lunes 18  de  marzo 2024
ANÁLISIS

Cuba: Aquí todo sigue igual

¿Cuántos entienden lo que realmente sucede en la isla, lo que ha ocurrido en todas estas décadas, lo que pudiera ser Cuba mañana? 
Diario las Américas | LUIS LEONEL LEÓN
Por LUIS LEONEL LEÓN

“Todo sigue igual. Aquí todo sigue igual. Así de pronto parece una escenografía, una ciudad de cartón”, escuchamos decir -examinando La Habana a través de un telescopio- a Sergio, el protagonista de la película Memorias del subdesarrollo, basada en la novela homónima de Edmundo Desnoes y rodada por Tomás Gutiérrez-Alea a finales de los años sesenta.

Y aunque la escenografía ha sufrido pequeños remiendos y el cartón se haya descompuesto, es innegable que allí, desde entonces (como un axioma, a veces esquivo, a veces resignado, a veces explosivo) todo sigue igual. No en balde repasar, pensar, sintetizar este año en Cuba, pueda resultarte una empresa tan ardua como predecible. Y sobre todo dolorosa. Puede incluso que repulsiva. Pues hace más de medio siglo que las cosas en la isla persisten del mismo modo. Casi inamovibles. A no ser para peor. Al menos en esencia.

En cuestiones de derechos y libertades los cubanos siguen y, mientras no se elimine el sistema, seguirán viviendo en la misma cárcel. Aunque desde Estados Unidos y otros países, los exiliados y la diáspora en general le costeen a sus familiares y amigos un limitado acceso a Internet, el acceso a la información y la libertad de expresión en la isla son apenas dos fantasmas más. Dos espíritus burlones abrazando a una multitudinaria conga revolucionaria. Reciclada. Sin rumbo. Sin sentido.

No en balde y muy a pesar de que no pocos gobiernos democráticos, o supuestamente democráticos, le pasen la mano y laven un poco el rostro a la dictadura, Cuba continúa señalado entre los diez países con mayor censura y hostilidad hacia los periodistas y comunicadores sociales en todo el mundo. La policía política cubana sabe perfectamente que cuando en las sociedades totalitarias se quiebran los muros que limitan la libertad de expresión, su control corre peligro. Y en estas murallas, visibles e intangibles, han trabajado durante décadas.

La represión ha sido una constante desde 1959. Da igual si seas o te autodefinas como un disidente, opositor, periodista o escritor independiente, youtuber, incluso aunque argumentes que no eres un “contrarrevolucionario” pero te sientes con derecho a criticar lo mal hecho. Cuando el régimen lo estime conveniente soltará sus perros rabiosos, podrá lincharte si quiere, sin sobresaltos, sin darle explicaciones a nadie. Estamos hablando, no lo olvides, de un país comunista. No de un socialismo a medias. Estamos hablando del socialismo real. Allí los derechos y las libertades son palabras vacías. Aunque por suerte haya quienes, corriendo todo tipo de riegos, entienda lo imprescindible que es devolverles sus significados.

Cuba, vale repetirlo, es un país donde no existe separación e independencia de los poderes (supuestamente allí) públicos. Para todo tiene la última palabra el Estado todopoderoso. Las leyes son en realidad anti-leyes. Mientras que en buena parte del mundo el ciudadano es inocente hasta que se demuestre lo contrario, en Cuba es al revés: todos son culpables hasta que el Estado decida lo contrario. Así de simple.

Todo esto lo dicen o intentan decir los cubanos, cada día, ya no desde fuera sino desde dentro de la isla. Pero -como ha sido denunciado por organizaciones que velan por los derechos humanos en el mundo- el régimen de la familia Castro, y sus acólitos, mantienen su embestida contra el que se atreva a oponérsele. O a hacer más ruido que el que consideren oportuno. No dañino para la ostentación del poder absoluto.

¿Cómo lo logran? Pues con una larga lista de detestables acciones que mantiene al régimen de la isla en el Top 10 de las violaciones de derechos humanos en el mundo.

