 venía creciendo, debido a una mala estrategia en política arancelaria, provocó una estrepitosa caída en 2019.
A esa debacle sumemos los factores externos que inciden como el embargo económico y financiero de Estados Unidos, que limita al régimen obtener créditos frescos. La falta de liquidez le impide importar los 2.000 millones de dólares de alimentos, semillas, pienso y fertilizantes que anualmente necesita el país.
Antes de que el coronavirus aterrizarara en Cuba, la situación ya era dramática. El gobierno hacía caja con el dinero que aportaba el turismo y que podría haber recibido más de no haber dilapidado casi 20.000 millones de dólares en los últimos diez años, invertidos en construir hoteles, ahora vacíos. Encima, debido al mal encadenamiento productivo con sectores locales, una parte de los insumos se tienen que importar. Por cada dólar obtenido, hay que invertir 0.75 centavos en importar mercancías destinadas al turismo, cuyas ganancias no sobrepasaban los 1.200 millones de dólares anuales.
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Niños en una escuela cubana.
DIARIO DE CUBA/ACN
La exportación de tabaco ronda los 260 millones dólares. Las joyas de la corona siguen siendo la exportación de servicios médicos, alrededor de 5.000 millones (aunque algunos gobiernos latinoamericanos como Brasil, Bolivia y Ecuador, rescindieron de esos servicios), y las remesas familiares, cerca de 3.000 millones de dólares, últimamente afectadas por una medida de la administración estadounidense que solo autoriza el envío de 300 dólares.
Resumiendo: antes de llegar el coronavirus a la Isla, el contexto era falta de liquidez, desabastecimiento de medicinas, alimentos, artículos de aseo y un turismo a la baja. De una u otra forma, esos factores van a multiplicar el efecto de la pandemia. El contagio va ser difícil de controlar si los cubanos no se quedan en sus casas, si no se suspenden las clases en todos los niveles de enseñanza y no se toman medidas efectivas que disminuyan las colas y aglomeraciones.
Ya es hora de que el presidente designado Miguel Díaz-Canel, públicamente, pida ayuda internacional que además del envío de alimentos, incluya medicamentos de última generación y equipos modernos de protección que permita al personal médico protegerse contra el coronavirus, así como mascarillas higiénicas y geles desinfectantes, entre otros productos imprescindibles, para uso de los profesionales y de la población: la confección artesanal de mascarillas de tela y la solución clorada para lavarse las manos es insuficiente ante una pandemia de estas dimensiones.
Paralelamente, debe solicitar una moratoria del embargo estadounidense por razones humanitarias.
Desde el punto de vista interno, debe ampliar el trabajo particular. Privatizar un segmento del sector de los servicios y la agricultura y autorizar la importación de insumos a los campesinos privados. Permitir la importanción de alimentos a través de viajeros o por paquetería. Rebajar los precios absurdos de los paquetes que por vía postal se envían desde el exterior (el Estado cobra 20 cuc veinte por cada kilogramo extra, solo permite un kilogramo y medio a bajo costo). Con la supresión de ese arancel, los cubanos en el extranjero pudieran enviar mayor cantidad de bienes a los suyos en Cuba.
Igualmente, durante los próximos tres meses o mientras dure el COvID-19, vender por la libreta de racionamiento, de manera regulada alimentos y artículos de aseo que en estos momentos hay que comprar en las tiendas por divisas o en el mercado liberado. Eso disminuiría y casi eliminaría las colas y tumultos.
A cambio, como un gesto de buena voluntad, el gobierno cubano debe excarcelar a todos los presos políticos, dejar de acosar, reprimir y detener a opositores pacíficos, periodistas y artistas independientes, a quienes debe quitar las restricciones para salir del país. Y permitir entrar a todos los compatriotas que deseen visitar a sus familias.
El coronavirus no se combate con discursos ideológicos. Se afronta con creatividad y consenso. Estamos a tiempo de evitar un devastadora catástrofe humanitaria en Cuba.
@DesdeLaHabana