No está totalmente prohibido, pero en las medidas dictadas por la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), institución que rige el trabajo particular, no existe una licencia específica para gestores de transporte, donde algunos dueños pueden tener hasta una docena de vehículos.
En Cuba, las autoridades desconfían de los emprendedores privados. Temen que si amansan demasiado dinero puedan desafiar el poder absoluto de un régimen que controla con puño de hierro a la sociedad cubana hace 64 años. La relación del Estado con los negocios familiares es más de odio que de amor. Los permiten porque el modelo de economía planificada hace aguas.
La bancarrota
El país está en bancarrota. No hay liquidez, las importaciones superan por tres a las magras exportaciones, los ingresos en moneda dura del turismo y las ventas de servicios médicos se han reducido entre un 30 y un 40 por ciento en los últimos cuatro años. La mayoría de los rubros agrícolas y productivos decrecen. Las industrias están ruinosas y descapitalizadas.
El gobernante Miguel Díaz-Canel ha viajado por cuatro continentes intentando obtener ayudas financieras de aliados políticos como China, Rusia y Vietnam o azuzando el fantasma del imperialismo yanqui en un intento por conseguir subsidios de Brasil, Argentina o Turquía.
Ninguna nación está por la labor. Los nostálgicos operadores políticos cubanos aún creen posible que Rusia les pueda financiar el desastre. Pero Putin no es Brezhnev. La realidad es el mayor enemigo del régimen verde olivo.
La única ayuda financiera, sin intereses, llega a la isla de aquéllos que una vez Fidel Castro llamó 'gusanos'. Según cálculos del laboratorio de ideas Cuba Siglo XXI, radicado en Miami, en los últimos treinta años el exilio ha enviado a la Isla 52.251.990 millones de dólares en efectivo y otros 50.000 millones en bienes de consumo.
En medio de una crisis sistémica, lo lógico hubiera sido que el régimen apostara por otro modelo económico. Incluso socios ideológicos como China y Vietnam, auténticas dictaduras, han logrado salir de la pobreza extrema aplicando recetas capitalistas y economía de mercado.
Es temporal
Misael, el transportista habanero, no sabe mucho de geopolítica ni de historia. Pero reconoce que “el gobierno autoriza la apertura a negocios privados porque se está ahogando. Cuando cojan un poco de fuerza, volverán a cerrar la puerta”.
En el tercer acápite de los Lineamientos Económicos del partido comunista, una especie de biblia política, el régimen prohíbe la acumulación de riquezas. Las instituciones del Estado perciben a los hombres de negocios como presuntos delincuentes.
¿Por qué entonces invierten dinero los emprendedores locales? “Porque hay una oportunidad de mercado que, si sabes aprovecharla, puedes ganar bastante plata (dinero). En un país donde nada funciona, como el transporte, si reúnes dinero y compras dos o tres vehículos, la inversión se recupera en un año y medio. Es el incentivo mayor. Si trabajara para el Estado estuviera comiendo una vez al día y sufriendo carencias”.
Misael cree que vale la pena correr esos riesgos. “No tengo compromiso con el gobierno. No tengo que chivatear a nadie ni darle una paliza a un tipo que salga a protestar en la calle. Tener mi propio dinero me hace un ciudadano libre”.
Quién gana, quién pierde
DIARIO LAS AMÉRICAS le preguntó a Misael y a otros dos emprendedores, quiénes consideraban que saldrían más beneficiados por un hipotético otorgamiento de créditos de Estados Unidos: las MIPYMES, el gobierno o el pueblo cubano.
Misael reconoce que “en un país normal esa medida sería muy bien recibida. Pero Cuba es diferente. Se sospecha que muchos negocios de éxito sus dueños son parientes de funcionarios del gobierno y oficiales de la FAR o el MININT. Sería maravilloso obtener un crédito de 200.000 dólares y comprar una flota de diez o quince automóviles de segunda mano en Estados Unidos y utilizarlos como taxis en La Habana. Beneficiaría al pueblo, porque habría una mejor transportación de pasajeros, el Estado ganaría su tajada con los impuestos y si mejoran las ofertas de bienes y servicios, tendrían menos descontento. Y los dueños de negocios ganaríamos más dinero y podríamos crecer. Sería ganar-ganar todas las partes".