Detenciones arbitrarias y domiciliarias. Multas por defender o ejercer el derecho a expresarse. Arrestos en las calles por intentar recopilar información verás. Golpizas, amenazas y represión contra no únicamente las voces disidentes sino también contra sus familiares, a modo de coacción y chantaje. Citaciones e interrogatorios policiales. Desapariciones de opositores, durante el tiempo que consideren, sin proporcionar la más mínima información a sus familiares. Allanamientos de sus viviendas sin órdenes judiciales. Incautación de computadoras y dispositivos electrónicos, e incluso desaparición de sus trabajos informativos, bajo la mayor y más vulgar impunidad. Condenas a prisión sin el debido proceso.

Vale destacar el recurso de acusar de “usurpación de funciones” a los periodistas independientes, ya que las autoridades castristas no les reconocen como “profesionales” de la comunicación, sino que, en esencia, les catalogan y condenan como “mercenarios” al servicio de Estados Unidos, por el mero hecho de describir y criticar su realidad. Desde el 2018 no ha cesado la coacción a estos comunicadores que disienten, a través del Decreto-Ley 370, también conocida como “la ley azote”, pues en realidad es un azote en contra del ejercicio de la libertad.

Aunque ya no existe físicamente la “carta blanca”, a través de cuya entrega el régimen se reservaba el derecho que los cubanos salieran o no de la isla, la realidad es que el castrismo sigue violando aún la libertad de movimiento. A los ciudadanos que no quieren dejar salir del país, sencillamente les informan en el aeropuerto que están “regulados” (otro eufemismo comunista) y no tienen permiso para viajar. Incluso dentro de la isla los gendarmes del castrismo les aplican métodos similares a quienes no quieren que se trasladen de una provincia a otra. Pues en Cuba, no lo olvidemos, también existe un apartheid político.

Y no es que de esto no se hable, aunque claro está que debería hablarse mucho más en los medios del mundo para que la verdadera realidad del cubano se conozca. Reporteros Sin Fronteras, Human Rights Watch, la Sociedad Interamericana de Prensa y otras entidades han denunciado el acoso policial en Cuba en contra de la libertad de expresión. Ahí están las víctimas, delante de nuestros ojos, con nombres y rostros. Sólo basta buscar los reportes de estas y otras organizaciones.

Como en estos tiempos son varios los cubanos que realizan vídeos en vivo a través de plataformas como YouTube y redes sociales, otro método para lacerar la libertad de expresión es cortarles las líneas telefónicas, a través de las cuales reciben el acceso a Internet, y entonces no puedan realizar sus programas o participar en entrevistas y foros virtuales organizados fuera de la isla.

Este año, cuando las limitaciones por el covid-19 potenciaron estas modalidades de encuentros y eventos en el mundo, los agentes de la Seguridad del Estado estuvieron muy atentos para impedir que los anhelos de libertad se expandieran. Le sucedió más de una vez al música contestatario Gorki Águila con su programa “Cambio de bola”, entre otros activistas. De todos modos, el mensaje “basta ya de represión”, sostenido por una realidad innegable, está al alcance de quien quiera leerlo. Tan sólo necesita no darle la espalda.

Recientemente ABC, con el título “La Constitución cubana, letra muerta también para 2021”, denunció que el régimen cubano ha postergado la llamada “Ley de Reclamación de los Derechos Constitucionales ante los Tribunales”, que algunos suponían sería aprobada en octubre pasado, pero que, como otros pensaban, no ha sido así. “La no aprobación de esta ley perpetúa así la impunidad de los abusos y represión del régimen contra las voces disidentes de la isla, ya que le permite seguir enjuiciando opositores y críticos sin respetar los derechos constitucionales como el de libre circulación, el de libertad de expresión, de manifestación o de reunión”, advierte el diario español.

En el artículo, el director de estrategia del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, Yaxys Cires, asegura que el régimen cubano es “consciente de que si aprueba esa ley, los tribunales se llenarán de demandas contra funcionarios e instituciones del Estado” y que este hecho demuestra “la falta de compromiso” del Partido Comunista de Cuba “con las libertades y con la propia Constitución que daba un plazo exacto para aprobar las leyes complementarias”. Algo que no es nuevo, sólo una continuidad, como cínicamente dice el eslogan castrista, de la revolución socialista.

