jueves 21  de  marzo 2024
Cuba

De preso de conciencia a preso por hambre

A diferencia de otros tiempos en los que la izquierda latinoamericana optó por la lucha armada para derrocar a los gobiernos imperantes, las acciones de esta generación se ha producido en el marco de la democracia
Diario las Américas | FRANCISCO OLIVARES
Por FRANCISCO OLIVARES

Junto a Cuba, Venezuela es el único país del continente que mantiene es sus cárceles a presos políticos. La mayoría de ellos han sido por participar en protestas públicas, otros por expresarse a través de las redes sociales y una parte importante por ser dirigentes políticos de las organizaciones opositoras, sin descartar a militares que se han manifestado internamente en contra del Gobierno.

A diferencia de otros tiempos en los que la izquierda latinoamericana optó por la lucha armada para derrocar a los gobiernos imperantes, las acciones de esta generación se ha producido en el marco de la democracia. Aún, así el ensañamiento contra la disidencia ha sido extremo con aplicación de torturas, violación al debido proceso, aislamiento etc. Es decir ha sido un asunto clave del gobierno chavista para mantener a raya las luchas opositoras por la vuelta a la democracia.

Esos presos son hoy carta de negociación del Gobierno en la mesa de diálogo como mecanismo de intercambio frente a las presiones internacionales por violación a los Derechos Humanos.

En el mes de diciembre fueron puestos en libertad 36 detenidos y en las cárceles permanecen otros 271, algunos con varios años acuestas. Sin embargo la persecución no ha cesado contra ellos y sus juicios por “traición a la patria” y otros supuestos delitos por pensar distinto al Gobierno siguen su curso aún luego de ser liberados. Por lo cual, no sería de extrañar que a la vuelta de un tiempo algunas de estas personas regresen a la cárcel tras una sentencia de culpabilidad.

Hay perseguidos que ya acumulan tanto años como tiene el chavismo en el poder y otros que encontraron en el exilio la única vía para sobrevivir. Como el caso del preso político cubano, Armando Sosa Fortuny, quien con 75 años de edad ya acumula 40 años de prisión, en Venezuela ya varios nombres comienzan a olvidarse en las oscuras paredes de la prisiones políticas.

Símbolos tenebrosos como “La Tumba” en cuyos sótanos bajo tierra ocurren las más descarnadas violaciones contra seres humanos, ya forman parte nomenclatura jurídica que reposa en los expedientes que se procesan en los tribunales internacionales vinculados a los derechos humanos.

Pero una nueva etapa de protesta se abre en Venezuela, la del hambre, la del desesperado. La de aquel ciudadano humilde que reclama en la calle el pedazo de pan ofrecido por su verdugo. Esa protesta comienza a cobrar relevancia con otro tipo de disidencia. Ya no la del que pide libertad, la del que exige democracia, sino la del que no encuentra una fórmula para sobrevivir.

Las protestas por hambre y saqueos que se han producido en los últimos días han sido reprimidas con la misma severidad que las luchas por la democracia. Un número indeterminado de manifestantes han sido detenidos. El descontento ha comenzado a romper el cerco de control que ha tenido el Gobierno en las barriadas populares y ello puede ser un punto de quiebre para la estabilidad del Gobierno. El desgaste podría igualmente llegar al poder militar en cuyas bases el resentimiento comienza a germinar.

Esas manifestaciones han sido espontáneas y dispersas e varias regiones del territorio. En los próximos mese veremos situaciones inéditas en el continente de este nuevo fenómeno que por crisis humanitaria comienza a movilizar a los grupos más pobres del país.

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