Pero Misael tiene sus dudas. "Aunque en cinco años se resolverían, entre otros, los problemas de transporte y la producción de alimentos, probablemente el gobierno haga todo lo contrario e invente un mecanismo para que esos créditos lleguen solo a la gente que a ellos les interesa”.
David, dueño de una MIPYME que vende bebidas y alimentos, opina que “si el gobierno de Estados Unidos no puede darles seguimiento a esos préstamos, todos esos dólares terminarán en manos de GAESA. Las remesas son la segunda industria en Cuba. Y GAESA, que es una empresa militar, tiene montado un entramado que captaría cada uno de esos dólares que entren al país”
Juan Carlos, economista, apunta que “el tema de las MYPIMES está sobrevalorado. Solo hay aprobadas más de 8.000. En República Dominicana, con menos población, hay cinco veces más. No tengo pruebas de que existan MIPYMES administradas por personas escogidas por el gobierno, pero desde que las autoridades permitieron los pequeños negocios privados, un grupo de esos emprendimientos son favorecidos por el Estado y otros son vilipendiados por los medios oficiales”.
Beneficio a la dictadura
En la disidencia interna, la mayoría se opone a esos préstamos y los ven como una innecesaria concesión a una dictadura que viola flagrantemente los derechos humanos y las libertades políticas.
Rolando Rodríguez Lobaina, director de Palenque Visión, considera que la “administración Biden está apegada a la misma doctrina de Obama. Por tanto, hay que partir de ahí. Si Biden no se abrió más con respecto al tema de Cuba, fue por las protestas del 11J y la violenta represión del régimen que todavía mantiene con más de mil presos políticos en las cárceles. Y eso obligó a suspender los planes [de la Casa Blanca] de hacer concesiones a la dictadura. He hablado con diplomáticos estadounidenses en La Habana y no es nuevo que la prioridad de la política exterior de Estados Unidos es que no exista un vacío de poder en la región. Como la oposición no ha podido derrocar al régimen, hace rato que Washington apostó por el acercamiento y dar dinero para intentar cambiar la mentalidad de los funcionarios cubanos”, expresa Lobaina y añade:
“El tema de los derechos humanos y los presos políticos pasa a un segundo plano. Se denuncia desde el tipo de vista formal, como una cuestión política. No olvidemos que hay congresistas de origen cubano y un exilio en la Florida que incluso puede definir elecciones, y exige que la actual administración defina sus planes hacia Cuba. Pero es evidente que Washington reconoce que La Habana necesita una inyección financiera que pueda evitar el colapso de la dictadura y provoque un éxodo gigantesco o una guerra civil. Por eso piensan que, ayudando a los emprendedores, Cuba puede salir de la crisis económica. Espero que la Casa Blanca sepa que gran parte de esos supuestos empresarios, con la anuencia del régimen, ya son dueños de todas las empresas y negocios rentables y controlan los capitales”, advierte Lobaina.
Habaneros como Alberto, médico general, está convencido de que “esa medida solo va a beneficiar al gobierno y los negocios privados cercanos al poder. En caso de que favoreciera al resto de los trabajadores por cuenta propia, en ninguna de esas ecuaciones el pueblo se beneficiaría. El gobierno lleva más de treinta años invirtiendo en turismo y recibiendo remesas, siempre repitiendo el mismo falso discurso: que esas divisas son para mejorar la vida de la población. Pero cada vez los servicios básicos son más deficientes y el pueblo vive peor”.
Dian, al frente de un negocio de reparar teléfonos móviles, indica que “lo razonable sería que el sector privado pudiera financiarse con créditos de bancos americanos. Eso mejoraría la oferta de bienes y servicios e impactaría favorablemente en los ciudadanos de a pie. Pero esa manía del gobierno de querer controlarlo todo y que la gente no se enriquezca, me genera más desconfianza que optimismo”.
Y es que en Cuba la lógica del régimen siempre suele funcionar a la inversa.