“Cuando restan apenas cinco días para concluir 2020 es un hecho el incumplimiento del calendario: de las 14 normas previstas, tan solo se han aprobado seis, que afectan al Gobierno; el resto, que tienen relación con los derechos sociales de los cubanos, han sido pospuestas para el próximo año”, señala ABC. Pero el régimen cubano, experto en justificaciones, aunque muy pocos se las crean, ha dicho que el covid-19 impidió que esta ley fuera aprobada. Y listo.

“El problema es que, aunque la Constitución de 2019 recoge varios derechos, su ejercicio está condicionado al desarrollo de leyes complementarias. Es una práctica antigua del régimen para no implementar el ejercicio de determinadas cuestiones que le son incómodas y mantener a la sociedad en el vacío legal”, detalla Cires en ABC.

Mientras tanto el socialismo sigue igual: destruyendo, victoriosamente, cada vez más la isla y otras naciones. La revolución cubana -aunque desde hace seis décadas sabemos que es un desastre- sigue vendiéndose al mundo como un paraíso de la educación y la salud públicas. Pero durante este año un tema explosivo, muy delicado para las redes mafiosas del castrismo, ha sido el de las “misiones médicas” internacionalistas, denunciado por organizaciones de derechos humanos como una forma de “esclavitud”.

Esclavos de batas blancas, no por gusto les llaman los galenos cubanos, a quienes el régimen de La Habana envía a otros países y les paga por sus servicios apenas una minucia (de más de 8.500 millones de dólares que recibió el Estado gracias a la explotación de las misiones médicas, dándoles a los galenos sólo el 15%), imponiéndoles restricciones que violan sus derechos, con la intención de que no se quiten el grillete. Pero cuando abren los ojos y se niegan a ser esclavos de estas misiones de diplomacia castrista de bata blanca, les prohíben visitar a sus familiares en la isla, incluidos sus hijos, entre otros castigos por traicionar al Estado comunista, padre y dueño de todos los cubanos.

Creer que la desfachatez y el despotismo en el comunismo tienen límites es otra falacia. Pongamos como ejemplo estos dos recientes asesinatos. En junio, en medio de las restricciones impuestas en la isla por el coronavirus, la Policía Nacional Revolucionaria asesinó a Hansel Hernández Galiano, de 27 años, que no portaba armas y estaba de espaldas a los agentes cuando recibió la bala que puso fin a su vida. De ahí que las autoridades de la isla, para impedir una autopsia que revelara la verdad, cremaron su cuerpo rápidamente. Otro asesinato que permanece impune es el de Yamisel Díaz Hernández, baleado en julio por la policía en la provincia de Artemisa.

Según los grupos de resistencia interna y listas confiables de organizaciones de derechos humanos, son más de 130 los presos políticos en Cuba. A través de vídeos en vivo con la etiqueta #PresosDeCastro, el fotógrafo y opositor Claudio Fuentes cada martes dedica una hora a este tema en el canal TvSats, del grupo Estado de Sats, no sólo mencionando a las víctimas sino también aportando datos sobre sus condenas, condiciones de salud y comentando informaciones que aportan sus familiares. Los testimonios siguen siendo espantosos.

No es sorpresa que el Comité para la Protección de Periodistas, afincado en New York, sentencie a Cuba como el país del hemisferio donde se sufre la mayor censura de prensa y lo ubique entre los diez peores en todo el mundo. Igualmente sufren las libertades religiosas, pues los ideólogos y represores de la isla comunista saben perfectamente que las iglesias y cultos religiosos pueden convertirse en arriesgados nichos que hagan emerger la defensa de las libertades individuales y que, poco a pocos, sectores de la sociedad sean estimulados para enfrentarse públicamente al látigo y el terror estatal. De ahí que los sistemas socialistas se opongan y violen, por estos y otros motivos, los derechos de religiosos.

Movimiento San Isidro

En los meses finales de este año, el grupo de artistas disidentes que se han dado en llamar “Movimiento San Isidro” (MSI, nombre del barrio donde vive su líder, Luis Manuel Otero Alcántara, y donde se reúnen para realizar performances), motivados por la detención el 9 de noviembre de uno de sus miembros, el músico y opositor Denis Solís, impulsaron una serie de protestas, e incluso una huelga de hambre que al final depusieron, para exigir la libertad de Solís, condenado a 8 meses de prisión por “desacato”.

Los activistas fueron arrestados violentamente por la policía política el 26 de noviembre, lo que motivó que el día siguiente más de 100 artistas e intelectuales cubanos se reunieran frente a la sede del Ministerio de Cultura para exigir la libertad de los detenidos. Aunque el MSI no ha abandonado la campaña por la liberación de Solís, la protesta masiva fue diluida mediante la estrategia de un diálogo -imposible y fútil- con las autoridades castristas.

El mes pasado, luego de denuncias y campañas por su liberación, salió de prisión Silverio Portal, condenado en 2018 bajo el pretexto de “desorden público y desacato”, cuando en realidad el opositor sólo protestaba por las inhumanas y peligrosas condiciones de no pocas viviendas en La Habana. Al salir de la cárcel, Portal, a todas luces con un estado de salud bastante deteriorado, declaró que fue víctima de maltratos físicos y psicológicos mientras estuvo preso. Otro testimonio de los miles de presos políticos que ha creado el castrismo en estas seis décadas.

La miseria es cotidiana, espiritual y material. La miseria inherente al teatro real de cada día. Es imposible olvidar las ridículas y maquiavélicas escenas de la moringa, que tanto defendiera el extinto Fidel Castro, las avestruces que jamás aparecieron, los huesos en ausencia de verdaderas proteínas en las tristes carnicerías que regenta el Estado. Ahora las autoridades instan a los cubanos a comer el roedor conocido como cuy, curiel o conejillo de indias, porque contiene grandes “valores nutricionales” y así podrán combatir “la anemia y la desnutrición”. Y se promueve en las noticias como una salvación. Y la gente observa, cansada, desde la prisión sin rejas que resulta las colas, el hambre, la impotencia.

Entre todo esto, y mucho más, los cubanos llegan al final del 2020 y comienzan igual o peor el 2021. ¿Cómo logran vivir así los cubanos? No pocos se preguntan en el mundo. ¿Hasta cuándo? Es una de las más cardinales interrogantes y quizás la más espinosa de todas las respuestas posibles. ¿Cuántos cubanos siguen creyendo que el embargo de Estados Unidos tiene la culpa de la miseria en que viven? ¿Cuántos piensan que el socialismo no funciona por culpa del capitalismo? ¿Cuántos entienden lo que realmente sucede en la isla, lo que ha ocurrido en todas estas décadas, lo que pudiera ser Cuba mañana?

Un medio de comunicación para reconstruir la nación

Cada vez se hace más evidente la necesidad de un medio de comunicación digital que llegue a los cubanos a través de las redes sociales, cuyo objetivo sea reconstruir la nación desde dentro y fuera del archipiélago, pues Cuba desde los años 60 vive desperdigada, fragmentada, herida por dentro y fuera, y recomponer sus piezas, sanar su aliento, abrir sus ojos y echarla a andar, otra vez, sólo será posible desde ambas partes.

“Todo sigue igual. Aquí todo sigue igual. Así de pronto parece una escenografía, una ciudad de cartón”, le escuchamos repetir a Sergio, mientras examina a través de su simbólico telescopio La Habana de los años sesenta, cuando ya se sabía que la prometida “Revolución de los humildes, por los humildes y para humildes”, según decía su principal publicista, Fidel Castro, pronto se convertiría, sin lugar a dudas, en la más cruel de todas las falacias en que los cubanos habían creído.

Menudo error. Pero, aunque muchas veces lo parezca, no es imposible de salvar. Menudo anhelo.

(Cortesía: La Gaceta de la Iberosfera)

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